HISTORIA DE UNA IDEA LITERARIA

 

Para hacer que Y hable con más franqueza, le hago un largo discurso sobre la verdadera historia de la literatura soviética, de acuerdo con mi actual  visión. He aquí algunos fragmentos:

–… ¡Cuántos libros no pudieron ver la luz a causa del miedo! Una biblioteca enorme. ¡Y cuántos libros simplemente no fueron creados, por la misma razón! El miedo a la dictadura hacía que los escritores plasmaran en imágenes ideas que les eran ajenas. He aquí una cadena, un torbellino fantasmagórico: el libro del escritor formaba a un nuevo lector – por supuesto, en el espíritu exigido por el Sistema; el nuevo lector, a su vez, le hacía al literato nuevas exigencias. ¿Qué se estaba produciendo, entonces, bajo el peso del miedo? Una banalización de la literatura, que crecía como una bola de nieve.

~~~

En este momento, Y se levanta y se acerca al armario donde guarda sus archivos:

“En cuanto a mí, en aquellos tiempos estaba escribiendo la novela Vigilancia. Lo hacía en yídish, desde diciembre del 52 hasta marzo del 53”.

~~~

¿Cómo nació la idea? Recuerdo que en aquellos días se hicieron frecuentes, en los diarios, los artículos sobre los médicos saboteadores62 (es decir, envenenadores). Tengo olfato de periodista. Leyendo esos artículos, entendí que aquella campaña iba en aumento. Me sentía cada vez más alarmado.

~~~

Precisamente en aquellos tiempos, tres hombres me visitaron un día en la redacción de Pérgalė. Se presentaron:

– Somos del Comité Municipal del Partido. Quisiéramos hablar con usted.    Dos eran rusos, y uno, judío. Su propuesta me asombró:

– Compañero Yosade, le conocemos como a un sagaz crítico literario y un activo miembro de la Redacción. En una palabra, en nuestra opinión, usted debería estar en las filas del Partido.

Quedé estupefacto. Luego me imaginé lo que me podrían decir ellos mismos unos meses más tarde: “Cosmopolita, saboteador, se ha colado en el Partido para descomponerlo por dentro”.

Por supuesto, les dije algo muy diferente, totalmente contrario a mis pensamientos:

– Es maravilloso. Siempre he soñado con esto, pero no me decidía… ¿Y si no fuera digno de la confianza? Les estoy muy agradecido por ofrecérmelo.

Después de un breve silencio, proseguí con un tono un poco diferente:

– ¿Pero, llevan ustedes los formularios?

– ¡Claro que sí! – Uno de ellos sacó enseguida los formularios y los puso sobre la mesa.

– ¡Muy bien! Los rellenaré más tarde.

– ¿Por qué aplazar un asunto tan importante?

– Es que también necesito las recomendaciones.

– Las habrá, claro está.

Siempre me ha salvado el sentido de humor.

– No puedo hacer nada con prisas. ¿Saben el chiste? “Una vez lo hice con prisas, y venga – hasta ahora voy pagando cuarenta rublos al mes, de pensión alimenticia”.

Los tres se rieron: un chiste de hombres.

– Bueno, en este caso volveremos al asunto dentro de unos días.

Se fueron. En cuanto a mí, me sentí acorralado. No como, no duermo. ¿Qué hago? No lo sé. A mi esposa, claro está, no le cuento nada. En casos como éste, ella enseguida se pierde. ¿Cómo salgo de este lío? ¿Y si me marcho a algún lugar, intento huir?

Después de mucho cavilar, decidí pedirle consejo a Aleksandras Gudaitis-Guzevičius63. Aquí es necesaria una explicación. Nos unía una relación especial, a mí y a este escritor lituano, que hacía poco era el Narkom (ministro) de Seguridad de la Lituania Soviética. En su día, escribí un gran artículo sobre su primera novela, La verdad del herrero Ignotas. El artículo, según me parece, ayudó a Guzevičius a afirmarse en el mundo de las letras. Ahora el autor cosechaba los laureles, habiendo ascendido al Olimpo literario. Hacía poco, en el año 51, a la novela le fue otorgado el prestigioso Premio Stalin. Es cierto que  Guzevičius ya no era el jefe de la Seguridad pero, sin duda, estaba bien informado y podía darme un buen consejo. (A propósito, ¿cómo, de qué manera, por qué razón abandonó él el sistema del poder? No lo sé. De allí nadie se marchaba tan fácilmente. ¿Puede que le hubiera ayudado Sniečkus64, el máximo dirigente del Partido en Lituania? Habría dicho a sus superiores: “Guzevičius es un gran escritor, ha creado una epopeya. Hay que darle la oportunidad de que prosiga su trabajo literario”. O tal vez se dio cuenta él mismo: tienes que marchar mientras estés a tiempo… ¿O quizá el trabajo literario realmente le resultara lo más importante?).

Así que le llamé por teléfono.

– ¡Ah, Yosade! Ven sin falta a cenar, y claro está, con tu esposa.

– Preferiría venir solo, si es posible. Ahora que usted está publicando su novela Los hermanos, me gustaría que habláramos sobre esta obra, para luego hacer una reseña en la prensa.

– Bueno, como quieras.

Al atardecer voy a su casa. La esposa del escritor prepara la mesa. Es una mujer joven, unos veinte o incluso veinticinco años menor que él (es hija de Kapsukas65, el fundador del Partido Comunista lituano). Antes de sentarnos a la mesa, el anfitrión se acuerda:

– Todavía no te he regalado la reedición de mi primera novela.

(Un detalle curioso: él me tuteaba y yo le trataba de usted, aunque teníamos casi la misma edad; él era tres años mayor).

Le contesto:

– Será un placer recibir el libro con su dedicatoria.

Pero de repente, al oír mis palabras, el escritor quedó pensativo. Más tarde traté de reconstruir estas cavilaciones suyas: “Yosade es judío, es decir, cosmopolita; mañana será detenido, y le encontrarán el libro con mi dedicatoria. Yo, mientras tanto, he sido el titular de Seguridad. Lo que ocurre ahora incluso puede ser una prueba a la que me someten…”

