EL VELO DEL SECRETO

 

“En nuestra familia hay muchas cosas secretas. Todos intentamos ocultar algo el uno del otro”…

Estas palabras figuran en una carta a su hija. Aquí no hay lugar para las sorpresas: sí, él ansía quitar también los velos de los secretos familiares. Para mí, su problema es otro: ¿hasta qué punto llegará su autodesvelamiento?

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LOS LÍMITES DE LA CONFESIÓN dependen de las tradiciones de la literatura en cuestión. En Occidente, el lector percibe con tranquilidad que el autor se autodesnude. El escritor, por lo tanto, también está tranquilo. Pongamos por ejemplo al mismo Rousseau, el cual me viene a menudo a la memoria durante mis entrevistas con Y. Este autor confesó al mundo tales cosas que mucha gente no se atreve a confesarse ni a sí misma, incluso pasados muchos años.

Dicho sea de paso, Y también recuerda la experiencia de Rousseau. Cuando menciono Las Confesiones del filósofo francés, se pone a enumerar diversos episodios de este libro:

– Hurtos… Desengaños sexuales… Numerosas traiciones (Rousseau dejó abandonado a uno de sus amigos en una plaza de otra ciudad, cuando éste tuvo un ataque epiléptico)… Sus amores a tres bandas… ¡Y los niños! El mismo Rousseau hizo entregar a sus hijos recién nacidos a un hospicio…

¿Dónde entonces traza Y  el límite entre lo permitido y lo no permitido? Para él, por supuesto, este límite no pasa por la “línea” del sexo.

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MEDIA HORA DE SILENCIO. Entre las confesiones de hay una que me es muy desagradable de escuchar. En el argumento percibo muy poca objetividad: la mujer de Y es supuestamente la causa de muchas de las desgracias que le han acaecido como escritor; ¡ay, si Y hubiera tenido una esposa diferente, que se ocupara de sus asuntos literarios, que hubiera organizado bien su vida cotidiana, etc., etc.!

La colisión aquí está clara desde el punto de vista psicológico. Y se hace constantes preguntas: ¿Por qué su camino está hecho de interminables laberintos? Acusar a los tiempos de todas sus desgracias, él lo considera humillante (“los tiempos suelen ser duros para los hombres”). Así que el culpable principal de todo es él mismo – y su esposa.

Me confiesa que ha escrito una carta larga en yídish a su hermana sobre sus relaciones con Sheina. Para él es importante que la carta llegue a las generaciones venideras que quieran estudiar su obra, y reflexionen sobre sus desaciertos creativos. Pero su hermana es ya una anciana, y además, no se sabe si guarda sus cartas… Si se deja la carta en el archivo de Y, también puede desaparecer después de su muerte…

¿Qué se puede hacer? Y me propone que dictará este mensaje al futuro en grabadora, y así habrá más garantías para su conservación.

Me lo lee durante unos treinta minutos. La cinta va rodando. Pero he aquí la paradoja, con la cual me he encontrado ya varias veces: la grabación, que me causa tantas dudas interiores, no ha quedado registrada. Así pasa esta vez. Durante la transcripción de la cinta resulta que… yo había grabado media hora de silencio.

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SECRETOS AJENOS. ¿Tiene alguien, contando cosas de su vida en sus propias memorias, el derecho de desvelarlas? Incluso si la persona de quien se habla ya no está entre los vivos, sí lo están sus familiares: la esposa, hijos, nietos. Además, confesando a alguien nuestros secretos, siempre confiamos en que éstos no sean nunca desvelados.

En su día me afectaron algunas páginas del magnífico libro de Hemingway, París era una fiesta. El autor comunica a todo el mundo los aspectos más íntimos de la vida conyugal de Scott Fitzgerald. Éste se atormentaba y sufría mucho. Por fin, decidió confesarlo todo a su amigo.

Le cuento esta historia a Y a modo de test, e incluso le traigo el volumen de Hemingway en cuestión; encuentro la página deseada… Y lee en voz alta, a veces “tragándose” algunas frases o palabras:

“…Por fin, mientras comíamos la tarta de guindas y acabábamos la última garrafa de vino, él me dijo:

Sabes, nunca me he acostado con nadie excepto con Zelda.

No, no lo sabía.

Me parecía que te lo había dicho.

No. Me hablaste de muchas cosas, pero no de esto. Es precisamente sobre ello que te quería preguntar.

Bien. Te escucho.

Zelda me ha dicho que mi complexión física es tal, que soy incapaz de hacer feliz a ninguna mujer, y la principal causa de su enfermedad radica en esto… Desde que me lo dijo, vivo como un alma en pena y quiero saber la verdad.

Vamos al gabinete…

¿Adónde?

Al lavabo – le dije yo.

Volvimos a la sala y nos sentamos a nuestra mesita.

Tu complexión es totalmente normal –le dije–. Absolutamente…

–… Pero, ¿por qué me dijo eso?

Para desconcertarte. Es el método más antiguo del mundo para desconcertar al hombre…”

Y interrumpe la lectura. Calla muy poco tiempo:

– Hemingway camina por el filo de la navaja y – como escritor – ¡vence!

Además, este episodio contiene “la clave de la tragedia de Scott Fitzgerald y de su destino”. Lo demás, para Y, “no tiene ninguna importancia.” (11 de diciembre de 1994)

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LA LÓGICA DE LO SILENCIADO. Él mismo lo cuenta todo y de todos con una impresionante claridad. Sin preocuparse de que alguien se sienta ofendido. Sin tener vergüenza de los detalles más “escabrosos”. Como si hiciera una instantánea del pasado: realmente, esto ha ocurrido.

Sólo en algunas ocasiones me pide que desconecte la grabadora: “Es mejor no grabar los detalles.”

¿Hay lógica alguna en estos silenciamientos? Sólo desde el punto de vista de Y.

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Como, por ejemplo, los numerosísimos romances suyos que me cuenta. A veces lo hace sonriendo: ¡qué situación tan divertida! A veces, lo hace como preguntándose a sí mismo: ¡ahora ni yo mismo me entiendo! A veces, con ternura – eran los tiempos de su juventud… Y sólo en dos casos me dice: “Si quiere, menciónelo brevemente. Todo lo demás me lo llevaré a la tumba”.

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Su amor a la poetisa Lea Rudnitska. “Era un amor que yo compaginaba con los versos… Mire, aquí tengo una foto de Lea, la encontré por casualidad, me la regalaron en Israel…” Vemos a una joven en un vestido de lana y con  sombrero, montando a caballo. “Sí, claro, Lea murió trágicamente. En el gueto”.

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“Antes de la guerra yo ya había estado casado… Sí, es precisamente así. No era una simple intriga como tantas otras. Vivíamos en Kaunas, en un pisito pequeño, hacíamos planes a muchos años vista; ¿cómo podíamos saber que tan sólo teníamos unos cuantos meses?… La boda estaba prevista para finales de verano, o para septiembre. Mientras tanto, mi amada se fue por un mes o mes y medio a Kalvaría, a casa de mis padres, para entender lo que era una familia judía.

