VARIACIONES SOBRE EL TEMA DE VÍTENBERG38

 

16 de setiembre de 1991. Y hizo cuatro versiones de su pieza Ítsik Vítenberg. Después de leer la primera y la última, veo que tienen muy poco en común. Ambas versiones tratan del destino de una persona real que fue el dirigente de la organización de resistencia en el gueto de Vilnius39. En ellas aparece un esbozo de su vida, con su heroísmo y su tragedia: como se sabe, Vítenberg se entregó a la Gestapo, la cual, en caso contrario, amenazaba con arrasar el gueto. Al día siguiente, Vítenberg fue encontrado muerto en la celda, con indicios de haber sido torturado. Dicen que se había tomado una dosis de cianuro potásico para suicidarse.

La primera versión de la pieza, fechada en 1946, es una típica obra del realismo socialista, con su típico héroe protagonista que es un dirigente surgido del pueblo (Vítenberg era zapatero). Él está unido a las masas y entrega tranquilamente su vida en aras de una gran causa. La última versión es de los años 80. Aquí ya surgen las preguntas que atormentaban al protagonista antes de morir, las colisiones existenciales, el enajenamiento de la persona que va a la muerte, sus últimos y solitarios pasos hacia la eternidad.

No tengo dudas de que si algún lector que hubiera conocido a Vítenberg quisiera evaluar la veracidad del personaje, no quedaría nada entusiasmado con la obra de Y. Aquí es importante entender el género, que yo definiría como “variaciones sobre el tema de Vítenberg”.

¿Por qué y cómo cambió Y el carácter del protagonista?

– En aquella época, yo mismo estaba pensando en la muerte. Me imaginé fácilmente en el lugar de Vítenberg. Traté de recrear sus dudas, la búsqueda de una salida, su perplejidad. No, no es nada fácil despedirse de la vida.

~~~

Mientras creaba la última versión de la pieza, Y se acordó de que en los años cuarenta ya había intentado desenredar el enigma de su personaje. – Se sabe que Vítenberg tenía una familia, pero también se sabe otra cosa: en el gueto, él tenía una amante. Después de la guerra, me enteré por casualidad de que ella había sobrevivido. Vivía en el casco viejo, en la calle Traku. Ocupaba una pequeña habitación en un piso compartido en la primera planta.

Encontré un pretexto para conocernos. Le hice creer que sentía una gran atracción por ella, aunque entre nosotros no pasó nada. Hacía poco que me había casado, y esto me impidió mantener un romance con ella. Paseábamos mucho, y de vez en cuando entrábamos en una cafetería. En alguna ocasión me invitaba, al anochecer, a tomar un té en su casa. Le hacía preguntas tratando de parecer discreto: sobre la vida en el gueto, sobre Vítenberg, y sobre ella misma.

Era hija de un rico judío de Lódz40; llegó a Vilnius justo antes de estallar la guerra. Era aún joven, bella y bastante inteligente.

Tiempo después, quemé los apuntes de aquellas conversaciones. Un detalle que he conservado en la memoria es el vestido de una anciana que Vítenberg se puso cuando quería escapar del gueto.

~~~

El desenlace de esta historia es misterioso e inesperado, como muchas otras cosas relacionadas con Vítenberg. Un día, cuando Y fue a casa de la joven, vio que su habitación estaba vacía. Había desaparecido. Según parece, durante todo aquel tiempo ella también había estado estudiando a Y.

 

OTRA EXPLICACIÓN PARA EL LECTOR

 

Sartre quería crear la biografía detallada de Flaubert, en miles de páginas. Un retrato del escritor: sus búsquedas, ideas creativas, aficiones, influencias ideológicas…

Ahora me pregunto: ¿Para qué estoy escribiendo este libro? ¿Para qué este experimento que estamos llevando a cabo conjuntamente él y yo?

Son cinco años con las mejores horas diurnas robadas a sus futuras obras de teatro, y largas conversaciones vespertinas que se prolongan más allá de medianoche.

Cinco años. Ahora están en unas cuantas libretas mías y una docena de cintas de casete. Pero, ¿con qué fin?

~~~

Por extraño que sea, estas preguntas están relacionadas con otra: ¿Qué escribo? Un día me doy cuenta: ¡Es algo más que un libro! En todo caso, los objetivos “estéticos” se encogen de golpe y pasan a tener una importancia secundaria. En cambio, hay algo en mis apuntes que comienza a adquirir su propia forma, como sintonizando con la conciencia desgarrada del otro: Y.

~~~

Para mí, es muy importante que se trate de la conciencia de un intelectual judío.

Pienso: muchos otros aún escribirán sobre la agonía de la cultura judía en la URSS 41. Pero ¿será exacta esta historia sin el relato de la vida de un hombre, concretamente un creador, sin que importara el hecho de que fuera famoso o no? Por supuesto, los investigadores harán constar las detenciones y fusilamientos de escritores, actores y científicos judíos; certificarán que en cierto momento dejaron de aparecer libros en yídish; que fueron cerrados teatros, escuelas y diarios judíos. Mencionarán artículos antisemitas en los cuales cada palabra es como un golpe mortal. En cambio, en los márgenes de la historia, tan sólo por un momento se dejarán ver unos ojos asustados; noches llenas de miedo; las cenizas de los archivos personales quemados. Y quizá lo más grave: la autodestrucción intelectual. ¡Sí! En aquellos años, quien quería sobrevivir podía optar por este camino, que era la autodestrucción de su talento. El simple hecho de tener talento ya era peligroso. No sólo para la sociedad totalitaria, sino para el creador mismo. Es muy importante rastrear todo este proceso, verlo por dentro. Mejor aún, porque Y está dispuesto a hablar, sin esconder nada, sin hacer concesiones a sí mismo.

 

ENTRADA EN EL LABERINTO

 

Y me contó honradamente sus traiciones, sin intentar justificarse lo más mínimo. ¿Entiende Y que la traición más grave la cometió contra sí mismo?