Seguidamente fui testigo de una escena digna de descripción por sí misma.

Guzevičius se levanta del sillón y se dirige a la estantería. Luego vuelve hacia mí y se pone a contarme algo. Pasado un cuarto de hora, vuelve a dirigirse al armario, abre las puertas y se queda allí parado, perplejo. Debe estar pensando: “No se trata tan sólo de la dedicatoria y mi firma, sino también de la fecha. ¡Sí, la fecha es muy importante! Y si alguien se dedica a hacer los cálculos, pensará: ¿En qué tiempo precisamente decidió Guzevičius apoyar al cosmopolita Yosade?”

Yo había sido ingenuo. Tan sólo al acercarse por segunda vez al armario, me percaté de que el escritor estaba preocupado por algo. Le recordé lo del libro. Y he aquí que él toma un ejemplar de la pila y… dice, dirigiéndose a su esposa:

– Cariño, sería bonito que este libro fuera una sorpresa para la esposa de Yosade: ¡hazle tú la dedicatoria!

¿Entiende usted sus argucias? Pero la bella esposa caprichosa no entendió el truquillo. Le contestó:

– Soy tu mujer, y no una secretaria. ¡Firma tú mismo!

Así que tuvo que tomar la pluma y escribir: “Para el compañero Yosade, del autor agradecido. Gudaitis-Guzevičius. 6. 12. 52”.

Luego cenamos, hablamos de algo… Pero ya había entendido una cosa: pedirle consejo a Guzevičius sobre mi situación era inútil.

La historia proseguía de la siguiente manera.

Me voy de su casa totalmente deshecho. Si incluso él tiene miedo, si incluso él tiembla, ¿qué puedo hacer yo?

Salgo a la calle. Camino sin rumbo fijo. La ciudad está inmersa en la oscuridad, todas las cortinas están corridas, todos los portales están cerrados. Y tan sólo un edificio, que ocupa una manzana entera, está inundado de luces. Es la sede lituana de la Seguridad Estatal. Un cuadro siniestro…

Desde el lado opuesto de la acera, miro las ventanas detrás de las cuales se está llevando a cabo un trabajo horroroso, y pienso: “¡Aquí está, ha llegado tu fin!”

¿Qué hago seguidamente? Imagínese usted: me pongo a correr. Voy corriendo a casa, a mi despacho. Es tarde, todos duermen ya. Mis pensamientos giran alrededor de la misma pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Se me ocurre que ahora todavía puedo hacer la última tentativa: no habrá otra. Mi mente funciona a un ritmo febril. Tomo papel y me pongo a escribir.

Comienzo el trabajo sin tener un plan exacto, sin saber todavía el argumento del futuro libro. Será una novela, más o menos larga. Mi fantasía arde. Veo la ciudad portuaria de Kláipėda66 y sus astilleros. He aquí mi personaje: un ingeniero, un judío sionista. Está llevando a cabo un trabajo clandestino, subversivo, una tarea explosiva – en el sentido literal de la palabra: quiere hacer volar estos mismos astilleros.

¿Es una tragedia para mí? Esto es, sin embargo, mi posible salvación. Si los del MGB llegan para arrestarme, enseguida encontrarán sobre mi mesa este manuscrito. Lo estudiarán y dirán: “Es uno de los nuestros”. Incluso si el libro no queda acabado, incluso si sólo tengo tiempo para hacer unas setenta u ochenta páginas, quedarán claras las ideas patrióticas del autor y las principales líneas del argumento.

En una palabra, escribía con una asombrosa facilidad. ¡Cómo no, si cada página me acercaba a la salvación!

Aún conservo este manuscrito en mis archivos. No sólo no lo destruí – he vuelto a releerlo varias veces.

En cuanto a aquellos tiempos… Yo me tranquilizaba trabajando. ¿En qué idioma escribía? Por supuesto, en yídish. Creía que así sería más convincente para el instructor del caso.

Finalmente, la muerte de Stalin67 interrumpió mi trabajo – que ya no continué.”

Hay algunos puntos extraños en el relato de Y. Sólo dos cosas son evidentes: el libro de Gudaitis-Guzevičius en su estantería, y el manuscrito inacabado de su novela Vigilancia, que figura en la lista bibliográfica de sus obras (hecha por él mismo) con el número 100.

 

HAY QUE SABER DESPEDIRSE A TIEMPO

 

Él se está preparando para morir. Al mismo tiempo, al lado está muriendo la Lituania de los judíos, lo cual es percibido por Y con tranquilidad, como algo inevitable. Hace poco que las instituciones judías de Lituania han renacido, y ya están envejeciendo.

“Así tendría que ser”. Estas palabras de Y parecen una letanía.

 

ASESINOS DE BATAS BLANCAS

 

Cuenta la doctora Sideraitė:

– En aquellos tiempos viene a mi consulta una paciente. Recuerdo bien su apellido, Lukiánova. Hace tiempo que la tengo en tratamiento con bastante éxito. Su actitud para conmigo no es de simple respeto, sino casi de auténtica veneración. No sabe, sin embargo, que soy judía. Una vez, en la consulta, en presencia de la enfermera, me dice: “¡Qué bien que en Moscú hayan arrestado a esos asesinos de batas blancas! ¡No, yo nunca en la vida iría a la consulta de un médico judío!” Yo la escucho sin interrumpirla. Luego le pido a la enfermera: “por favor, tome el historial clínico de Lukiánova, llévelo a la Recepción y pida que le asignen un médico lituano no judío”. La paciente, al escuchar estas palabras, rompe a llorar. “Perdóneme, por favor, no lo sabía. ¡Le estoy tan agradecida!” – No, no – le contesto – no puedo tratarla, no tengo derecho”. Más tarde se lo expliqué todo a la médico en jefe, quien, imagínese, aprobó mi decisión: “Acaba usted de hacer lo correcto”.

 