Sí, usted lo ha adivinado, ella era una lituana no judía. Era actriz de teatro. Esta joven murió. ¿Cómo? Esto, hasta ahora sigue siendo un misterio para mí. Al regresar del frente, fui enseguida al pueblo donde vivían sus padres.

– No sabemos nada a ciencia cierta. Ella desapareció en los primeros días de la guerra.

Estuve mucho tiempo buscándola. Iban apareciendo y desapareciendo diversas versiones. La más real era que la fusilaron en nuestro shtetl los “voluntarios de brazales blancos”96, por “su relación con un judío”.

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Lo más probable es que Y no quiera contar estas historias en detalle porque todavía no se ha distanciado totalmente de ellas. Los detalles siguen causándole dolor.

 

LA CARA DE UN HOMBRE EN SU VEJEZ

 

18 de febrero de 1994. Y me pregunta por teléfono:

– ¿Qué ha estado leyendo usted estos días?

– Obras de León Tolstoi y también sobre él.

– Sí, es interesante. ¿Qué pensamiento de Tolstoi le ha atraído más esta vez?

Se lo digo esperando sorprenderle: los hombres en la vejez son más bien parecidos que las mujeres.

Y asiente:

– Es cierto, los hombres viejos son más atractivos. Con más claridad que en los tiempos de su juventud, se les ve el carácter y su esencia. Mientras que las mujeres entradas en años, con más frecuencia son ridículas: intentan hacerse más bonitas, pero pierden su verdadera belleza; imitan artificialmente a la juventud.

Me pongo a discutir con él, defendiendo a las mujeres. Y aduce otra razón, partiendo de lo contrario:

– La cara de un hombre joven no expresa nada.

 

“HE ENTENDIDO LA ESENCIA DEL HOMBRE”

 

23 de noviembre de 1994. Hace tiempo ya que la pieza está terminada. Pero no hay manera de que Y se aparte de su creación.

“Dentro de mí, todo arde. Es el fuego de la creatividad. Ahora me siento más joven que cuando tenía treinta años. ¡Me parece haber entendido por fin la esencia del hombre! Vale la pena escribir sobre esto. Y, claro está, yo tendría que mirar de una manera diferente mi propia vida – hay que reconsiderarla.

¿A qué conclusión he llegado, por fin?

El hombre es agresor por naturaleza. Por supuesto, ya ha entendido que la agresión no aporta felicidad. Es de lo que intentaron persuadir a la gente el Antiguo y el Nuevo Testamento, Spinoza, Einstein… Sin embargo, las palabras no son nada más que palabras, como siempre. La paradoja consiste en que el hombre es agresivo precisamente a causa de su debilidad…

¿Sabe usted cuál es mi programa de televisión preferido? “El mundo de los animales”. Allí todo es evidente: si el animal encuentra a un ser más débil, le ataca. ¿Dónde está la salida? El fuerte debe recordar: yo soy el agresor. Y comenzar a limitarse a sí mismo deliberadamente. En parte esta clase de conciencia ya existe. Será por eso que ahora en el mundo está tan difundida la filantropía. Pero hay que seguir adelante en esta misma dirección.

Este es el tema central de mi pieza Un salto a lo desconocido. Esto es en lo que piensa mi protagonista. Es poco probable que la obra sea comprendida y debidamente valorada por la crítica. Los críticos sólo piensan en tópicos. Y en general, la gente ahora está ocupada con las cosas del día a día.

Mi protagonista es solitario igual que yo. UN LOBO SOLITARIO QUE HA REPRIMIDO SU AGRESIÓN”.

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La acción de la pieza transcurre en 1992. Es también la época de mis conversaciones con Y.

Es la época de su angustia: “La civilización está al borde del precipicio. ¿Cómo se la puede salvar? ¿Desde fuera? Posiblemente. Pero esto ya es ciencia ficción. Es mejor salvar a la humanidad no desde fuera, sino desde dentro, reconstruyendo al hombre”.

De hecho, Y hace mucho que ha llegado a la siguiente conclusión: el progreso es una ilusión; ni el “no matarás” de Moisés ni el “ama a tu prójimo” de Cristo han aportado una mayor bondad a los hombres. El siglo XX, el más sanguinario de la historia, nos ha persuadido de que ni las palabras ni el ejemplo personal sirven de mucho. Esta última cita ya es de la pieza de Y.

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He leído en algún lugar que el poeta ruso Nikolai Gumiliov quedó profundamente conmovido con las palabras de la Biblia: “Los hombres son dioses”. ¿Es el hombre semejante a Dios? Y interpreta esta tesis como nuestro derecho de comprometernos en el proceso de la Creación. Para mejorar y reconstruir la naturaleza humana. O tal vez para comenzarlo todo desde el principio.

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1 de Febrero de 1994. El argumento de la pieza está relacionado precisamente con esta aspiración demencial del protagonista… ¡Pero dejemos en paz la pieza! Es lo que preocupa, y no de una manera abstracta, al anciano octogenario que tengo sentado delante de mí.

Es verdad, la obra es autobiográfica. Cuando, durante la cena, discutimos sobre su idea principal, quien aduce los argumentos en contra no es la esposa del protagonista, sino la doctora Sheina Sideraitė:

– En el organismo humano siempre existe un equilibrio. Es imposible “desechar” algo sin más ni más. A veces los médicos reprimen intencionadamente uno de los sistemas inmunológicos del paciente, pero cuesta mucho conseguirlo. ¡El organismo protesta! El bien y el mal también coexisten en el mundo. Si aniquilásemos el mal, ¿qué sería entonces el bien?

A veces hablando sobre la pieza, veo que ella continúa su vieja discusión con Y:

–…Tú crees que se puede “arreglar” algo en el hombre. Te contestaré con las palabras de Somerset Maugham (¿recuerdas su libro Cuadrando las cuentas?): es más fácil construir una casa nueva que enseñar al hombre a sonarse la nariz de una manera diferente a la acostumbrada.

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Trabajando sobre la obra, Y está animado – como no lo ha estado nunca desde que nos conocemos. No voy a enumerar ahora los trabajos científicos que ha leído, sus encuentros con físicos, especialistas en genética y filósofos. (Algunos de ellos se han convertido en sus huéspedes frecuentes; en otros casos, es Y el invitado, por ejemplo, a casa de Juozas Póžėla, el presidente de la Academia de Ciencias de Lituania). Por fin Y puede poner en boca de su protagonista las palabras: …ya he acumulado las pruebas de lo siguiente: la mayoría de los científicos aseguran que en el nudo agresivo del cerebro residen también los potenciales creativos del hombre. ¡Pues no! Estos potenciales no están presentes allí. El gen de la agresividad (…) lleva únicamente el principio destructivo y exterminador. El poderío positivo y creativo del hombre está relacionado con un gen diferente.

