Largas conversaciones en espera de una muerte feliz
EL HOMBRE EN EL UMBRAL – Cuaderno tercero
SEÑALES
2 de abril de 1995. Han pasado ya dos años desde que Y me avisó:
– Usted se dará cuenta infaliblemente de cuando yo ya esté cerca de la muerte. Como tantos moribundos, yo mismo me estaré engañando con vanas esperanzas, ¡pero usted no fallará!
Veo que Y tenía razón. Las señales de la muerte son bien visibles en sus ojos, su voz y sus gestos. Existe una abundante literatura (los libros de los sanadores tibetanos, por ejemplo) sobre cómo se debería leer esta clase de señales. Ahora, de todos modos, no vale la pena fijarnos en ello, ya que el camino de Y hacia la muerte está reflejado en mi diario, de una manera más o menos exacta.
8 de agosto de 1995. Cada vez, al despedirme, me esfuerzo por absorber, por retener en mi memoria esta imagen de un hombre menudito y su mirada dirigida desde debajo de las tupidas cejas. Tengo presente, eso sí, que es la cara de un viejo actor que es muy hábil en ir cambiando de expresión, en función de cada nuevo papel que le toca. Y, sin embargo…
“Quién sabe si habrá una próxima vez, querido mío” – deja caer Y. Percibo una sonrisa en su voz; en sus ojos, sin embargo, se percibe un toque de angustia.
Es cierto: no se sabe si habrá una próxima vez. Llegando a su casa al cabo de dos o tres semanas, no tardo en detectar un cambio visible en su aspecto: Y se ha vuelto aún más enjuto, con las arrugas aún más pronunciadas. Me siento superado por la compasión y la ternura, las cuales me esfuerzo por no demostrarle exteriormente.
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El hombre en el umbral de la muerte. Es, sobre todo, un estado psíquico especial. Hay algo que le obliga a Y a volver, una y otra vez, a evocar una vieja verdad reflejada con extrema precisión en el libro de sabiduría judía, Pirkei avot (“Enseñanzas de los Padres”):
Los nacidos están condenados a morir, los muertos, a renacer, y los vivos, a presentarse ante el juicio.
LUZ SOBRE LAS OLAS DEL MAR
21 de septiembre de 1994. He aquí un fragmento de nuestra conversación telefónica:
“¿Que qué estoy haciendo? Estoy en la cocina, pensando: ¿Bajo de la estantería el libro de Moshe Leib Galpern o no? Estoy sopesando mis fuerzas y, mientras tanto, pienso en Galpern. Este escritor nació cerca de Lvov, estudió pintura en Viena, y acabó viviendo en los Estados Unidos. A menudo, se ganaba la vida con trabajos extenuantes, pasó por muchas tierras, se daba a la bebida. Murió joven. Sus versos y su destino me hacen recordar los del famoso poeta ruso, Serguey Yesenin. Galpern poseía un talento tremendo. Ahora, me parece, está prácticamente olvidado.
Evoco las estrofas de Galpern: Si el poeta Moshe Leib le dice que cerca de las diez de la mañana ha visto luz sobre las olas del mar, ¿le creerá Usted a Moshe Leib? Claro que no…
Y, ¿qué dice seguidamente el poeta? Dice seguidamente que la muerte le está arrastrando al mar. Hay una gran multitud alrededor, pero nadie se da cuenta de nada. ¿Cómo acaba el poema? Ya no lo recuerdo. Pero – no llego a decidirme a bajar el libro de la estantería.”
Por supuesto, a Y le preocupa y emociona la imagen de la muerte. ¿Cómo vendrá? ¿Será dura o ligera?
“Sabe Usted, hace ya media hora que dura esto: tan pronto cierro los ojos, veo yo mismo esta tintineante, apenas visible, luz sobre las olas del mar”.
LA SOLEDAD COMO UNA FORMA DE “VIDA Y CREATIVIDAD”
4 de enero de 1995. “Estoy solo. Estoy muy solo”.
Hoy Y ha vuelto a repetirlo una y otra vez. Igual como lo ha hecho ya en nuestras conversaciones. Como también lo hizo en la película, Las Ilusiones. O en sus cartas.
Admiro lo decidido que está en su confesión (yo mismo no me atrevería a hacerlo hasta tal punto). Pero, pienso, ¿Cómo perciben estas declaraciones su esposa y sus hijos?
La doctora Sideraitė escucha a Y con calma. Como si no se tratara de ella y de su larga vida en común. Ya está acostumbrada.
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5 de septiembre de 1995. Aquí tengo una hoja de papel con las preguntas que le quería hacer a Y y no se las hice, porque él cayó gravemente enfermo.
- ¿ENTIENDE USTED LO LÓGICA QUE ES SU SOLEDAD?