Después de la guerra se cambió el nombre. Antes era Yákov, y pasó a llamarse Yokubas (con grafía lituana, Jokūbas). Había pensado y escrito en yídish, y pasó a hacerlo en lituano. Incluso el diario personal. Incluso las cartas a su hija en Israel.

Quizá ni él mismo se percató enseguida de cómo se operó este cambio. Parecía simplemente seguir el consejo de los amigos: – en casa, habla con tu esposa en lituano, siempre que queráis dominar este idioma, claro está.

Su esposa quedó estupefacta. Intentó protestar. Luego se resignó: aquel objetivo era comprensible y puramente utilitario. ¿Cómo se puede explicar, sin embargo, el hecho de que Y privara deliberadamente a sus hijos de la lengua de sus abuelos? Las primeras palabras, tanto de Asia como de Yósif, fueron pronunciadas en lituano. Él les cerró bruscamente las puertas del mundo judío. “Les quería proteger de muchas desgracias”, se justifica Y. (Por cierto, he oído lo mismo de otros escritores judíos). “Muy pocas veces hablé a mis hijos de nuestras raíces en Kalvaría, del dolor que dentro de mí nunca se ha calmado”.

De hecho, en nuestras conversaciones hay dos argumentos principales: uno es el de su autodestrucción; el otro, el del renacimiento de su personalidad y capacidad creativa (lo cual se llevó a cabo sólo parcialmente).

~~~

¿Por qué lo hizo? De vez en cuando, Y me da una u otra explicación. Que sean diferentes, ya no me extraña, ya que todas contienen parte de razón.

“Mi lector yacía en el bosque de Ponar y en fosas comunes por todas partes en Lituania. Yo buscaba un nuevo lector, y éste hablaba en lituano”.

Pero la explicación más exacta es otra: el miedo. La asombrosa intuición de Yosade le reveló: pronto, muy pronto comenzarían nuevas persecuciones de judíos. Y lo más probable, llegaría el final de la cultura judía en la URSS. Un cálculo práctico le sugirió la salida: con urgencia, él tenía que llegar a ser un escritor lituano. Más tarde, en su carta a su hija, Y dirá: “Me escapé a tiempo del mundo judío”.

~~~

Hay un viejo conflicto familiar que, según he visto, no ha sido olvidado. Es una prueba innegable de lo que pasó. La doctora Sideraitė me contó que nunca pudo acabar de entender por qué su marido tuvo que dirigirse a los organismos oficiales para formalizar el cambio del nombre.

 

UNOS CUANTOS PASOS DENTRO DEL LABERINTO

 

La primera reseña que Y hará para la revista Pérgalė será escrita en lituano.

–… Pero pronto me di cuenta de que el resultado estaba muy lejos de lo que yo, inicialmente, hubiera querido escribir.

Entonces, Y inventará un proceso “tecnológico” bastante complicado: la primera versión del escrito se redacta en yídish; luego, un conocido suyo que es periodista se lo traduce al lituano, remunerándole Y por ello; a continuación, Y va confrontando atentamente el original con la traducción, analizando la construcción de las frases, y así es cómo va aprendiendo…

Todo esto dura bastante tiempo – unos cuantos años. Mientras tanto, Y  llega a ser un crítico literario reconocido en Lituania. Finalmente, se da cuenta de que ya puede prescindir del traductor.

~~~

Lo que consiguió en poco tiempo es digno de admiración. ¿Fue esto una victoria? No: fue una derrota. Y estaba condenado, sin darse cuenta de ello, pero no lo entendía: él esperaba que fuera capaz de construirse de nuevo. No quería resignarse a ser un escritor lituano mediocre.

Mientras tanto, la historia de la literatura conoce sólo dos o tres ejemplos en los que el escritor cambió de idioma y consiguió un éxito innegable. Quizá el caso más conocido sea el de Vladímir Nabókov. Su prosa llegó a ser un hito, no sólo de la literatura rusa, sino también de la americana. Pero hay que decir que Nabókov dominaba el inglés desde la temprana infancia.

~~~

Y siempre piensa intensamente sobre sus relaciones con la lengua lituana. Supongo que ahora, en la vejez, ha llegado a entender lo siguiente: la lengua ajena ya nunca podrá convertirse en el propio idioma materno. Sin embargo, él tiene aún la esperanza de salir de este laberinto: “¿Si no, para qué sirve una cabeza judía?”.

Me cuenta lo que le va diciendo durante muchos años a su esposa: “Hay géneros literarios donde el idioma no tiene tanta relevancia. Son precisamente los géneros en los cuales trabajo: el drama y la crítica literaria”.

Callo por compasión a Y. La lógica de sus reflexiones es superficial. Es verdad que en una obra de teatro, en el primer plano está la acción, y en la crítica literaria, el desarrollo de las ideas. Pero una obra dramática está muerta sin unos diálogos brillantes. En cuanto a un artículo, todas sus construcciones lógicas se deshacen si no están bien cimentadas con el pathos lírico y personal del autor. Un artesano puede escribir una pieza o una reseña con un lenguaje “mediocre”; Ibsen y Brandes42, en cambio, no pudieron hacerlo así.

A Y le gusta también discurrir sobre dos clásicos rusos, Tolstoi y Dostoievski, cuyo idioma – que según Y es algo descuidado – no les empequeñece en nada. Puesto que aquí no se habla directamente de Y, entablo una acalorada discusión con él. En 1967 publiqué en Siberia, en Novosibirsk, un libro sobre el proceso creativo de todo escritor. Este libro, Conversaciones en ruta, dedica muchas páginas a las “pseudo-negligencias” lingüísticas de Tolstoi, Dostoievski y Pushkin. Por eso, un laberinto lo es precisamente porque no tiene salida. Y  piensa en lituano, e incluso lleva su diario personal en este idioma. Pero carece de libertad, de amplitud de miras y de seguridad.