¿Qué conclusión se puede sacar de este monólogo? ¡Ya es hora de comenzar el experimento!

 

UN RETRATO MÁS

 

Moscú, abril de 1992. El psicólogo Alexandr Krónik realiza experimentos realmente asombrosos. “Así que usted introduce en el ordenador los parámetros básicos de su vida: las fechas, los acontecimientos, su propia actitud hacia ellos… El ordenador le entregará su retrato psicológico”.

Me pongo mentalmente en el lugar de Y. Introduzco en el programa los principales hitos de su biografía. El ordenador empieza la tarea.

Por fin, leo:

“Si usted ha contado lo suficiente acerca de su pasado y de lo que espera del futuro, para el día de hoy se ha cumplido aproximadamente el 95 por ciento de sus proyectos vitales.

Usted es un estratega. Los acontecimientos de un pasado o futuro lejanos le importan más que las preocupaciones de la vida en curso; le resultan tan cercanos como si fueran del día de hoy. Su vida es como un río de aguas profundas que riega extensos campos y prados.

Usted no da demasiada importancia a las dificultades de la vida, que a menudo juzga como más imaginarias que reales. (…)

Usted es una persona muy emocional. Las pasiones, las emociones fuertes –tanto positivas como negativas– y los cambios bruscos de humor le son inherentes. Más que optimista o pesimista, usted es realista: en algunos aspectos la vida le satisface y en otros no.

Usted se muestra firme en alcanzar lo que se haya propuesto. Prefiere planificarlo todo y construir su vida de una manera independiente, sin fiarse del curso natural de los acontecimientos. Pero, planificando sus acciones, no siempre escoge acertadamente los medios. Como regla general, usted considera plenamente correcta su visión del mundo.

Usted tiene inquietudes espirituales. Lo más importante para usted es el mundo de las ideas y de los sentimientos. Los acontecimientos externos no son más que un móvil para activar el trabajo de su alma. Usted se siente verdaderamente feliz estando a solas consigo mismo, en sus instantes de iluminaciones y revelaciones interiores. Conocer a fondo y entender: esto  representa para usted el sentido de la vida. En aras de su crecimiento espiritual usted está dispuesto a sacrificar el contacto con la naturaleza, las diversiones y su tiempo libre, e incluso su trabajo y carrera profesional.

En general, su estilo de vida se puede denominar hedonista activo. Esto significa que usted aspira, ante todo, a satisfacer sus deseos, a tener realizadas todas sus necesidades, y con este telón de fondo, desarrollar sus capacidades y llegar a la perfección en lo que considera su vocación vital”.

El retrato psicológico incluía muchos gráficos y diversos apartados. Ahora recuerdo uno:

“S u    e d a d    p s i c o l ó g i c a :   7 9.

A día de hoy, su edad real se ha acercado bastante a este indicador. Usted ha sido capaz de aproximar sus aspiraciones a sus necesidades, y encontrar un tempo de vida óptimo para sí. ¡Conserve este óptimo en el futuro!”

De nuevo en Vilnius, le leo a Y el resumen de su vida hecho por ordenador. No sé por qué motivo este juego apenas le emociona.

– Ya, ya. Hágame, por favor, una copia para el archivo.

Y eso es todo. Quizá lo que ocurre es que en el retrato falta una palabra muy importante para Y: Muerte. Esto es lo que representa el fondo y el sentido real de su vida actual.

 

LUZ VESPERTINA

 

Duró mucho tiempo su convicción de que a mí me sería difícil o incluso, hasta cierto momento, imposible entenderle. Que yo no sería capaz de abarcar la complejidad de su camino, su desdoblamiento, su vida carente de alternativas.

– Su experiencia, querido mío, es la experiencia de contacto con la gran literatura rusa, la cual siempre ha aseverado que el escritor es el maestro de la vida, que brinda al lector un ideal moral. Yo, en cambio, no doy enseñanzas a nadie, porque yo mismo soy todavía un estudiante. No ofrezco nada a nadie, ningún ideal…

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Al fin y al cabo, el tema de la incomprensión queda relegado al último plano de nuestras relaciones. ¿Por qué, entonces, no desaparece del todo? Y desea ver publicado lo más pronto posible mi libro sobre él, y como todavía no lo tengo escrito, Y  supone que aún no he acabado de entenderle…

Mientras tanto, le queda patente que a mí, como crítico de literatura, lo que me preocupan no son los “ideales” sino el laboratorio del escritor, la psicología de su proceso creativo. Y me lo dice al leer mi libro Escritor en provincias97. Más tarde, le atrae mi idea de escribir el ensayo Artista en la vejez, o Luz Vespertina:

– Pero si aquí tiene a su protagonista: soy yo. Aquí tiene al objeto de su  investigación: soy yo. Pregúnteme…

 

“TODO ESTO SE AJUSTA A FREUD, ¿VERDAD? Para mí, el trabajo es lo más sagrado. Es mi razón de ser”. Cuando Y repite hoy estas palabras, recuerdo que en la carta a su hermana, hablando condescendientemente de Eva y de que ella fue un rayo de luz en la vida de su padre, Y comenta: “me parezco a mi padre. Lo que Eva era para él, para mí es mi trabajo”. Es el llamado efecto de sustitución. (8 de septiembre de 1993)

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RACIOCINIO PROFUNDO. Los escritores, tarde o temprano, lo descubren en sí mismos. Algunos lo llaman inspiración; otros, iluminación. A Y, el subconsciente le chiva las respuestas de madrugada.

Él se despierta, pero no enciende la lámpara: “La bombilla se enciende dentro de mí”. Apunta apresuradamente palabras sueltas. “El papel y el bolígrafo los tengo al lado de la cama, sobre la mesita, para no tener que buscarlos. A veces escribo sin tan sólo abrir los ojos”.

– Así llevo muchos años. Pero ahora, esta costumbre me martiriza cada vez más. Al despertarme por la noche, me cuesta mucho volver a dormirme. Luego, de día, me siento deshecho, sin fuerzas. (7 de noviembre de 1991)

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EL RITMO DE SU VIDA es precisamente así: enfermedad, trabajo, enfermedad, trabajo…

¿Es la enfermedad la consecuencia del trabajo, o es el trabajo lo que cura la enfermedad? No tengo dudas: lo segundo es cierto.

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“Lo más importante es que el hombre siga creando, a semejanza de la mujer que sigue dando a luz. El hombre, mientras vive, seguirá escribiendo sobre trozos de papel o de tela, o sobre las piedras. El hombre es noble. Creo en el hombre, a pesar de todo”.

Esto es lo que dijo Faulkner en una entrevista. Aquí cada palabra se podría atribuir a Y: en su archivo hay una infinidad de “trozos de papel” similares.