Nota para mí mismo: Y, como casi todo el mundo, se sentía solo en los años de su adolescencia y durante la búsqueda de su vocación en la juventud. Es lógico también que se encuentre solo en las ruinas de la Jerusalén Lituana. Se encuentra igualmente a solas con su pasado, en los laberintos de sus dudas, miedos y contradicciones. Y debería haberse reconciliado con ello y reconocer que esta soledad la ha creado en parte él mismo. Es lo que ha sucedido en su familia, donde Y literalmente “se ha construido” su propia soledad, intentando remodelar la vida y la manera de ser de los suyos. Es lo que le ha sucedido también en su proceso literario, marchando de la literatura judía sin llegar a sentirse plenamente integrado en la lituana. Debería haber mirado hacia atrás, para percatarse de que hoy en día se están cuestionando casi todos nuestros valores habituales, por lo cual la mayoría de los colegas de Y de la ex-Unión Soviética se encuentran confundidos y solos, cada uno a su manera. Debería desistir, resignarse, y aceptar la eternamente conocida y sabia soledad de la vejez.
- ¿NO LE PARECE QUE, SUFRIENDO A CAUSA DE LA SOLEDAD, AL MISMO TIEMPO LA ESTÁ BUSCANDO?
Nota para mí mismo: La necesidad de estar solo está relacionada, en el caso de Y, con su proceso creativo y con la necesidad de una especial concentración, meditación y conversación con Dios a solas.
Y reconoce: “A veces paso varios días callado”.
La doctora Sideraitė, al oír nuestra conversación, añade:
“A menudo pasa que, durante su trabajo, él crea una situación conflictiva en la familia, consciente o inconscientemente. Luego, satisfecho, se adentra en su mundo interior”.
¿Por qué queda satisfecho Y? Después de una disputa violenta con sus familiares, por un tiempo quedan rotos los lazos que le unen con ellos, lo cual le proporciona una garantía de soledad.
- LA MÁXIMA EXPRESIÓN DE LA SOLEDAD ES LA MUERTE. SI USTED ESTÁ RECONCILIADO CON LA MUERTE, ¿POR QUÉ ENTONCES SE REBELA?
Una nota para mí mismo: La “rebelión” de Y es fácil de explicar. Él es un niño envejecido, y los niños nunca pueden aceptar la soledad.
VERSIONES DEL DESTINO
6 de noviembre de 1991.
– El objetivo de mi vida se perfiló muy temprano: decidí ser escritor. ¿Fue correcta aquella opción? Esta pregunta sigue siendo importante para mí.
Sí, en su juventud a Y también se le había abierto otro camino. Una vez, en el colegio, el profesor de matemáticas quiso hablar con él:
– Yosade, veo que usted relaciona su futuro con la literatura. Piénselo bien. En mi opinión, podría conseguir mucho en el campo de las ciencias.
Y sigue reflexionando sobre aquellas palabras hasta el día de hoy.
Más tarde le pareció que sería un buen comerciante.
“Cuando mi padre entró en bancarrota en 1931, nuestra familia quedó totalmente sin recursos. La fábrica fue sellada. Los acreedores exigían el pago inmediato de las deudas. Mi padre, mientras tanto, no podía recuperar su presencia de ánimo.
En aquel tiempo, yo estudiaba en Kaunas, en la Universidad, y veía muy poco a mi familia. Quedé estupefacto al ver en la puerta de mi habitación a mi madre, la persona más próxima a mí en la familia. Me exigía y me suplicaba, al mismo tiempo:
– Yánkele, tienes que ocuparte de la contabilidad tú mismo. Si no, será un fracaso total. Para siempre.
Dejé los estudios y llegué a casa. En este trabajo, recurrí a varios abogados con experiencia, de Marijámpole y de Kaunas. Imagínese, en tres meses logramos resolver todos los problemas con los acreedores.
Luego, en Lituania se acabó la crisis industrial y financiera. Comenzó el auge. Volvimos a abrir la fábrica. Obligamos a mi padre a contratar a un buen contable. Él mismo también había aprendido mucho de aquella triste experiencia. Cuando los soviéticos nacionalizaron la fábrica en 1940, ya daba beneficios – la empresa fue tasada en 120.000 litas, lo cual no era poco en aquel tiempo.
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No, Y no duda de lo correcto de su elección. Simplemente ahora, antes de morir, está cavilando sobre aquellas versiones posibles de su destino.
LA CRÓNICA DE LA MARCHA HACIA EL MÁS ALLÁ
Mis apuntes de los últimos tres o cuatro años se refieren, frecuentemente, al mismo tema. Y intenta captar lo que pasa dentro de él mismo; la mente de un artista va registrando, seleccionando y clasificando impasiblemente los diversos procesos de envejecimiento propios a su organismo. Va captando los cambios irrevocables, la retirada paulatina de esta vida.
Y entiende lo valiosas que son tales autoobservaciones. Traza en la libreta con una mano temblorosa: Diario de la Vejez.