Y entrega sus escritos a los lituanistas para que los redacten. Les permite “reescribirlos” si es que el redactor lo desea.

Me confiesa que escribe con esfuerzo, pesadamente, como si revolviera grandes terrones. Sólo disfruta en la etapa de crear el contenido. “Inventar una pieza supone una gran felicidad; en cambio, escribirla es como estar condenado a trabajos forzados”.

¿No será éste su principal drama? Los argumentos se quiebran al no haber sido plasmados óptimamente por escrito.

 

EL BUMERÁN  (12 de agosto de 1990)

 

Asia, la hija de Y, se fue a vivir a Israel en 1972 43

Hoy, en el despacho de su padre, he visto su foto colgada en la pared, en un simple marco metálico: una muchacha judía normal, vestida toda ella de blanco.

Aquel año había acabado los estudios universitarios y trabajaba de programadora informática. Un día se sentó delante de su padre, y le dijo:

– Papá, tengo que interrumpirte un momento. Me marcho…

– ¿Adónde?

– A Israel.

Él le contestó con calma:

– Es cosa tuya. Yo de aquí no me voy a ninguna otra parte.

“Así se esfumó. Hace casi veinte años que está allí. En todo este tiempo nunca ha querido volver a ver la casa en donde nació”.

El bumerán. Es la palabra que Y no pronuncia, pero que se sobreentiende cuando hace, perplejo, las siguientes preguntas: “No puedo entender por qué se marchó. ¿Cómo se le ocurrió a Asia la idea misma de hacerlo? ¡Si la habíamos mantenido tan lejos del mundo de los judíos! Mientras crecía, en la familia no se oía nuestro idioma. No tenía ninguna amiga judía…”

No dudo, sin embargo, de que de vez en cuando a él mismo se le ocurría una sencilla explicación. El bumerán.

~~~

2 de setiembre de 1995. Para añadir a estas notas, diré que cada miembro de la familia, la madre, el padre y el hermano, ha visto a Asia por lo menos una vez en estos veinte años. Cada uno viajó a Israel por su propia cuenta para verla. Ella también vino, para despedirse de su padre. Vino tres veces. El camino de Y hacia la muerte es muy lento.

 

UN RECUERDO SOBRE LAS CENIZAS

 

Los miedos de Y pueden ser clasificados: por períodos, por su duración, por las causas de su aparición, por su intensidad (deliberadamente no he recurrido a literatura especializada, para que mi diario no sea parecido a las notas de un estudiante de psiquiatría).

~~~

– En la guerra, igual que muchos otros, yo no sentía miedo.

– ¿Entonces, cuando apareció este miedo?

– Al acabar la guerra…

Por supuesto, no fue así. Y ha olvidado: el miedo también había existido antes. Sin embargo, después de estar en el frente, se intensificó.

~~~

Su primer encuentro con los miembros del NKVD tuvo lugar también durante la guerra (recordemos su visita a la doctora en Kazakstán). El encuentro en la cantina al principio no le pareció nada especial. Acabó, sin embargo, con el internamiento de Y en un campo de trabajo (de hecho, de trabajos forzados), donde estuvo a punto de morir. Pero lo que más le duele mientras me cuenta el caso, es que “en la cantina ¡no me dejaron que acabara de tomarme la sopa!”

Otra cosa que Y tampoco puede olvidar es su obediencia incuestionable al “hombre de negro” de turno: ni siquiera sabía quién era.

~~~

El encuentro siguiente con los representantes del Servicio Secreto tuvo lugar después de la guerra, en Vilnius.

Un día, Y fue citado al Comité Municipal del Partido. Sin embargo, al entrar en el pasillo le dijeron:

– Hay alguien que quiere conversar con usted. No es aquí. Sígame, por favor.

Recordando este episodio, Y quiere ser honesto consigo mismo. Para su sorpresa, le pareció muy simpático el oficial del NKVD. Sus ojos amables, sus manos blancas y cálidas, su sincero interés por los escritores judíos: qué clase de gente son, cómo es su vida cotidiana, qué tipo de ayuda necesitan…

~~~

¿Se ha fijado Y en que todas las personas de esta “manada” se parecen?

No lo dudo. Si no, ¿cómo les reconocería cuando venían a la redacción de Pérgalė? Abrían la puerta del redactor en jefe sin miedo y sin haberse presentado.

Y vuelve a intentar entenderse a sí mismo. ¿Cómo pudo ser así? En estos casos, nadie le había avisado ni pedido nada. Sin embargo, él sabía que durante estas visitas al despacho del redactor en jefe, no se podía dejar entrar a nadie más.

~~~

El encuentro siguiente en un piso secreto del NKVD fue más severo, sin gentilezas. Fueron directos al grano. A Y le hicieron entender que ahora era uno de ellos, casi como si trabajara allí. Lo que les interesaba esta vez no era la vida cotidiana de los escritores judíos, ni sus biografías, sino sus características ideológicas.

– El poeta Osheróvich44. ¿Parece ser que hasta hace poco era sionista?

– El poeta Sútskever45. ¿Es cierto que no reconoce el papel del Partido en la literatura?

Y intenta eludir las respuestas directas. Le disgusta, sobre todo, el final de la conversación: hay que firmar un papel en el cual él se compromete que nadie sabrá nada de este encuentro. “¿Cómo, por qué?” – “Así será mejor para usted”. Los ojos bondadosos se han vuelto muy serios. Es una orden.

~~~

A Y no le gusta discurrir sobre la moral. Pero justo en aquellos tiempos, a finales de los años 40, él se impuso una barrera. Se dijo con firmeza: “¡No iré más a estos encuentros!” Inventa una justificación: “Acabo de casarme, y he prometido a mi esposa contárselo todo”. Claro que es sólo un pretexto. Muchos intentaron lo mismo. Lo que importa no son las palabras, sino la determinación.