~~~

¿Por qué Y decide en 1972 escribir la pieza Síndrome del silencio?

– Me era importante entender: ¿qué significaron para mí los sucesos de aquellos años?

Me percato fácilmente de que es una obra autobiográfica. Si, claro está, se entiende como biografía no sólo los hechos de la vida humana, sino también la historia del alma.

~~~

Una nota en la pieza: “Esto sucedió en Vilnius en los primeros meses de 1953”.

Sí, la acción se desarrolla precisamente en aquellos meses, en el cenit de la causa de los médicos. Es la agonía del régimen estalinista. Pero el tema más profundo, recóndito, de la obra sigue siendo el mismo: los miedos…

El autor tiene razón: el totalitarismo, a fin de cuentas, es la creación de nuestros propios miedos insuperados.

Anatomía del miedo – éste podría ser el subtítulo de la pieza.

~~~

2 de octubre de 1995. Le dejo a Y el libro de Guennadi Kostyrchenko Esclavos del faraón rojo68, publicado en Moscú hace un año, para que lo lea. Y queda asombrado:

– ¡Cuánto es lo que no sabíamos! Y eso que todo parecía desarrollarse ante nuestros ojos. La realidad resultó ser más horrible y más irreal que los rumores más irreales.

El libro está basado en documentos encontrados en los archivos del Comité Central del PCUS y del KGB. Son protocolos de interrogaciones, comunicados de los informadores del NKVD, instrucciones secretas, las llamadas “cartas abiertas”, las “disposiciones secretas para los miembros del Partido”, descripciones de torturas sofisticadas, la crónica de las campañas antisemitas, así como las transcripciones de numerosas reuniones donde unos calumniaban a otros y también a sí mismos.

¿Qué distinguió Y en este turbio torrente de palabras?

– ¡El miedo! El miedo de un tirano moribundo, de sus secuaces, y de sus víctimas…

Su pieza presenta una gran “colección” de miedos. Aunque en primer plano hay uno, el miedo a lo desconocido. La acción se está desarrollando, la historia todavía no ha hecho el “resumen”: no queda claro qué seguirá.  De momento, está el silencio.