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8 de abril de 1995. Cada vez con más frecuencia se da la situación de que Y no puede escribir. Como siempre, intenta inventar algo. Se pregunta: ¿a quién podría dictar? Va descartando una solución tras otra. Busca, sin éxito, a Ilona M. (No sé por qué, cree que ella aceptaría colaborar). Intenta dictar a la mecanógrafa del Museo Judío, quien le trata con mucha atención. Pero el problema es que de día ella está ocupada con el trabajo, y por la noche tiene que atender a la familia. (“Desgraciadamente, hemos hecho sólo unas cuantas sesiones”).

Así que, desde hace un par de semanas, le enseño a Y a trabajar con el dictáfono japonés. Se lo regaló una amiga de Asia que vive en Noruega, hace años ya, pero Y no lo utilizaba. Nuestras clases de dictado, sin embargo, no sirven para nada. A Y le cuesta muchísimo aprender el manejo del dictáfono, lo cual por fin logra a duras penas. Pero… le pregunto hoy: “¿Cuánto ha dictado usted?” – “Nada”. Qué le vamos a hacer, también para dictar hay que estar acostumbrado.

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Y se está martirizando. Por fin, comienza a dictar a su esposa, quien llega cansadísima de su intenso trabajo y de otras diversas ocupaciones, igualmente necesarias. A veces, la doctora Sideraitė tiene que reescribir la misma página varias veces. Y está contento: “Por fin ella se ha convertido en mi Sofía Andréyevna98. Aunque yo, por supuesto, no soy Lev Tolstoi”.

Normalmente, un autor se alegra al ver publicado un nuevo libro suyo: pone un punto final en los argumentos elaborados, o incluso los borra de su memoria. Está ya sumido plenamente en sus nuevos proyectos. Es lo que le digo a Y en febrero de 1994, en la víspera de la publicación de su libro La  puerta cerrada de un portazo.

– Lo que me dice es cierto, pero… No es que sólo me libere del viejo material. Es el trabajo lo que me mantiene aferrado a este mundo. “¿QUÉ ES EL TALENTO? Es la capacidad de mirar, ver y sentir con mayor intensidad y profundidad que la gente común. El talento es como un aparato complejo, que comprende el corazón, la lógica, el alma y Dios sabe qué más… Y aparte de todo esto, es un instrumento que hay que saber tocar.” (10 de diciembre de 1991)

LA FAMA. ¿Cómo llega el escritor a ella, qué sacrifica en el camino? La familia, ¿es una ayuda o un estorbo? ¿Cuál es el papel de la esposa del artista en su lucha por el éxito? Volvemos más de una vez a discutir estos temas, Y y yo. Son temas recurrentes entre gente de letras. Lo extraño es otra cosa: Y no aspira, de modo alguno, a ser famoso.

“La vanidad es un fenómeno bastante desarrollado – en menor o mayor grado – entre escritores. ¿Cómo es que yo no la tengo? No lo sé. Lo más importante para mí es expresar lo que llevo dentro, lo que es mi propia verdad.” (6 de noviembre de 1991)

Y se niega rotundamente, y sin intención de provocar, a dejar que se publique una foto suya en un libro de temática judía, aunque el libro tiene para él una importancia fundamental. Y al mismo tiempo… realmente necesita que los medios de comunicación le hagan caso. ¿Es esto una contradicción? Lo es, hasta que me doy cuenta de que se trata de un atormentador deseo de ser entendido. Lo que más anhela Y, supongo, es un diálogo con el lector, espectador o crítico literario. “Hay dos libros míos… nadie cayó en la cuenta de que fueron  publicados. Ni una línea, ni un renglón en los diarios. Me duele”.

Y alude a dos libros suyos, publicados en Vilnius en lengua lituana: La puerta cerrada de un portazo. Cartas desde Vilnius a Tel Aviv. Diálogos sobre éste y otros temas (1993), y Un salto a lo desconocido (1995).

El tema de la fama, como siempre, se transforma para Y en el de la soledad. Y luego, finalmente, en el de la superación de la muerte. (8 de agosto de 1995)                                                                                              Y ES UN AUTOR EXCEPCIONAL. No teme ningún comentario severo – más bien, al contrario, los celebra. Me doy cuenta de ello en diversas ocasiones,  como ahora, mientras critico la traducción al ruso de su pieza, Un salto a lo desconocido. Y se percata de que he intentado insertar, subrepticiamente, mis observaciones críticas hacia el autor mismo: el protagonista parece estar por encima de la trama; las acotaciones son débiles; la acción, ralentizada…

– Querido mío, ¿qué tiene que ver con esto el traductor? Hable con más claridad, adivino que tiene usted razón…

LE PARECE SER EL ÚNICO QUE DUDA. En realidad, son unas búsquedas propias de un escritor, y su lógica pregunta: ¿cómo se puede crear si te han precedido ya Tolstoi, Ibsen, Thomas Mann?

Y habla de sí mismo: “Soy un dramaturgo ordinario”, “soy un autor regular”, “después de mi muerte, olvidarán todo lo que he escrito”. La lógica de su discurso es dura: si es que es así, si soy un mediocre, ¿para qué sirven mis martirios y mi sacrificio delante del escritorio? Cómo ha de estar de ridículo a los ojos de la gente, incluso de su esposa e hijos. Estas son las cavilaciones que le martirizan. No es fortuita la réplica que él atribuye a su hija en una de las cartas: “¡Vaya escritor, que no es ni un Tolstoi, ni un  Shakespeare, ni tan sólo un Sruoga!99no te justifiques, Asia, si no son tus palabras, serán tus pensamientos.”

Es un camino normal, propio de un escritor. También es normal su respuesta a estas dudas: desconfía de todo, escúchate a ti mismo, pero sigue caminando. Y así hasta la muerte.

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En octubre de 1995 Y me preguntó (más bien preguntándose a sí mismo):

– ¿Puede que los teatros callen porque al autor le falta talento? Me da miedo pensarlo…

Las dudas, la casi autodestrucción, y la fe en sí mismo y en un futuro para sus obras  – todo esto convive simultáneamente en Y.

– Seré recordado en la literatura lituana como un autor de cinco piezas sobre la tragedia de los judíos en Lituania. – Y pronuncia estas palabras mientras cenamos, verificando: a ver, cómo suena esto. De improviso, me mira a mí, tratando de adivinar el significado de mi silencio – ¿lo desmentiré o no? Comienzo a pensar que Y tendrá razón, aunque los renglones de la historia de la literatura son impredecibles. Pienso también: tal vez, para que sea recordado en el mundo de las artes, tan sólo es suficiente esta enorme tensión de la voluntad creativa, esta tentativa vespertina de escuchar – o aproximarse – a la eternidad, y de escucharse a sí mismo en el umbral de la muerte.                                                                                                                          ARGUMENTOS NO ESCRITOS

A Y le atormentan mucho estos argumentos. Pasó largos meses desarrollando los caracteres de los personajes y la trama, haciendo esbozos y trabajando en los archivos y bibliotecas. Algo falló, sin embargo. Los argumentos no plasmados en obras literarias, de todos modos, no abandonan al autor. Y los recuerda a menudo, y ello también forma parte de su despedida de la vida.