~~~

En aquel entonces, Y no traicionó a nadie, no rompió ningún destino. Tuvo suerte. ¿Lo entiende él? Se lo pregunto a Y desconectando la grabadora, para que no se sienta incómodo. Por mi parte, le cuento la historia de un viejo escritor, Serguei Snégov, el cual pasó muchos años en un campo de concentración en Norilsk. Durante la investigación no reconoció ninguna de las acusaciones que le presentaron. Tuve muchos encuentros con Serguei Alexándrovich durante los años 80. Él siempre repetía: “Tuve suerte. A mí casi no me torturaron”. Y  asiente: “Yo también tuve suerte…”

~~~

Voy seleccionando los apuntes relacionados con los miedos de Y. Entiendo, sin embargo, que me será imposible realizarlo por completo. Grandes períodos de la vida de Y transcurrieron únicamente bajo el signo del miedo. Miremos, por ejemplo, los diez años de posguerra, cuando las autoridades soviéticas libraron una lucha encarnizada contra los cosmopolitas46 y los asesinos de batas blancas47, y luego la espera de represiones después de la muerte de Stalin…

~~~

20 de noviembre de 1991. Es interesante verle sumergirse en el pasado. Es como si se zambullera en un río de agua fría: de golpe, bruscamente. Al principio cuesta, pero luego uno se acostumbra al frío. Ahora ya está viviendo en aquel tiempo, y vuelve desesperadamente a buscar la salida del atolladero.

“…Ahora ya no me acuerdo cómo se llamaba aquella chica, nuestra empleada del hogar. Sólo recuerdo que tenía entre diecinueve y veinte años. Recuerdo también que cuando vino, solicitando el empleo, enseguida dije a mi mujer: “Hay que admitirla”. Era muy guapa… (“Sí, sí – él no me lo oculta, y la cinta deja grabada su sinceridad – también existían esta clase de opciones; yo no podía renunciar a eso…”). Ella estuvo en nuestra casa tan sólo unos cuantos días. Fue detenida por la noche; yo mismo salí a abrir la puerta. Más tarde, nos contó la amiga de mi mujer que nos había recomendado a esta chica, que la detuvieron por haber huido de su pueblo cuando toda su familia fue deportada a Siberia.

Cuando marcharon los del Servicio Secreto, ¿sabe usted cuál fue el primer pensamiento que se me ocurrió? Fue: ¿Y si el agente del NKVD hubiera abierto el armario de mi biblioteca? – Sí, la biblioteca ya estaba aquí, en este mismo sitio – ¿y si hubiera visto mi diario y las carpetas con mis apuntes? ¡Da miedo pensarlo! En mi diario tenía cosas prohibidas, antisoviéticas. Allí apuntaba lo que no podía decirle a nadie, todo lo que observaba en la vida real. Desde el punto de vista de hoy, no era nada especial: largas colas, enchufes, la burocracia del Partido, los trágicos cambios que se operaban en la cultura judía”.

–… ¡Pero si el espíritu de sus artículos en aquellos tiempos era diferente!

– ¡Y en el diario, yo escribía la verdad!

– Una vez, usted me dijo que ambas cosas eran sinceras.

– Ambas cosas… Yo justificaba mis artículos con la intención de apoyar el comunismo.

 

… Así que pensé: es peligroso guardar el diario. Hay que ocultarlo o destruirlo. Ocultar, ¿dónde? ¡Pero si no hay manera de ocultarlo! Si quieren encontrarlo, lo encontrarán en cualquier parte. En aquel tiempo no tenía garaje; además, esto habría sido un recurso banal y fácilmente deducible. ¿Se lo doy a alguien para que me lo guarde? Pero si no podía confiar en nadie, ni tan sólo en mi esposa, demasiado ingenua. Además, yo tenía la sensación de que en aquel momento no necesitaba ni la lengua judía ni las desgracias judías. Esto era ya una etapa superada. ¡Ahora ya soy un escritor lituano, y hay que destruir las huellas de mi pasado! Esta idea me rondaba la cabeza cada vez más, y me pareció indiscutible después de la detención de mi amigo, el poeta Hirsh Osheróvich. ¿Pero cómo se puede destruir el pasado? ¿Simplemente tirando los papeles a la basura? Seguramente alguien se habría dado cuenta.

–… ¿Su diario lo escribía en libretas?

– Sí, pero no sólo en libretas.

– ¿Eran numerosos esos apuntes?

– Muy numerosos, varias carpetas. Además, lo que hacía falta destruir no eran sólo los diarios.

¡Los libros judíos! Por ejemplo, las obras del historiador Semión Dúbnov48, tildado de intelectual burgués nacionalista. O Pérets Márquish49. Hacía poco que era considerado un eminente poeta soviético. Pero ahora está detenido. Resulta que sus obras también tienen que ser destruidas. Todos los libros judíos publicados en el extranjero, también. Por todo esto me pueden detener. Sí, sí, tan sólo por guardarlo. Así que hay que aniquilarlo todo, casi toda mi biblioteca, o como mínimo más de la mitad. ¿Pero cómo lo hago?

Lo más lógico parecía quemarlo todo. Aquí, en este lugar estaba la estufa. En las habitaciones había otras tres, y en la cocina teníamos unos grandes fogones. En aquellos tiempos usábamos leña y turba para calentarnos. Parecía sencillo: ir metiendo los libros, uno tras otro, en el horno. ¡Pero si lo vería la empleada del hogar!

En una palabra, decido ir quemando los papeles poco a poco, cuando todos estén durmiendo. Lo haría en mi despacho cada noche, durante varias semanas. Sin embargo, hay otro problema: la chica, cuando limpie las cenizas por la mañana, verá sin falta los resultados de mis ocupaciones nocturnas. Se sabe que las cenizas de papel quemado se pueden distinguir enseguida.