Parece que es el silencio lo que más teme la doctora Sara Efros. Los colegas la observan con cara de póquer. Los amigos le dan la espalda; el silencio la martiriza. Para romper el silencio habla con su padre, que murió en el gueto. Él, desgraciadamente, no puede tranquilizarla; sólo puede revelarle la naturaleza del silencio y de la enajenación que, tarde o temprano, ha de llegar. “Eres judía, – le hace recordar el padre, – por lo tanto, eres un elemento ajeno. Sobrante. En todas partes y en todas las épocas.”

~~~

Los miedos de Jonas Morkus. Su desgracia radica en que siempre es incapaz de decir “no”. A finales de junio del 41 se unirá a los que se rebelaron contra el poder soviético en Kaunas. Lo hará al ver a gente herida en las aceras, para cumplir con su deber de futuro médico. En cambio, le dan un fusil y le hacen custodiar las pertenencias de los judíos ejecutados.

¿Quién sabe, puede ser que también le ordenen disparar? ¿Puede ser que sea él quien mató al padre de su amada, Sara?

El miedo de Sara: ¿Cómo uno puede siquiera imaginarse una cosa así?

 

Pasados cuarenta años, Y pone al mismo nivel a los asesinos y a sus víctimas, en un aspecto: tanto los unos como los otros viven sometidos al miedo.

 

Los miedos de otro personaje: Gúrov, el coronel de la Seguridad Estatal.

Él parece omnipotente, precisamente porque conoce el mecanismo de los miedos. Ha quebrado la voluntad de Sara y Jonas, convirtiéndoles en sus informadores secretos. Gúrov se benefició del patriotismo soviético de Sara, de su sueño de vencer el mal que causó la muerte de su familia. Gúrov utiliza la falta de voluntad de Jonas y su miedo a mirar al pasado; le da la posibilidad de ser “como todo el mundo”, de terminar los estudios, ser médico, casarse (aunque sea con alguien a quien no ama).

¿A qué tiene miedo el coronel, por su parte? A lo que temen todos, incluso Stalin: la muerte. La situación es de lo más banal: Gúrov tiene cáncer. Por cierto, los médicos aseguran que esta enfermedad a menudo se debe al miedo. De esta manera, la causa y el efecto se confunden, se intercambian de lugar.

Al coronel de la Seguridad, en la pieza de Y, también le persigue el silencio. “Esté dónde esté, en casa, en la calle, en mi despacho, siempre – día y noche – me persigue un sospechoso silencio… Cualquier susurro me provoca un sobresalto.”

 

Al principio Y le dio a su personaje el apellido Fomín. Así figura en los borradores de la pieza y en su traducción al ruso. Luego le cambió el apellido por Gúrov. Es cómo se llamaba el oficial del NKVD que intentó reclutarle.

 

El miedo se transforma en un fenómeno de masas, dominando a millones de personas.

“Qué extraño que todos se hayan convertido en cobardes, – dice Sara. –Incluso los héroes que habían combatido en el frente”.

Jonas se percata de acentos nuevos en los gestos, la manera de caminar, los rasgos faciales de la gente: todos se han encogido, se han escondido, han bajado la cabeza y desviado la mirada.

 

¿Es censurable la atención especial de Y a los miedos judíos? De hecho, ya son habituales, hace tiempo que son parte de él, le son inherentes. Son los miedos genéticos, según Y.

Principio del Acto Segundo. Sara está escuchando la radio: “…Los judíos cosmopolitas matan a los hombres de estado, cometen perjuicios a las empresas soviéticas y hacen espionaje a favor del imperialismo internacional.”

Le pregunta al padre: “¿Qué significará esto?”

¿Qué es? Es la historia de siempre.

– La expulsión… las masacres… Hemos pagado los Diez Mandamientos de Moisés con nuestra sangre. El mandamiento del judío de Nazaret de amar al prójimo como a uno mismo, también lo pagamos con sangre. Porque Marx exigía justicia: de nuevo, sangre. De generación en generación, durante siglos, corren ríos de sangre judía. Nos odian, hijita mía.

– ¿Por qué?

– Entre otras cosas, también por nuestros constantes porqués. Por nuestra impaciencia, nuestro eterno descontento con nosotros mismos y con el mundo, y por nuestra obstinación.

– Según parece, no podemos ser de otro modo.

– Pues por eso también.

 

En la pieza hay muchas variedades de miedo. Son bastante menos numerosos los medios para superarlos. Uno: dejar de pensar. O (también es una receta de Sara): hay que volver a construir la barca, en la cual ella navegaba junto a su amado en los días de su juventud; todo lo demás hay que olvidarlo.

 

He aquí otra receta: llegar a creer que las acusaciones contra los judíos están justificadas. Las caricaturas diarias en la prensa también. “El Partido y el Gobierno saben lo que hacen”. Sara hace un intento de autohipnosis: “La Seguridad Estatal infunde miedo a todo el mundo, no sé por qué. Yo, en cambio, creo que ellos nos protegen”.

 

¿Es extraño el giro argumental de Y? Los asesinos de batas blancas fueron acusados de aniquilar a sus pacientes. Sin embargo, es precisamente sobre lo que reflexionan Sara y Jonas antes de operar a Gúrov.

He aquí otra – terrible – esperanza de deshacerse para siempre de sus miedos.

Por supuesto, son fieles al juramento de Hipócrates, aunque durante la operación el tumor queda dentro del cuerpo del enfermo, el cual ya es “inoperable”.

~~~

Cuenta la doctora Sideraitė:

“Los dirigentes de Lituania hicieron sus propias correcciones a la causa de los médicos, cuyo argumento se había escrito en Moscú. Aquí no sólo no arrestaron a ningún médico, sino que incluso hicieron creer que no habían entendido las órdenes no escritas de Stalin. Llegó la disposición de reforzar con personal médico experto la plantilla del Hospital Especial de Vilnius69. ¿Cuál fue el resultado del reforzamiento? A este hospital para la elite transfirieron a tres médicos, dos de los cuales eran… judíos: el Profesor Kibarskis y yo.

Yasha me dijo en casa:

– Es una argucia de la Seguridad para crear una nueva causa. ¡Te aniquilarán!

Pedí urgentemente consejo al Doctor Kibarskis. Él acabó por tirar la toalla:

– Es inútil, nadie le ayudará a salir de eso. El asunto fue decidido “en la cumbre”, su candidatura fue discutida con todo detalle. Usted fue recomendada unánimemente como una terapeuta joven, pero muy capacitada.