 23 de febrero de 1994. Hoy Y  me ha hablado de una pieza suya que no llegó a escribir. Los protagonistas son Stalin y Hitler, que se encuentran en un búnker y pasan una noche y un día entero hablando. El eje de la pieza son estas conversaciones. La intriga es la siguiente: los representantes de ambas partes están preparando un local para las negociaciones. Instalan sendos dispositivos de escuchas, secretamente el uno del otro. Por si acaso, también se preparan para las “conversaciones” los dobles de los caudillos.

– Una vez leí, –me cuenta Y– que en el verano de 1942 el mariscal Zhúkov100 tuvo un encuentro con uno de los jefes militares alemanes. Así que mis fantasías históricas tuvieron una cierta base real.

Y creó la pieza en la década de los sesenta. ¿Por qué, pues, no la acabó? No me lo puede explicar; más bien, como tantas veces ya, me contesta con una pregunta suya: “¿Y usted qué piensa?”

– Será a causa de un vacío filosófico. La obra estaba construida a partir  de un duelo intelectual, el cual, sin embargo, difícilmente hubiera podido ser posible. ¿Sobre qué temas habrían podido discutir los dos facinerosos – sobre el reparto del botín?

La pieza tiene un final abierto: las largas conversaciones no llegan a nada, y la guerra sigue su curso.

 

UNA VISIÓN DOBLE

…Veamos cómo trata Y el tema de las relaciones entre los judíos y los lituanos cristianos antes de la Segunda guerra mundial.

La psicología del proceso histórico es evidente para Y: dos etnias vivían una al lado de la otra – en esencia, pacíficamente, pero casi sin conocerse mutuamente; ¿es posible que sus caminos se hayan separado de un modo tan trágico?

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A Y le gusta recordar la Kaunas de su juventud. A menudo, a los poetas cristianos y judíos les tocaba intervenir en las mismas tertulias literarias. Ellos se aplaudían mutuamente, se sonreían, simpatizaban entre ellos. Pero, extrañamente, a ninguno nunca se le ocurrió charlar, o simplemente sentarse juntos a la mesa en una cafetería…

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Y no ha sido el primero en reflexionar sobre el extraño “muro entre los lituanos auténticos y los judíos, invisible y sui generis”… Eran vecinos, “compartiendo la misma calle y frecuentemente el mismo edificio, lo cual les debería haber acercado mutuamente – y sin embargo, no les acercó: estaba la diferencia de idioma, cultura, religión, costumbres; y lo más importante, su psicología era totalmente diferente…”

Aquí me detengo. Aquí está el tema principal de las reflexiones de Y. Un judío anciano trata de entender lo siguiente: ¿Qué es lo que pensaba y sentía su vecino cristiano en los complicados decenios de preguerra?

“¡Ay, qué orgulloso me sentí cuando mamá me llevó por primera vez a la capital, a Kaunas! ¿Por qué? ¡Pues porque veía en todas partes letreros con apellidos judíos! Nunca se me ocurrió preguntarme – ¿y los cristianos, qué sentían al ver estos letreros? ¿Puede ser que lo que me enorgullecía tanto, a ellos les pareciera humillante?”

La argumentación de Y se perfila con mayor claridad aún en su carta a Asia:

“Créeme, yo tan sólo intento explicarte cómo era en aquel tiempo la autopercepción o autoconciencia nacional de un lituano cristiano normal y corriente. La quisiera medir con el mismo rasero psicológico con el que tú mides tu propia autoconciencia nacional. Que no te extrañe lo que te digo.  Imagínate tan sólo por un momento qué sentirías tú, israelí, si vieras en el centro de Tel Aviv, en la lujosa calle Disenhof, que la mayoría de los establecimientos comerciales no pertenecen a los judíos sino a los árabes, igual que los negocios de comercio al por mayor, los cines y las cafeterías. Sin duda, ello te causaría resentimiento y sentirías menoscabada tu dignidad como judía e incluso como persona. Si me dices que no, entonces no te creeré. Sé perfectamente en qué tiempos vivimos y que las masas y las multitudes están envenenadas por una horrible fiebre chovinista, que se ha expandido como una epidemia y ha conquistado estados e incluso continentes enteros, y todos, tú y yo incluidos,  estamos contagiados…

Desgraciadamente, nuestra patria histórica, Israel, no es una excepción en este plano. La construcción de viviendas en los territorios ocupados y la compra masiva de tierras a los árabes, no se deben tan sólo a razones económicas, sino – hay que ser francos con nosotros mismos – en mayor grado, a intereses nacionales. Claro que me dirás que los judíos tenemos razón porque todo esto es nuestro. Pero, igualmente los lituanos, poniendo las bases de su estado y fortaleciéndolo, con razón decían: “¡Todo esto es nuestro!”

Y intenta mirar el mismo hecho dos veces: con sus propios ojos y luego con los ojos del vecino. ¡Pero si precisamente es esto la premisa principal del diálogo entre los judíos y los lituanos, que hace ya tiempo que se debería haber iniciado!…

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Y no para de volver, mientras hablamos, una y otra vez al tema del trágico callejón sin salida en el cual los judíos lituanos quedaron encerrados en el curso de la historia.

“…Ya sabíamos lo que les estaba sucediendo a los judíos en Alemania y en la Polonia ocupada por los nazis… No, a los judíos lituanos no les quedaba ninguna opción. Dos gigantes vecinos, Alemania y la URSS, pugnaban por su supremacía en la región. El triunfo de Hitler hubiera supuesto la sentencia de muerte para los judíos… En cambio, si ganaba Stalin, por lo menos nos quedaba una esperanza… Esto es lo que explica la bienvenida con ramos de flores que les dieron los judíos a las tropas soviéticas en 1940.”                                      ¿Un trágico callejón sin salida? Y, sin embargo, no piensa tan sólo en los judíos, sino también en lo que sintieron los lituanos mirando aquella bienvenida con flores, que interpretaron como el símbolo del derrumbe de su Estado nacional.

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Recorriendo en su memoria decenios y decenios, Y trata también de entenderse a sí mismo como a un hombre de vista doble. “Mire, hace cuarenta y seis años que vivo en este piso. ¿Recuerda mi dirección? Calle Výtauto, núm. 3, puerta 2. Pero fíjese, todos mis años de juventud en Kalvaría los pasé también en la calle Výtauto, en la casa núm. 32. Los mismos números, sólo que el 32 quedó quebrado en dos…

La escisión, la quiebra en dos… Algo en lo que pocas personas se fijan. Yo, sin embargo, pienso en ello a menudo. En aquella época, en Kalvaría, yo no fui nada más que un judío, un chico judío. Ahora, sin embargo, soy un escritor judío y un escritor lituano. Un judío y un no-judío al mismo tiempo.” Pienso: ¿Es compatible esto? ¿Es posible ser ambas cosas a la vez? (28 de octubre de 1990)

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Y me va repitiendo en estos dos meses, noviembre y diciembre de 1991: “Soy como el que ha salido nadando de una orilla y no ha llegado aún a la otra. ¡Ahora les soy ajeno a todos! No acabo de entender ¿en qué, según dicen, he “traicionado” a los judíos para favorecer a los lituanos? No he querido ni lo uno ni lo otro. Estoy desesperado”.