¿Qué puedo hacer? Encuentro una solución. Cada mañana, envío a la chica a comprar algo, y mientras tanto saco el cubo con las cenizas.

Pero lo que me martirizaba más era otra cosa. Iba quemando por las noches mis manuscritos, diarios y libros, y lloraba. Observando cada papel, me decía: Es una parte de tu alma. Teniendo en las manos los libros de Dúbnov, o del genio literario Biálik50, me acordaba que había crecido leyéndolos y releyéndolos. Recuerdo bien aquellas lágrimas mías y mi miedo. Le confieso: aquellos fueron mis días y noches más negros.

Una vez alcancé otro libro para entregarlo a las llamas – y me estremecí. Era la Torá. Me la había regalado Osheróvich en el año 46 o 47, por mi cumpleaños. En la primera página había su dedicatoria. Me puse histérico… Y al mismo tiempo tenía que controlarme y contener los sollozos, por miedo a que me oyeran mi mujer o la chica.

Quemar este libro me resultaba imposible. Mire, aquí está. Sólo falta aquella primera página con la dedicatoria, la cual eché a las llamas. En cuanto a la Torá, la llevé a otra habitación y la escondí en el armario ropero de mi mujer, en un rinconcito.

Todo esto duró bastante tiempo. ¿Cuánto? No lo recuerdo con exactitud. Era un invierno muy frío, encendíamos las estufas con frecuencia. Las cenizas del papel de mis libros y apuntes quemados las veía constantemente sobre la nieve. Luego supe que muchos otros también quemaban libros judíos”.

 

SUEÑOS

 

9 de noviembre de 1994. Los miedos, como norma, visitan a Y mientras duerme. La conciencia se desconecta, como también el autocontrol. He aquí uno de sus sueños recientes:

“En la habitación entra un hombre. Es joven y simpático, y tiene una jeringa en la mano. Hay mucha gente alrededor, pero él se encamina directamente hacia mí:

– ¡Dame el brazo!

– ¿Para qué?

Se lo digo con tranquilidad, pero de hecho estoy temblando de miedo.

Él sonríe – según parece, entiende lo que me pasa.

– Es necesario.

– ¡No, no! – grito como un loco.

Él insiste:

– ¡Sí, sí!

La sangre se me hiela en las venas. Parece que nunca antes he sentido tanto horror. Con mis últimas fuerzas, grito:

– ¡Socorro! ¡Ayúdenme!

Sin embargo, nadie me hace el más mínimo caso. Ni me miran.

Mientras tanto, el desconocido se acerca cada vez más. Giro la cabeza: ¿Dónde podría esconderme? Él me advierte, ya sin sonreír:

– Hagas lo que hagas, no te escaparás de mí.

De modo que me encuentro ya en un rincón de la habitación. No tengo dónde refugiarme. Oigo una orden tajante:

– ¡Venga, el brazo!

Vuelvo a intentar hablarle por las buenas, le suplico… El joven cambia de tono, me explica que la inyección es necesaria, que es por mi bien, para salvarme. De repente, me doy cuenta de que tiene razón. Al momento le obedezco sin dificultad, y le tiendo el brazo”.

Es en este punto que Y despierta, todo él empapado de sudor. Escucha el latido de su corazón. Toma apresuradamente la medicina. Mientras está en la cama, piensa: “Debería apuntar este sueño”. Pero no tiene fuerzas para hacerlo. Pasados dos días, me lo contará por teléfono.

 

VOCES EN LAS RUINAS

 

De hecho, Y comenzó a despedirse de la vida mucho antes de lo que le parece ahora.

~~~

Llegó a la Vilnius liberada de los nazis en el verano del 44. Fue uno de los primeros en volver a Lituania. ¿Qué se le grabó en la memoria? ¡El gueto! Las calles judías del casco viejo fueron reducidas a ruinas. La vida allí se había parado de golpe, pero a él no le abandonaba la sensación de que las ruinas todavía podrían hablar.

Cada día, Y se dirigía a aquel barrio. A veces le acompañaban otros intelectuales judíos. Unos, al igual que él, habían vuelto del frente; otros habían sido refugiados o guerrilleros. Algunos habían salido de las malinas – escondites secretos, construidos aquí mismo, en Lituania. Cada cual tenía su propio camino y su propio destino. Pero todos ellos aún creían que después de la guerra la cultura judía renacería.

– ¿Cuáles fueron los resultados de nuestras expediciones? Libros viejos… manuscritos… fotos… fragmentos de documentos y diarios personales… insignias con la Estrella de David, que todos los judíos estaban obligados a llevar durante la ocupación nazi… Todo esto estaba desparramado en los desvanes, sótanos, o simplemente en el suelo, y finalmente formó parte de la exposición del Museo Judío. Este museo fue creado poco después de la guerra, pero las autoridades soviéticas lo cerraron muy pronto, en el año 49 51.

La mayoría de las veces, sin embargo, Y iba al gueto solo, atraído por una fuerza inexplicable. Todo alrededor eran ruinas. Y se paseaba en medio, como hipnotizado. Se sentaba sobre las piedras y las baldosas de casas destruidas. A veces hablaba con las ruinas.

¿Qué más quería encontrar allí? ¿Qué voces esperaba oír?

Lo más probable es que Y se imaginara a sí mismo en el gueto.

~~~

“Volví a tener las mismas sensaciones una sola vez, cuando fue liberada Kalvaría.

Llegué a mi ciudad natal en un camión militar que yo había hecho parar en el camino. Me dejaron subir porque vestía uniforme: todavía no me habían desmovilizado. Pasé la noche en casa de unos conocidos. Durante el día, caminaba sin parar por las calles; también fui a las afueras. Igual que en Vilnius, tenía la sensación de no pensar en nada, pero no podía marcharme de aquel lugar”.