Y así me quedé a trabajar en aquel hospital durante muchos años. Y acabó Síndrome del Silencio en 1984. Los máximos dirigentes del Partido morían uno tras otro. La sociedad estaba recuperándose de los miedos.

~~~

 

Y también superó su propio síndrome del silencio. Decidió ofrecer su obra a los teatros e intentar publicarla.

Los directores de teatro lituanos rechazaron la pieza. Fue puesta en escena en Moscú, en un teatro de aficionados. Fue publicada sólo en 1990.

El final. ¿Tiene final esta obra? Gúrov llega a casa de Sara muy entrada la noche, para detenerles a ella y a Jonas. Pero… junto a ellos, escucha música y se esconde de sus miedos en una sonata de Čiurlionis70.

Todos los miedos parecen haberse resuelto con una noticia matutina de la radio: ha muerto Stalin.

Claro que no es así. La muerte de un tirano, en sí misma, poca cosa resuelve para el hombre pequeño. El tirano sigue viviendo en las almas de millones. Unos miedos son sustituidos por otros. Quizá el único resultado para los protagonistas (el de todo lo sucedido en los últimos meses) es que ellos hayan mirado, por fin, dentro de sí mismos – al igual que el autor de la obra. Se han expresado. Han roto el silencio.

 

RELATOS DE SU VIDA

 

Preparándose para la muerte, Y desentierra en su memoria diversos episodios. No quiere que ningún fragmento de su vida muera con él. A menudo, estos episodios me parecen relatos de un libro.

¿Cuándo pulió Y este material, seleccionando los detalles necesarios y desechando lo superfluo? Es poco probable que lo haya hecho mediante interminables narraciones orales (así sucede con ciertos escritores elocuentes; sin embargo, sé que en los últimos años Y casi no mantiene ningún contacto con otras personas). Por lo visto, este trabajo lo ha realizado mentalmente – volviendo al pasado y reviviéndolo.

~~~

Este relato de su vida lo he titulado “LA SERVILLETA”.

–… Aquel verano fui a un balneario en el Cáucaso. ¿Recuerda usted la atmósfera de aquellos balnearios soviéticos? Un gran tumulto, una gran variedad de tipos y de caras, unos horarios no demasiado estrictos y, es justo reconocerlo, un tratamiento de calidad. Y además, siempre aquella animación especial, aquella espera excitada y un poco angustiada de los miles de hombres y mujeres que se habían escapado temporalmente de sus círculos familiares, de la rutina de la vida cotidiana… En estos balnearios, también llamados “sanatorios”, se establecían romances con una rapidez a veces vertiginosa, al modo de cachorros que habían roto sus cadenas…

De manera que llego al sanatorio y conozco a mis compañeros de mesa en el comedor. Unas caras ordinarias. Un ingeniero de provincias. Un economista moscovita. La tercera persona, aparte de mí, era una bella dama de mediana edad. Mis compañeros de mesa le hacían la corte, a cuál mejor. La dama no sólo se mostraba totalmente inaccesible, sino que su comportamiento era de una gran arrogancia. En el primer minuto de conocernos nos hizo saber que había llegado de Alemania, donde su esposo estaba destinado como general de las tropas soviéticas establecidas allí.

Al instante percibí su tipo de carácter. Para mí era totalmente claro. Por eso mi papel lo comencé en seguida, sin tener que reflexionar sobre la estrategia que iba a adoptar. Le hablaba con cortesía, pero nada más que eso, sin caballerosidad afectada ni galantería amanerada. Las pocas réplicas que hice, las realicé con una entonación tranquila, tirando ligeramente a la utilizada por un hombre de mundo.

Con un gesto igual de tranquilo, como si fuera habitual, tomé del plato la blanca servilleta almidonada y me la puse ágilmente en el cuello de la camisa. Esto lo hice sin mirar a nadie, esbozando únicamente una ligera sonrisa y fingiendo estar absorto en mis propios pensamientos, ajenos a todo aquel bullicio. Pero con el rabillo del ojo noté enseguida un leve asombro en el rostro de la dama. Capté al vuelo los simples razonamientos que acudían a la mente de aquella mujer superficial: “¡Si este hombre es un europeo!”

“¿De dónde es usted?” – preguntó casi sin querer.

“De Lituania. Allí todavía somos extranjeros” – le  contesté, exagerando un poco mi acento habitual.

La esposa del general ya no me quitó el ojo de encima. Toda su arrogancia se esfumó en un instante… Pero bueno, basta ya de hablar de esto: lo que sigue ya no es nada especial. Una historia de balneario, normal y corriente. Mi experimento habitual.

~~~

A este relato oral le ha puesto el título el propio Y, ya que en diversas ocasiones ha repetido:

EL INGENUO PÉRETS MÁRKISH

“Recuerdo un encuentro mío con él. Era, según parece, a comienzos de 1945.

Llegué a Moscú desde el frente, estando de permiso después de ser herido. Me invitó a su casa, donde pasamos toda la tarde juntos: yo, un escritor judío principiante, y él, un clásico vivo de la literatura yídish. La bella esposa de Márkish preparó la cena…

Entré emocionado en su estudio de escritor. Decir que aquel estudio me hizo una gran impresión es no decir nada. Una mesa-escritorio alta: por lo visto, Márkish trabajaba de pie. Unas cuantas máquinas de escribir. Pilas de papel. Libros: con puntos de lectura, abiertos, a veces colocados en el suelo, sin más ni más. A mis ojos se abrió su laboratorio. De Márkish solían decir que trabajaba como un mulo, muchas horas seguidas.

Aquella tarde comenzó de una manera festiva. En cambio, acabó con un penoso conflicto que seguí recordando con dolor durante mucho tiempo. Fue una disputa aguda.”

¿En qué consistió la disputa? Y lo recuerda vagamente. Enamorado de la poesía de Márkish, le percibía como si de repente hubiera encontrado en su persona a un hermano mayor, a quien querría abrir su alma con confianza. Parece haberle hablado del “reverso” de la guerra, del duro futuro que se avecinaba, del creciente antisemitismo, y de la cultura judía en la URSS, todavía existente pero ya marginada…

“Márkish me escuchaba, pero estaba pensando en sus cosas. No recuerdo sus bruscas objeciones, que no me persuadieron. Lo que recuerdo son las palabras que se le escaparon, cuando ya no pudo más: “¡¿Cómo te atreves?!”

Nos despedimos fríamente.

Después de la guerra, Márkish visitó Lituania. Fui a buscarle a la estación y le llevé en coche al hotel. Presidí su velada literaria. Ninguno de los dos hicimos alusión a nuestro encuentro en Moscú. Incluso nos hicimos amigos. Pero aquel día, durante la guerra, cuando salí de su casa, pensé: ¡Qué convencido está de tener razón! ¡Qué ingenuo es!”