Lo mismo se deja entrever en su carta a Asia: Las tinieblas están sepultando mi conciencia.

Y vuelve a estar en el laberinto. Alguien, sin embargo, ha entendido que está repartiendo indulgencias a los criminales que asesinaban a los judíos. Ya dicta la sentencia acusatoria a Y mismo: “un antisemita empedernido”, “un colaborador de los nazis”, “un lacayo de los lituanos”. Una pregunta que oyó por teléfono: “¿A cuánto vendiste la memoria de tu familia asesinada?”

Y no exagera nada la actitud de los judíos lituanos hacia él. El periodista Mijail Mirski dijo un poco más tarde: “Me parece que a Yosade le excomulgaron de la judería, como a Tolstoi le excomulgaron de la iglesia…”

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Los tópicos siempre son ingenuos. Por supuesto que Y no es ningún “colaborador de los nazis”. Por supuesto que “lo recuerda todo”. Puede ser que a sí mismo se esté repitiendo lo dicho por la protagonista de una pieza suya: No les defiendas. Vives en un país donde cada palmo de tierra está regado con la sangre de los judíos. Donde el aire está empapado de un odio, abierto o encubierto, hacia nuestro pueblo milenario. No acabo de entenderlo nunca: ¿Cómo es que respiras ese aire y no te ahogas?

…¿Es una coincidencia? Un día le digo lo mismo, aunque con otro tono: “No sé si podría vivir allá donde hubiera estado asesinada mi familia, si sería capaz de respirar el mismo aire”. – “Tiene usted razón” –, me contesta Y, con una extraña tranquilidad… Pensando en ello, llego a entender que, por esta misma razón, Y seguramente necesita vivir precisamente aquí.

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Varias veces ya, Y me ha sugerido que me imagine a los judíos y cristianos lituanos con los “papeles” invertidos: ¿Qué habría pasado? ¿Cuántas personas perseguidas habrían sido salvadas? ¿Cuántas traiciones se habrían perpetrado? ¿Qué formas habrían tomado la crueldad y la codicia humanas? ¿Y cómo, en cambio, se habrían manifestado la magnanimidad y la bondad?

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Alguien dirá que tales fantasías están fuera de lugar. ¿Qué sentido tiene indagar en lo imposible? La historia, mientras tanto, ha dejado constancia de otras cosas. Por ejemplo, el conocido episodio del garaje Lietūkis de Kaunas, donde a los judíos les asesinaron metiéndoles una manguera en la boca, haciéndoles tragar agua hasta que los cuerpos reventaban.    Esto es cierto101.

Pero, si la historia desconoce el Pluscuamperfecto de Subjuntivo, al mismo tiempo, la naturaleza humana ignora cualquier marco étnico o nacional. Los instintos bestiales, oscuros, que se desatan enfurecidos dentro del hombre, no dependen ni del color de la piel ni de la forma de los ojos, ni siquiera de la religión profesada. La religión y la moral tan sólo le ayudan al individuo a frenar los bajos instintos y a luchar con los demonios… Pero, ante todo, la responsabilidad es de la persona misma. ¿No es por eso por lo que el derecho internacional no reconoce la responsabilidad colectiva ante un crimen? En el transcurso de estos dos meses, el ánimo de Y va oscilando. A ratos, no para de acusarse a sí mismo: “He reabierto ciertas heridas. Hablando objetivamente, sí que he obrado mal – no me han entendido ni los judíos ni los cristianos lituanos”.

Sin embargo, en muchos momentos ve que la causa del problema es otra: “Parece que todavía no ha llegado el momento para hablar así de estas cosas”…

Hoy Y ha hecho una observación: “Qué simple parece el hombre si se le caracteriza con un sólo concepto: judío, lituano étnico, ruso étnico… No, mejor seré entonces un cosmopolita.”

 

NO OLVIDES A SALIERI

Agosto de 1992. A diferencia de muchos autores, Y no tiene el complejo de Salieri. ¡Cómo podría ser ello posible, si la envidia es humillante!

Me doy cuenta en diversas ocasiones de lo objetivo que Y es hablando de otros escritores. Les perdona fácilmente sus flaquezas y entiende qué es la realización de las ideas creativas. Si admira una obra de otro, siempre lo hace  de una manera directa y sincera, sin ahorrar epítetos: “En el papel se ha plasmado la armonía…”

Hablando de un hombre de letras, ve el destino del escritor: la formación  del talento, su desarrollo – “el camino sobre el precipicio de la cotidianidad”. Éste fue el caso de su viejo amigo Hirsh Osheróvich, poeta judío mundialmente conocido hoy en día: “Renunció a todas las comodidades. ¡Nunca se desvió del camino que se había propuesto, dedicado por completo a alcanzar la meta! Supeditó su propia vida y la de su esposa, tan entregada a él, a la creación lírica, a la conversación con Dios. ¡Y ganó la batalla!”

…Observa el destino de Grigory Kanóvich102. Aquí sí que habría podido surgir la rivalidad y los celos. Hoy en día, aparte de ellos dos, en Lituania no queda ya ningún otro escritor judío. La ironía del destino ha hecho que uno de ellos escriba sus obras en lituano, y el otro, en ruso. Y es mucho mayor que  Kanóvich, y en cierto sentido es su maestro. Pero el alumno hace tiempo que se ha hecho mucho más conocido que el profesor. Y habla de Kanóvich sin resentimiento: “¡Es un maestro de la palabra como pocos! Usted se habrá fijado seguramente cómo son flexibles y multifacéticas sus palabras. Es un escritor inteligente, que sabe hablar con precisión de lo más doloroso que hay en la historia de los judíos lituanos. Abordó su tema principal cuando era aún peligroso hacerlo. Lo era en el sentido directo de las palabras, ya que el autor que en sus novelas trataba el tema de la idea nacional judía, podía ser tildado de enemigo en cualquier momento. Kanóvich se arriesgó. ¡Y ganó la batalla!”.                Y comenta los primeros relatos y ensayos de tema judío del poeta Markas Zíngeris103: “¡Qué interesante, él también ha emprendido su propia búsqueda! ¿Hasta dónde llegará, al fin y al cabo?”                                                    Y parece hablar de las búsquedas y victorias literarias ajenas sin preocuparse por las suyas propias.

Yo ya no me asombré nada al oírle decir, uno de estos días:

– Cada literato debe hacerse la pregunta, de vez en cuando: “¿No llego a parecerme a Salieri?