¿Se encontró con los judíos que se habían salvado? “Sí, claro que sí”. ¿Anotó sus recuerdos? “No, qué va, no pude”. Y, ¿qué recuerda Y de lo que le contaron los testigos de origen étnico lituano, polaco y ruso52?

– Un motivo que todavía sigo oyendo: todos, o por lo menos la mayoría, no habían visto nada…“Me había marchado”, “estaba enfermo”, “precisamente en aquellos días estaba muy ocupado”…

Escuchándolos, Y oía otros pasos en el adoquinado de la calle: los de su abuelo, madre, padre y hermanas.

 

LA CARA DE LA MUERTE

 

2 de enero de 1991. ¿Es enfermizo el interés de Y hacia el fenómeno de la muerte? En mi opinión, este interés está justificado, por supuesto si se piensa en la vida y la muerte en serio.

~~~

En los últimos años, Y casi no sale de casa. Siempre que vuelvo de un funeral, me pide que le cuente con todo detalle: si el difunto había tenido una larga enfermedad, cómo se encaró con la muerte, quién habló en el funeral y qué dijo exactamente.

Para Y, la muerte es lo que nos revela la esencia de la vida. En este enfoque, Y no es ni único ni original.

EL TÉ DE LAS MAÑANAS. Es una antigua verdad: entre la vida y la muerte no hay ninguna contradicción; más bien, esta contradicción es ficticia.          “¿Sabe usted en qué radica la complejidad? Hoy entiendo fácilmente esta verdad: para mí es como dos y dos son cuatro. Mañana, en cambio, tomaré mi taza de té, saldré al solecito – y de golpe lo olvidaré todo. Y volverán de nuevo las ilusiones. Y me volveré a engañar a mí mismo”. (3 de setiembre de 1994)

~~~

¡ES UNA SITUACIÓN DIGNA DE LA PLUMA DE ORWELL! ¿Hasta qué punto está limitada la libertad del hombre que vive en una sociedad totalitaria? ¡Si no tiene siquiera el valor de hacer disposiciones para su propio funeral!

“¡Cuánto he pensado en dónde habría de yacer en la tumba! Eran los años cincuenta. De hecho, no tenía elección. Sabía que el funeral iría a cargo de una comisión especial de la Unión de Escritores, y sería como lo dispusieran ellos. Yo, en cambio, en este asunto habría preferido tener la última palabra. Así que hice una nota: quiero que me entierren en mi ciudad natal, en Kalvaría. A esto sí que habrían accedido. Llegaron, sin embargo, otros tiempos; no morí. Y la nota aquella, la rompí en trocitos…” (9 de noviembre de 1994).

~~~

¿CÓMO ESTÁ GUARDADO EN SU MEMORIA EL HOMBRE A QUIEN HABÍA MATADO? He aquí lo que le grabé el 28 de octubre de 1990, casi sin ninguna omisión.                                                                                                           “Estamos en julio de 1943, durante nuestra ofensiva en el Arco de Kursk53. El cielo parece hierro incandescente. Los alemanes atacan. Disparo con mi fusil automático y por primera vez veo al hombre de quien puedo decir sin dudas: le he matado yo. El alemán me parece enorme, casi un gigante. Le veo desde la trinchera donde estoy echado, mientras que él surge desde arriba, casi como caído del cielo…

Finalmente, oscurece; el tiroteo cesa. Parece que no habrá nuevos ataques hasta mañana por la mañana. Traen la cena con la cocina itinerante. El cielo negro es de una gran belleza. Parece que soy el único que no puede tranquilizarse. No dejo de mirar la protuberancia que destaca visiblemente, desde la trinchera: es el alemán muerto. Comienzo a entender que no me calmaré hasta que no salga de la trinchera y haga estos diez metros bajo las balas esporádicas. Hasta que no vuelva a ver su cara.                          ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Veinte minutos, media hora, una hora? Llego arrastrándome hasta él. El cadáver ya está descomponiéndose, ya que estos días hace un calor insoportable. Hurgo en sus bolsillos. No hay documentos: como siempre pasa en caso de ataque, se los han quedado los compañeros del muerto. En cambio, encuentro una carta.

Leí la carta de madrugada, apenas hubo amanecido. Sé leer en alemán. Dirección del remitente: Viena. Una carta normal y corriente de una mujer de soldado: “Eres mi amor y mi única felicidad. Los niños y yo te esperamos, cuando vengas de permiso.”

También había una foto: un muchacho apuesto, alto, rubio, y una mujer joven, rebosante de salud, con tres niños pequeñitos.

– ¿El alemán a quien mató era mayor que usted?

– Creo que era más joven. O de la misma edad que yo.…                     Parecía estar hipnotizado. Cada cuarto de hora sacaba la foto y la miraba fijamente. “¡Yo he matado a un hombre, yo mismo!” Esta idea siempre me perseguía, igual que su cara.

Después de la guerra, coloqué la foto sobre mi escritorio. ¿Para qué? Para no caer en la tentación de olvidar lo que había pasado”.

~~~

No soy el único a quien Y cuenta aquel suceso. El mismo tema aparece en la carta a su hija. ¿Por qué, entonces, en la carta no dijo nada sobre otra muerte, también ocurrida en el frente, y que le dejó tan marcado? Seguramente habrá funcionado el censor que llevaba dentro; el primer caso era el de un alemán muerto, y el segundo, se centraba en la muerte de un combatiente soviético.

 

Tengo esta historia grabada en una de mis cintas:

 

“Allí mismo, en el Arco de Kursk, cayó en combate nuestro jefe de sección. Le conocía bien, desde antes de la guerra.