~~~

Unos días más tarde, Y añadirá sobre Márkish: “El ingenuo, por supuesto, fui yo. ¿Es que él podía haber obrado de otro modo? Nos conocíamos superficialmente, a través de algunos encuentros en el Comité Antifascista. Aquella tarde me dijo lo que tenía que decir. Y tenía razón, claro está. Sin querer ofender su memoria, diré: Pérets Márkish tenía miedo. Como todos nosotros. Más tarde me enteré de que estaba rodeado de soplones por todos lados.”

 

LA TEORÍA DE LA REALIDAD SIN CONFLICTOS

 

Aquel famoso artículo de Y… Quien, una vez más, me volvió a recordarlo fue Pranas Morkus71, periodista, director de cine y guionista lituano:

– A muchos entonces nos pareció que había entrado una ráfaga de aire fresco.

Otra opinión que oí sobre el mismo escrito fue la siguiente: “La valentía del crítico fue desafiante”.

El escrito de Y se llamaba “Los frutos del ‘método’ de la realidad sin conflictos”.

~~~

Ahora, excepto algunos especialistas en literatura de aquel período, son pocos los que recuerdan en qué consistía la esencia de dicha “teoría de ausencia de conflictos”. No es nada de extrañar: la memoria humana borra los esquemas carentes de vida. Los defensores de dicha teoría afirmaban que la sociedad soviética no tenía ninguna contradicción seria; en último caso, podrían darse las contradicciones entre lo bueno, lo muy bueno y lo excelente… Así también tenía que presentarse la vida en las artes.

Los frutos de este extraño concepto fueron la novela de Semión Babáyevski El caballero de la Estrella Dorada, la película de Iván Pýriev Los cosacos de Kubán, las obras teatrales de Anatoli Sofrónov… Los artistas creaban un edulcorado paisaje de cartón-piedra. Por ello fueron condecorados con los Premios Stalin; los demás estaban invitados a seguir su ejemplo. Ellos fueron contrapuestos, a veces con simples reproches y otras veces con amenazas, a aquellos artistas que “denigraban la realidad socialista”.

~~~

He vuelto a repasar mis apuntes anteriores. ¡Cuánto espacio ocupan allí los miedos de Y! Son tantos estos miedos que se podría tenerle por un alarmista o incluso una persona con un trastorno psíquico. No es cosa mía justificar o censurar al protagonista de mi libro. Pero los miedos… ¡Los miedos sí que eran reales!

~~~

Miro las críticas de los principales diarios y revistas de Lituania al artículo de Y. Son más de una docena. Y las ha guardado cuidadosamente. Corre el año 1954… “El crítico Yosade ha presentado su artículo, “Los frutos del ‘método’ de la realidad sin conflictos”, en el cual de hecho ha atacado las bases del principio de partidismo en la literatura, consistente en que el Partido sea quien dirija el proceso literario”.

La cita es de la revista Komunistas72, del mes de agosto. Por supuesto, aquí está sopesada cada palabra. Los materiales de esta publicación lituana los estudian en las clases de “preparación política” y los consideran como una sugerencia, una indicación del Partido. Los servicios de Seguridad también lo hacen.

Los otros escritos dicen más o menos lo mismo: “una confusión perniciosa de ideas”, “abandono del principio del partidismo”, “autorreclamo”, “artículo tristemente famoso”, “escrito vulgar”, “escrito carente de base científica”…

El nivel de la discusión se ve en Tiesa, el órgano del Partido Comunista Lituano en su editorial del 13 de agosto, “Por una crítica literaria combativa”. El diario rebate “ingeniosamente” la tesis de Y de que “son las circunstancias objetivas las que obligan al crítico a recurrir a la “teoría de ausencia de conflictos”. Si esto fuera cierto, remarca el diario, “por una mínima equivocación el crítico recibiría una paliza. Ello significa que a Yosade le habrían pegado tanto que… Mientras tanto, está vivito y coleando, e incluso escribe nuevos artículos”.

A Y le pareció que esto último fue dicho con perplejidad.                            Y estaba absolutamente solo. Incluso los dirigentes de la Unión de Escritores de Lituania y de la revista Pérgalė, que ocupaban una posición favorable a Y, se vieron obligados a distanciarse de él y a pronunciarse en su contra. Si no lo hacían con suficiente celo, ellos mismos eran recriminados como sigue:

“En lugar de decir que dicho artículo (…) es políticamente pernicioso, los dirigentes de nuestros escritores, como disculpándose delante del autor, dicen que el escrito, que expone algunas ideas correctas, no está suficientemente claro”. (Soviétskaya Litvá, 15 de agosto.).

Y dijo muchas cosas en el lenguaje de Esopo. Pero aquellos que le censuraron sintieron bien el nervio vivo de su escrito. Y no está simplemente en contra de que el escritor lo vea todo de color de rosa, ironizando sobre los personajes que “ponen todo su corazón en el trabajo” y van a trabajar “con paso firme”… Él se pronuncia contra la actitud de que la literatura sea parte de la economía socialista, donde se hacen solemnemente los informes sobre los “grandes éxitos alcanzados” y se promete un nuevo “auge”… Por algo Y pone estas palabras entre comillas.

El léxico del escrito de Y parece hoy en día arcaico. En cambio, su pathos me hizo abrir un volumen de Orwell, con su ensayo sobre la literatura en una sociedad totalitaria:

“La imaginación y, en la medida de lo posible, la conciencia, serán excluidas del proceso de la escritura. Los burócratas planificarán los libros de acuerdo con los indicadores principales…”

No quiero exagerar: Y no fue el primero en pronunciarse en los años cincuenta contra la “teoría de ausencia de conflictos” en la literatura. Hubo los artículos de V. Pomerántsev, M. Scheglov, F. Abrámov73… Pero todos ellos, en revistas moscovitas. ¡Y fue el primero en hacerlo en Lituania! Uno de sus artículos críticos (a la colección de relatos cortos de A. Bauža, “El camino luminoso”) lo tituló como marcando su ideario: “¡Por la belleza sin embellecimiento!” En aquellos tiempos esto sonaba como un reto.

El acoso hacia Y cesó de repente. Claro que no se trataba de su persona.

En el Comité Central del Partido Comunista decidieron: el mundo imaginario creado por los artistas no debe parecer un cuento de hadas; la mentira es más convincente si contiene una pizca de verdad. Los defensores de la “teoría de ausencia de conflictos” en la literatura fueron “corregidos”, llamados al orden. Por supuesto, ellos permanecieron como “activos combatientes del Partido”.

Para mí, lo que me importa más en esta historia es la pregunta ¿por qué? Sí, ¿por qué había emprendido Y este combate, desigual desde el principio?

Hay dos respuestas. La primera es evidente: defendiendo la dignidad de las artes, Y defendía su propia dignidad como escritor y como persona.

La segunda conclusión no llega inmediatamente. Ahora, sin embargo, me parece indiscutible: al decidir exclamar “¡el rey está desnudo!”, Y quería matar sus propios miedos…

 

EL ESPEJO

 

Su fuerza de espíritu. Y – su debilidad. Durante muchos años Y ha ido cultivando lo primero y reprimiendo lo segundo. Pero él no puede verse desde fuera. ¿Puede ser que nuestras conversaciones sean el espejo de estos procesos? Al mismo tiempo, serán el espejo de su despedida de la vida.