 

LA ENERGÍA DEL ERROR

Vuelvo a pensar en lo mismo. ¿Cómo se le ocurrió a Y la idea de que era necesario remodelarse no sólo a sí mismo sino también a sus familiares? Él nunca fue miembro del Partido Comunista para pensar así; toda su vida fue desfigurada por una sociedad totalitaria, ideada y creada por los comunistas. Sin embargo, durante decenios Y ha ido acariciando la idea preferida de los bolcheviques: es posible entrometerse en un destino ajeno, es posible e incluso necesario “forjar de nuevo” al hombre…

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Aquí me acerco a otro laberinto de Y. He aquí este laberinto: su familia.

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12 de Septiembre de 1994. Con sus familiares Y es un dictador, aunque, lógicamente, no lo reconozca. Por supuesto que ha oído esta definición, según él, “tan injusta como absurda”, y por consiguiente la conciencia de Y la desecha. Sus hijos escribieron hace años en su diario mural casero: “Nuestro papá es un usurpador”. Pero “los niños, igual que un loro, repetían las palabras de mi esposa”.

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Los hijos hace tiempo que se han hecho mayores. Asia vive en Israel, mientras que a Yósif Y sigue dictándole cómo tiene que vivir, aún indignándose: ¡El dictado está plagado de errores!

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10 de Abril de 1992. Y quería que su hijo siguiera la carrera de Física: “¡Es la profesión del futuro!” Yósif tiene de nacimiento un don humanitario; sin embargo, aún a su pesar intentó seguir el consejo de su padre. Sintiendo que su alma se rompía en pedazos, estudió unos años en la Facultad de Física; luego cambió a la de Matemáticas. Es indicativo que, al fin de cuentas, unos diez años después de comenzar los estudios superiores, se graduara en la Facultad de Historia.

Más tarde, Yósif sintió atracción por la creación artística, ante todo, la pintura y la escultura. Ya ha montado exposiciones; su obra ha originado diversas discusiones. Algunos se encogen de hombros; otros, incluidos ciertos críticos de arte, admiran su obra. Por supuesto que oírlo halaga a Yosade padre. Pero… en cualquier caso, él siempre tiene su tajante opinión de lo que debe o no debe figurar en las obras de su hijo.

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11 de marzo de 1995. Miro a menudo el retrato escultural de Y hecho por Yósif hace ya bastantes años, dándome cuenta de que la semejanza entre el retrato y la “natura” se va reforzando con el paso de los años. Le digo a Y que, en mi opinión, esta obra transmite su esencia a la perfección.

“¡No, la esencia no está transmitida absolutamente!”, contesta él irritado.

Por lo visto, Y piensa en la esencia de sus relaciones y en que, según él, su hijo no le entiende.

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“Al fin y al cabo, ¿qué es lo que no le gusta en Yósif?” – me pregunto a mí mismo. Llego a una conclusión inesperada: no le gustan sus búsquedas y vacilaciones. Éstas son las cosas que Y sólo se permite a sí mismo, exigiendo a los suyos una clara definición de propósitos; por decirlo así, que el lienzo esté acabado.

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El conflicto entre padre e hijo pone marcadamente de manifiesto una faceta importante de la personalidad de Y. Él es hombre de una sola idea, por la cual está dispuesto a sacrificarse a sí mismo, a su esposa y a sus hijos. Está construyendo su propio mundo, en el proyecto del cual está claramente definido el lugar de todo y de todos: el lugar de la familia, sin duda, es más importante que el de algún objeto en su estudio. Pero, éste no deja de ser un sistema global, donde nada se puede cambiar sin la aprobación del “diseñador”.

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10 de diciembre de 1995… Mientras salimos a una calle nevada, Yósif sigue contándome su historia.

“A cada uno de nosotros, mi padre nos pegó una etiqueta: él había determinado cómo deberíamos ser. Seguidamente, procedió a remodelarnos. En general, creía en el poder de remodelar la vida de los demás. En cuanto a mí… ya a los trece o catorce años entendí: es imposible remodelar a nadie. Al principio, discutía con mi padre. Luego traté de esquivar las discusiones, compadeciéndome de él. Pero mi padre fue un hombre muy firme y duro. Yo, en comparación con él, soy como de barro. Cada vez que venía yo, él (ya gravemente enfermo) se ponía a repetir la misma cantinela…”

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9 de junio de 1994. Y: “Cuando nos casamos en enero de 1946, no únicamente la amaba mucho, yo estaba pletórico de felicidad: mi Shéinele no sólo es bella – aparte de ello, es diez años más joven que yo; es cándida e ingenua… Lo cual significaba que tenía delante de mí un trozo de barro intacto el cual yo podía modelar a mi antojo”.

¿Puede ser que ya haya pasado medio siglo? Incluso en el día de hoy oigo a Y explicarle algo a su esposa como haciéndose preguntas imaginarias por ella, y contestándoselas él mismo: qué, cómo, dónde y por qué ella debe hacer esto o lo otro…

Mientras tanto, a los setenta y tres años, la doctora Sideraitė tiene pacientes de todo el país, desarrolla un gran trabajo científico: son reconocidos sus trabajos pioneros en endocrinología y en el tratamiento de la diabetes mediante pastillas. Además, a su cargo están la casa, el jardín, la alimentación dietética para su esposo… Y una constante preocupación: ¿cómo alargarle la vida a él?

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En los pequeños detalles, la familia ha obedecido a Y. Pero únicamente en los detalles. Igual que él, ninguno de ellos celebra su cumpleaños ni ninguna otra fiesta (“Por Nochevieja, nos vamos a dormir a la hora habitual, – me dice la doctora Sideraitė. – ¿Un árbol de Navidad? Para nuestra familia sería muy extraño.”)

¿Tal vez he olvidado algo? En todo lo demás, su esposa e hijos han permanecido tales como les había creado Dios.

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6 de enero de 1994. No puedo dejar de admirar a la doctora Sideraitė, lo cual Y percibe… celoso. Sonrío, entendiendo la causa de sus celos. Él quiere absorber mi atención por completo, enteramente. Aún más celoso se muestra en relación con el trabajo de su esposa.

En los años cincuenta, poco después de acabar Sheina la facultad de medicina, Y le exigió:

“¡Deja tu ambulatorio! Trabajarás en Pérgalė. Estarás al corriente de todos mis problemas. Y, el día entero, te tendré delante de mis ojos.

Ella se negó a hacerlo. Y guardó el resentimiento durante mucho tiempo: ¿Es que ella no entiende que así sería mejor para todos?

Los resentimientos se han ido acumulando con el paso de los años. Hasta ahora a Y le irrita el hecho de que, al casarse, Sheina no cambiara su apellido por el de su esposo (“Me dijo que los trámites eran muy molestos, pero ¡si eso son tonterías!”).

Pero, lo que más le incomoda es sentir decir de él, a lo largo de decenios: “Es el esposo de aquella famosa doctora…”

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Con el tiempo, algo cambia. A veces, tomando una decisión importante por su esposa, Y parece no darse cuenta (¿o sólo pretende hacerlo?) de que la decisión ya está tomada. Por Sheina misma.

Una vez, ella me contó el siguiente suceso, ocurrido en los años sesenta.