En Kaunas, en los tiempos de mi juventud, había un cine especial, que proyectaba únicamente películas soviéticas. Un muchacho joven, bien parecido, era quien siempre controlaba las entradas. A mí, al ser periodista, siempre me dejaba pasar gratuitamente, e incluso me acomodaba en uno de los mejores asientos. ¡Yo podría escribir sobre la película! Y esto atraería al público. Entre las películas que vi recuerdo una, El camino de la vida 54, que me impresionó muchísimo y dejó una huella en mi visión del mundo… Aquel chico del cine, seguramente era un comunista clandestino. No me asombré al encontrarle en la Decimosexta División. Era alférez; todo el mundo le tenía un gran afecto y aprecio.

En aquel combate, la bala le alcanzó enseguida.

Eran entre las diez y las once de la mañana, y no había ninguna manera de sacarle de allí. Estaba tumbado a la entrada de la trinchera, y todos teníamos que pasar por encima de él, mientras llevábamos, corriendo, las municiones.

¡Es tan difícil narrarlo con detalle! Nos esforzábamos por hacer aquel paso con el máximo cuidado. Pero… está en curso el combate. Las balas atraviesan el aire. Alguien se descuida… Ya está aplastado un brazo de nuestro jefe de sección; luego, una pierna… Repito, era imposible ni entrar el cadáver ni echarlo fuera de la trinchera. Al acabar el día, su cuerpo se transformó en una masa deforme.

Yo miraba a mis compañeros, esperando entender su reacción. Todos, sin embargo, tan sólo pensaban en una cosa: había que repeler el ataque alemán. Al final, dejaron de ver el cuerpo. En cuanto a mí, me costaba hacer aquel paso. ¡Pero lo hacía! Ya no había manera de atravesarlo, por fuerza lo teníamos que pisar…

Aquello fue para mí un trauma psicológico – tan grave que incluso ahora noto sus consecuencias. Le confieso: después de aquello, ya no pude disparar;  más bien disparaba al aire. Entendía que hacía muy mal, teniendo delante al enemigo. Pero, de otro modo no podía. De ninguna manera. No sé cómo habría acabado aquello para mí. Seguramente, de un modo horroroso. Pero el veinte de agosto fui herido; me sacaron de la línea del fuego, y ya no volví al frente.”

Desde aquel tiempo, Y no lleva puestas sus condecoraciones militares. El 9 de mayo no celebra el Día de la Victoria55 (“Para mí no es una fiesta”).  No le gusta la literatura sobre la guerra. “En ningún libro he encontrado mi verdad sobre este tema. Quizá esté en unas cuantas páginas de Remarque o de Hemingway…”

 

~~~

No es extraño que Y haya mencionado a Hemingway, a quien le atormentaba el tema de la muerte – para ser más preciso, el de una muerte violenta. El escritor americano creía que a cada hombre le convendría sufrir un accidente aéreo.

~~~

¿Cómo están relacionados con la muerte los miedos de Y?

 

EL AFORTUNADO

 

– ¿De todas formas, cómo es que usted sobrevivió?– Esta pregunta no la hago tan sólo a Y, sino a todos los judíos a quien entrevisto y que sobrevivieron a aquellos horrores: el gueto, el campo de concentración, el frente, el precario refugio en casas de cristianos, la deportación a Siberia, la “lucha contra los cosmopolitas”, o las persecuciones por el deseo de emigrar a Israel. ¿Cómo es que sobrevivió? En el fondo del alma, siempre tengo la esperanza de que por fin se me revele cierta regla o ley, cierto misterio de la vida, sencillo pero oculto a mi entendimiento hasta este momento.

~~~

Los contornos de este misterio se le perfilan claramente a Y en su vejez. De joven, tan sólo le surgían las conjeturas: “Soy un afortunado, me acompaña la buena suerte, hay alguien o algo que me protege.”

“…Me percaté de ello en el frente. En nuestra compañía había ciento veintiocho personas. ¿Se ha fijado usted en este número? Ciento veinticuatro murieron o quedaron gravemente heridos. Yo, en cambio, tuve una herida leve, en el brazo. Toda la compañía lo sabía: Yosade siempre tiene suerte. Muchos creían que también era valiente. Pero yo no era valiente, aunque fui condecorado con la medalla “Por el valor”. Lo que tenía no era valor, sino buena suerte. Le contaré el siguiente caso. En otoño del año 43 teníamos que atravesar corriendo un barranco, que era un objetivo constante de los disparos alemanes. Al aproximarnos al barranco, el jefe pregunta: “¿Quién irá el primero?” Grito enseguida: “¡Yo!”. No, esto no es ser valiente – simplemente, me oriento en la situación en un santiamén. En este caso me ha pasado por la mente que en los primeros momentos los alemanes no tendrán buena puntería y yo ya habré atravesado el barranco. El jefe dice, “¡venga!”. Doy el primer paso, pero en este momento alguien me da un empujón y me echa hacia atrás. Es un chico alto y delgado, que dice “no, iré yo”. Su lógica es distinta: si Yosade quiere ir el primero, resulta que no hay peligro – él siempre tiene suerte. El jefe asiente: “¡Vete!”. ¿Qué pasó después? La primera bala alcanzó a aquel chico y fue mortal. ¿Y yo? Yo sí que tuve suerte.”

 

~~~

Algo más sobre la buena suerte. “Cuando empezó la guerra, huí de Kaunas con dos amigos íntimos. Uno era el poeta Hirsh Osheróvich, entonces ya bastante conocido; el otro era mi mejor amigo de Kalvaría, Moishe Ayérov, muy buena persona, un muchacho ingenioso, de un talento excepcional. Moishe también había encontrado ya su vocación: era catedrático de química en la Universidad. Más tarde, Osheróvich quedó rezagado y nos perdió el rastro, mientras Moishe y yo llegamos caminando hasta Dvinsk56, el gran enlace ferroviario.