~~~

Y tiene una buena memoria. No es la memoria de un anciano. Es una memoria perspicaz, no sólo por los hechos pasados, sino por los recientes.

Lo que recuerda mejor son los placeres. Es por eso que con tanta frecuencia acuden en nuestras conversaciones perfiles femeninos. Es por eso que vuelve una y otra vez al tema de su trabajo (“mi principal alegría hoy”). Y recuerda bien las ofensas (que, de una manera u otra, son privaciones de los placeres de la vida). Si recuerda todo lo demás, depende de las circunstancias.

~~~

A pesar de su gran autodisciplina, la conciencia de Y – como es el caso de la mayoría de la gente – es inestable. Carece de centro de gravedad. Hace saltos de un tema a otro en el intervalo de unos minutos. Pasa de Nietzsche a… las gachas de alforfón (“antes las aborrecía, y ahora, imagínese, me comienzan a gustar mucho”).

~~~

Y recuerda lo mismo de manera diferente, en períodos de tiempo diferentes. Lo más a menudo, lo que ve de otro modo no son los hechos o los actos, sino las motivaciones. A veces, las consecuencias de los actos. Por ejemplo, la historia de Eva (la amante de su padre y luego también de él). Normalmente Y recuerda aquella historia con cierta perplejidad. Sin embargo, en la carta a su hermana Basheva, y luego conversando conmigo, dice: “Estoy agradecido al destino por lo que pasó”.

¿Por qué? De lo contrario, es poco probable que él hubiera dejado su  shtetl natal. Y, quizá, no habría llegado a ser escritor.

~~~

Es una convicción ingenua: el hombre es uno solo en sus aspiraciones, en su esencia recóndita. Pero delante de mí tengo una vida humana que se fracciona, se deshace en otras vidas múltiples, en tramas diferentes, nada parecidas entre sí… Al toparse con este fenómeno, Y está aturdido. Su hermana Basheva le ha enviado desde Israel las cartas que había recibido de él durante la guerra.

– Nunca habría creído que esto lo hubiera escrito yo – dice Y a su esposa. ¡De modo alguno me habría reconocido! ¡No, no, éste no soy yo!

~~~

14 de septiembre de 1992. Durante los dos últimos años, Y me viene diciendo: sus desgracias, de un modo u otro, se deben a las campañas antisemitas de las décadas de los cuarenta y cincuenta.

Esto tiene su lógica. La política estatal de odio, el antisemitismo del estado hicieron quebrar los destinos y las almas de millones de personas. El destino de Y, en mi opinión, es un claro ejemplo de este proceso. Aunque, es verdad, no es ni más ni menos significativo que los destinos de otros escritores judíos.

Así que me propongo escribir un ensayo trazando las etapas de esta violencia sobre la personalidad, violencia que luego se transforma en la autodestrucción del talento.