Un día Y invitó a su esposa y a su hermano, que llegó desde Kaunas, a cenar en el restaurante Nėringa. Y hizo traer el champán y declaró solemnemente: “He decidido, Shéinele, que a partir de mañana comenzarás a preparar tu tesis de doctorado”. El caso es que hacía ya bastante tiempo que ella estaba haciendo trabajo científico, intervenía en congresos científicos e incluso había publicado los resultados de sus investigaciones.

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3 de diciembre de 1994. ¿Es difícil el carácter de Y? ¿Es incómodo? ¿Es punzante? Ninguna de estas definiciones es exacta, ya que no toman en cuenta la “supertarea” de una vida humana concreta. Y repite:

– La familia sólo debe tener un objetivo, y todos lo deben perseguir – este objetivo y ningún otro.

Él mismo, naturalmente, lo persigue.

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6 de abril de 1995. El título del libro de Víktor Shklovski104, “Energía del error”, suena como una fórmula vital. Es esta energía del error lo que nutre a Y, y representa el misterio de su juventud. Y siempre está en el proceso de formación y desarrollo. Incluso remodelando a sus prójimos y equivocándose, él todavía está apresurándose a llegar a sí mismo.

 

EL AUTOR Y EL PERSONAJE

Y y yo seguimos hablando sobre el tema de su muerte. Por supuesto, es Y quien habla principalmente. “Es un acontecimiento natural y que se está aproximando”.

No le doy la razón ni le llevo la contraria. Si lo hiciera, destruiría el carácter mismo de nuestras conversaciones, que discurren sin falsedad.

A menudo Y habla de la muerte asociándola con mi trabajo:

– Cuando yo muera, usted hará fácilmente su libro. Mi retrato adquirirá precisión y definición. Todo enseguida se pondrá en su sitio…

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Un comentario a la historia de nuestras relaciones, quizá el más importante: hace tiempo que llegué a amar aquello que Y no ha podido realizar en sí mismo.

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10 de diciembre de 1991. A pesar de su apego al cristianismo, Y encuentra aburrido reflexionar sobre la moral. Parece ser lo único que nos separa. Hoy Y ha expresado sus ideas con mucha precisión:

– No creo que el artista piense sobre los principios morales… Lo único que le interesa es la psicología.

Yo, por mi parte, puntualizo: lo dicho es cierto hablando del “espacio” de la obra literaria. Pero si se trata del espacio de la vida real, ¿cómo se puede prescindir de la moral? ¿Quién no se perdería sin la moral en su oscuro camino solitario?

Y calla. Sin duda, no está de acuerdo conmigo.

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Y no puede abandonar la costumbre de estudiar a todos los que le rodean. Yo mismo no soy ninguna excepción.

Intento resistir, esquivar el tema. No quiero que nos distraigamos de nuestra tarea. No es tarea de un momento y no puede limitarse a una serie de entrevistas.

Tampoco soy una excepción en otra cosa. Y trata – con sus mejores intenciones – de cambiarme a mí. Por alguna razón le parece que estoy destrozando mi vida. Que estoy rompiendo bruscamente mi estilo de vida habitual. Quiere saber: ¿por qué? Tal vez quiere evitar que yo repita sus errores. Pero lo que es más importante, no ve ninguna lógica en mis actos y decisiones.

– ¿Hace cinco años que está usted en Lituania? – me pregunta. – Ya hace cinco años

Sopesa algo mentalmente:

– ¿Cuántos libros publicó usted antes de llegar aquí? ¿Catorce? Para un crítico de literatura, no es poca cosa.

Y continúa sus cálculos. Por lo visto, le es más fácil reflexionar sobre mí, comparando mi camino con el suyo. Tenemos una importante diferencia de edad, treinta y siete años; yo podría ser su hijo, pero no es esto lo que hace pensar a Y…  ¿Qué tiene en la mente, entonces?

La línea del destino creativo, que es la principal línea en la vida de cualquier escritor. ¿Adónde me llevará esta línea a mí? Y sabe mirar la realidad con una mirada implacablemente clara.

– Usted era un próspero profesor de universidad, tenía muchas publicaciones. Y de repente, lo dejó todo. Dejó Rusia, con la que tiene lazos de nacimiento, cultura, lengua… ¿Vivir en la Lituania independiente…? Bueno, esto último parece tener su lógica… Usted ya había escrito un libro sobre Kristijonas Donelaitis, el clásico de las letras lituanas. Lo leí y entendí su idea: no sólo contar la vida de un genio y su tragedia, sino ver la vida del espíritu nacional a través de siglos. Donelaitis le condujo a Lituania. ¿Y ahora, qué sigue?

Y está perplejo. Piensa: este escritor casi no mantiene contactos con sus colegas. Incluso deja de visitar la sede de la Unión de Escritores. ¿En aras de qué? ¿En aras de varias docenas de destinos judíos grabados en casetes durante estos años? ¿Son justificados los sacrificios? Y tampoco ve lógica alguna aquí, dentro de mi vida. En los cinco años no he hecho ninguna publicación importante, aunque –él lo sabe– algunas de las entrevistas son sensacionales. Silencio… ¿Qué nacerá de este silencio? “Por supuesto, hace mucho que he entendido: lo que le interesan no son los acontecimientos, por sensacionales que sean, sino su trasfondo psicológico. ¡Muy bien! La vida, sin embargo, va pasando. He sentido en mi propia persona cómo es esto: en las mismas ediciones periódicas donde se publicaban tus obras ya figuran nombres nuevos, mientras que a ti hace tiempo que te han olvidado: has perdido el tren…”

Y siente el enigma de la vida del otro, y ve su punto de quiebra que puede llegar a ser trágico. “Cualquier paso en falso y… ¡Hay que tener Voluntad!  Hay que escuchar constantemente el pulso del destino”.

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De vez en cuando oigo por teléfono este monólogo suyo:

– ¿Qué hay de nuevo en su vida…? ¿Nada de especial? ¡Usted no es sincero conmigo! Claro, incluso si ahora me dice algo, de todos modos no será sincero. Me contestará por contestar. No, tal vez todo es correcto. Lo que sucede, es que usted todavía vive en el mundo exterior, mientras que yo ya estoy en otra parte… (6 de diciembre de 1993).

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Le cuento casi todo. Aunque, realmente, le he omitido un punto importante: si hace cinco años cambié bruscamente mi vida, no es sólo porque emigré a Lituania – volví al judaísmo. No es un lapsus linguae: volví. Se considera que cada judío está dentro del judaísmo desde la infancia. Aunque a veces ni él mismo lo sepa.

¿Por qué no le explico todo esto a Y? Su actitud hacia el judaísmo me es perfectamente conocida. Sus inevitables y constantes preguntas nos llevarían demasiado lejos. Por supuesto, recuerdo que Y y yo hace mucho que ya no somos simplemente el “personaje” y el “autor”: somos amigos. Sin embargo, prefiero ante todo permanecer en calidad de su espejo.

 

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