– Y sucedió aquello que me ha motivado a contarle todo esto. Escuche. Estamos esperando en la estación de Dvinsk y vemos dos trenes. Ambos se dirigen al este, que es nuestro destino. En un tren hay mucha gente joven, se oye música de acordeón y canciones. ¿En cuál de estos trenes iremos? Créame, en todos los largos años de nuestra amistad, Moishe y yo no habíamos discutido nunca. Y en ese momento, casi nos peleamos. Él dice: “¡Subamos al tren de la gente joven!” Yo, en cambio, insisto: “¡No! ¡Vamos en el otro!” No llegamos a ningún acuerdo. Con el gran tumulto que se armó a la hora de subir al tren, acabamos subiendo a trenes diferentes. Incluso perdí todos mis enseres en el caos.

Mi tren llegó felizmente a su destino; el otro, fue bombardeado y destruido. Moishe salió vivo del bombardeo y se tuvo que quedar en Minsk57. Estuvo luego en el gueto de Minsk y murió de hambre justo antes de la liberación.                                                                                                       ¿Por qué este afán mío por subir precisamente a aquel tren? Ni ahora me lo puedo explicar”.

 

~~~

– ¿Una suerte tan impresionante, se ha dado muchas veces en su vida?

– ¡Esa es la cuestión: bastantes veces!

Como es el caso de muchas personas, Y hace coexistir lo incompatible: una permanente sensación de estar en un atolladero existencial y… otra, la de ser un gran afortunado.

Más tarde pregunto, esta vez a mí mismo: ¿En qué precisamente fue afortunado? Salvarse durante la evacuación, no morir en el frente, no ser detenido, no morir de los infartos… De hecho, ¡no es poca cosa!

~~~

¿POR QUÉ EL DESTINO LE PROTEGE? Me sería incómodo citarle a Y las palabras del filósofo ruso Rozánov58: “El destino protege a los que priva de la gloria”. Esta idea exige lógicamente una continuación. Quien ha llegado a su tiempo glorioso, lo más a menudo ha cumplido ya su predestinación. El destino protege a los que aún tienen que cumplir su misión en la Tierra.

La predestinación. Y siempre se ha dado cuenta de tener una. Sin embargo, nunca pudo llegar a entender en qué consistía. Finalmente lo entendió: tenía que escribir un ciclo de obras teatrales sobre los judíos de Lituania. ¿No es ésta la razón por la que le ha sido concedida una larga vejez?

 

SIN TÍTULO

 

Sus relaciones con Dios son indefinidas. ¿Por qué tocamos este tema? Hay tres razones: su proceso de despedirse de la vida; la predestinación o fatalidad, que inquietan bastante a Y; y la siguiente confrontación: Dios y la Catástrofe de los judíos59. Y esta convicción suya: “¡Dios me protege!”

~~~

“En nuestra casa, no se seguían las tradiciones y preceptos del judaísmo, con la excepción de que mamá cocinaba platos kósher60. Mi padre iba a la sinagoga sólo en días de grandes festividades, y entonces hacía cuantiosos donativos. Seguramente, con ello consideraba cumplido su deber ante Dios. No llevaba barba, como habría sido propio de un judío creyente, y fumaba durante el Sábat61. Los sábados por la mañana iba a la fábrica, donde el día festivo era el domingo.”

~~~

“En mi juventud, la religión no era ajena a mi alma. Sin embargo, mis intereses se centraban en otras cosas: filosofía, literatura, estética… Luego me dejé arrastrar por las ideas socialistas y me hice ateo. Mis reflexiones eran las siguientes: “Nadie sabe qué es Dios. En cambio, aquí en la Tierra, es absolutamente real la injusticia.” El valor superior del mundo era para mí la armonía, la belleza; pero no las relacionaba con la existencia de Dios.”

~~~

“Me acerqué a Dios después de la guerra. De repente tuve una clara sensación: alguien dirigía mi camino y mi vida.”

~~~

¿Otra contradicción? Y sostiene que sus raíces están en el judaísmo; sin embargo, su presente está relacionado con la cristiandad. No es nada casual que tenga la escultura de Cristo en su estudio – “¡Es un hito importante para mí!”

El judaísmo para Y es El principio de los principios, el fundamento para la visión del mundo. Es de lo que él se apartó – sin haber llegado a ningún otro destino. Hace medio siglo que trabaja en el seno de la cultura lituana. “Soy europeo. El cristianismo es el punto espiritual más alto de nuestra civilización.”

Principios autoexcluyentes vuelven a reconciliarse fácilmente en su alma.

~~~

“Hace tiempo que entendí: Dios no se parece a un ser que, sopesando nuestras acciones buenas y malas, le da luego a cada cual su merecido. La justicia de Dios radica en alguna otra cosa… Todo es mucho más complicado.”

~~~

“Sí, Dios es justicia. Pero lo que pasa es que las personas han entendido y entienden la justicia de maneras diversas, ya sea hace tres mil años, dos mil años, o ahora… Entonces, ¿qué es Dios?”

~~~

“Respecto a mí mismo, Dios siempre ha sido magnánimo. Mientras yacía enfermo oía su voz: Sabes, Yosade, que si quince personas de tu familia más próxima perecieron, ello significa que tú debes vivir”.

~~~

A causa de su carácter, propenso a eternos experimentos, a Y le cuesta aceptar una verdad que es tan sencilla para un judío creyente: tus relaciones con Dios están claras si no haces trampa, si recuerdas que todos tus pensamientos y deseos se graban para siempre jamás en el Libro.

A veces, tengo la impresión que, sabiendo mi interés por la religión, Y habla conmigo de Dios por amabilidad. Se lo digo, añadiendo:

– El judaísmo no es contrario a que uno tenga dudas en Dios…

– ¡Exacto! ¡Ése es mi estado actual!

Sin embargo, hacia el final de su vida, el ateísmo implícito de Y se va diluyendo. Le noto toda clase de manifestaciones: a veces, miedo; a veces, veneración a Dios; y lo más a menudo, humildad.

 

~~~

“Señor, gracias por permitirme aún ver el cielo y la tierra, aunque sea a través de la ventana…”

 

NEXT