Por la noche le cuento a Y el plan de mi futuro escrito. Su reacción es inesperada. Él… se desmiente:

– Lo que me pasó a mí es trágico, pero no lo he percibido como antisemitismo.

Al principio intento discutir con él – poco tiempo. Luego callo, aunque podría recordarle sus propias palabras que atestiguan lo contrario. ¡Ahora es tan fácil deshacer su argumentación!

– ¿Es que aquello fue antisemitismo? – va persuadiéndome Y. – En aquellos terribles años casi todos los escritores lituanos relevantes me apoyaron. Šimkus, Baltušis, Venclova, Cvirka, Tilvytis74… yo percibía sus miradas cálidas, en total disonancia con lo que escribían los diarios. Y no sólo las miradas. Justo en el fragor de la causa de los médicos me llamó Baltušis, que entonces era mi superior – era redactor en jefe de la revista Pérgalė: “Escucha, Yosade, ahora tendrías que ir a Yalta, al balneario. Aquí tienes una reserva para la Casa del Escritor75 por dos meses. Luego, si quieres, puedes quedarte por más tiempo.”

Al descubrir hechos interesantes en su pasado, Y, como siempre, se muestra más animado:

– Téngalo en cuenta, eso no fue un caso único que sólo me hubiera sucedido a mí. Conozco casos de periodistas judíos que, a primera vista, sufrieron graves atropellos en el curso de la lucha contra los cosmopolitas. Eso, a primera vista… En el año cuarenta y ocho con ellos habló, si no me equivoco, el mismo Šumauskas76 (en aquella época era el vicepresidente del Consejo de Ministros de Lituania). Por supuesto, se entrevistó con cada cual por separado, a solas. El esquema de la conversación siempre era el mismo: “Márchate de Kaunas a Šiauliai77… Te daremos un piso… Te daremos un trabajo”. Formalmente, el judío cosmopolita era apartado de la prensa comunista, enviando el parte correspondiente a Moscú.

Y me mira. No le digo nada de lo que él mismo sabe: en Lituania atenuaban el antisemitismo del estado y del partido, pero ¿lo podían suprimir del todo? ¿Pudieron acaso oponerse a clausurar toda la prensa judía, el museo judío, las escuelas?…

Callo. De repente, entiendo. Precisamente esta reacción de Y me resulta muy interesante. Esta mutabilidad de su conciencia es, ante todo, un rasgo digno de observación. Luego, ya en casa, entiendo otra cosa: él tiene razón en el fondo, aunque no sabe formularlo con las palabras adecuadas. El antisemitismo del estado aniquilaba la cultura judía y a sus creadores. Pero lo que deformaba las almas era, ante todo, el miedo.

~~~

¿Por qué antes Y me decía otra cosa? Sí, él es enemigo de frases estereotipadas y lugares comunes. Pero los estereotipos del pensamiento tienen varias capas. La primera capa es banal, y en base a ello se hacen parodias; la segunda capa la hacen servir los periodistas, pero los escritores normalmente la rehuyen… ¿Qué representa la tercera capa de estereotipos? Puede que sea lo más peligroso, ya que contiene la ilusión de veracidad.

~~~

A veces me parece: Y (como otras muchas personas) recuerda… sus propios recuerdos anteriores.

Se lo digo. Buscamos una salida. Por fin, decidimos: le haré las preguntas “incómodas”, que le ayudarán a librarse de los tópicos acumulados.

~~~

Él mismo siempre ha querido entender el movimiento de su conciencia. ¡Qué interesante sería leer los diarios de Y de diversos años! Qué lástima que no los tengamos…

“Mi primer diario, el de antes de la guerra, se perdió. Lo llevaba desde la edad de catorce o quince años. Hasta la guerra misma. Hasta su primer día. Eran seis cuadernos gruesos. Todo allí era todavía ingenuo, habría sido imposible publicarlo. ¡Pero en aquel diario estaba contenida mi vida! Con ayuda de aquellas libretas habría podido analizar mi camino, mi formación personal.

Por supuesto, no pensé en mi diario cuando huía de Kaunas. Lo dejé en mi piso. Después de la guerra llegué allí. Lo revolví todo – sin resultado.

¿Si continuaba escribiendo el diario en el frente? En los momentos libres. Poco a poco. Lo seguí después de la guerra, hasta que lo quemé esperando mi detención, a principios de los años cincuenta.

Ahora, otro diario: el de mi vejez”.

Su primer y segundo diario fueron escritos en yídish. El último, en lituano. El idioma deja constancia de lo más íntimo. El cambio de un idioma a otro simboliza una trágica crisis personal.

~~~

El escritor francés André Malraux tiene razón: “…un hombre nunca podrá alcanzar el fondo de otro hombre. Él no encuentra su imagen en aquel espacio de conocimientos que domina; él encuentra su propia imagen en las preguntas que se hace”.

~~~

¿Qué habría descubierto Y si tuviera delante sus tres diarios?

El camino de su formación literaria.

Sus intentos de “autoeducación”.

Episodios que él hubiera preferido no recordar (y que, intuitivamente, no ha desenterrado de su pasado).

Instintos que con el paso de los años desaparecieron o, más bien, se transformaron en otra cosa.

Vanidad de vanidades…

Miedos. Y… el recuerdo de los miedos antiguos.

Pero en general, lo mismo que refleja ahora nuestro “espejo”.

 

NEXT