Al mismo tiempo, se da cuenta de una contradicción. Estas observaciones suyas son importantes ante todo por ser la crónica de la desintegración y declive. ¿Cómo entonces debería aprovecharse él mismo de este abundante material? ¿Cómo le conferiría la forma adecuada?
Es una contradicción que Y mismo es incapaz de resolver. Además, el Diario de la Vejez también requiere fuerzas y tiempo, de lo cual Y no dispone.
Me sugiere, con delicadeza, y a veces implícitamente, que sea yo quien resuelva esta contradicción. Así que este hombre, que nunca ha querido hablar de su salud, empieza a presentarme informes detallados de su estado físico.
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30 de marzo de 1995. Tengo un sobresalto al oír: “He estado acostumbrado a que siempre suene música dentro de mí. AHORA, LA ORQUESTA HA DESAPARECIDO.
¿Por qué este sobresalto? Cuando, en el pasado, me dediqué a indagar en la psicología de la creatividad, pensé mucho sobre las causas de la muerte del famoso poeta ruso, Aleksandr Blok105. Fue una muerte extraña, sin una enfermedad previa. Simplemente, un día Blok dejó de oír la música. Y seguidamente dejó de crear poesía.
Y, que no es poeta sino dramaturgo, al desaparecer su música interior ha dejado de hablar con sus personajes.
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“¿Que qué hago a lo largo del día? Voy revisando mi biblioteca. Tomo un libro u otro, al azar, aquel que esté al alcance de la mano. Leo una página o dos. No encuentro nada nuevo, todo esto hace tiempo que lo sé…”
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Otra cena con los Yosade. La doctora Sideraitė acaba de llegar del hospital y ahora está poniendo la mesa. Hace los blinis106 y nos sirve su plato estrella, el pastel de ruibarbo. Y come poco. Un poco de requesón y un bocadillo. Toma un vaso de té. “Con esto ya tengo suficiente”. Se envuelve mejor en el batín, para abrigarse. A esta misma mesa, recuerdo como pronunciaba larguísimos monólogos… De todos modos, incluso ahora, a la hora de la cena Y se vuelve más animado, se mantiene más erguido, y su voz suena más firme.
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3 de enero de 1995. Las flexiones de su voz están abatidas. Antes Y creaba alegría, para sí y para los otros; ahora ya no quiere hacerlo: deja que todo fluya.
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He pensado una cosa banal: hay que encontrar o crear un suceso que le alegre. Este pensamiento se plasma fácilmente en una sugerencia: su pieza, El salto a lo desconocido, ignorada por los teatros, ¿se podría, de todas formas, publicar? Marco el número de la editorial Pradai. Las 5000 copias del libro costarán cerca de dos mil litas. El presupuesto se hará en pocos días, y al cabo de dos o tres semanas se podrá recoger la tirada.
La doctora Sideraitė lo entiende todo al vuelo. Como médico, seguramente sabría expresar en términos de su profesión el efecto curativo de esta medida. Como esposa, dice sin vacilar: “Entregaré mis últimos ahorros”. Por supuesto, lo hace. Organiza la publicación y dedica su tiempo a revisar el texto impreso.
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Finales del verano de 1995. Y está ingresado en el hospital. Durante nuestra conversación, le viene un ataque de tos, seguido por fuertes y largos vómitos. Voy a buscar a la celadora. Pienso en cómo animar a Y, para que no se sienta tan incómodo a causa de la situación. Al volver, sin embargo, le encuentro tranquilo. ¿Puede ser que él incluso quiera que yo vea esto también? Debe de tener razón.
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¿HABRÍA PODIDO Y ADIVINAR LA CAUSA DE SUS FUTURAS PREOCUPACIONES?
El frío ha atormentado a Y a lo largo de todos estos últimos años. Sobre todo ahora, cuando el Ayuntamiento ahorra con la calefacción central107. “¡Me estoy helando!”, me grita por el auricular.
La sensación del frío es enfermiza en Y. Este año, ha estado esperando la llegada del frío con creciente ansiedad. Aún en verano comenzó a idear el sistema de “reforzar la calefacción”.
Ahora, tiene dos estufas en su habitación, donde las ventanas han sido cuidadosamente aisladas térmicamente. Y raras veces abandona la habitación. Es su fortaleza. Y recuerda: ¡el enemigo acecha en el pasillo!
Las alegrías siguen siendo pocas. Lo son, por ejemplo, los libros. Hace días que la doctora Sideraitė va buscando en diversas librerías de Vilnius las siguientes publicaciones: “El mundo como voluntad y representación”, de Arthur Schopenhauer (su autor preferido desde la juventud); “Obra escogida” de Ludwig Wittgenstein; “Obras escogidas” de Martin Heidegger; la monografía, “Mitología Lituana”, que Y necesita para su nueva obra de teatro; “La corona de espinas” de Juozapas Albinas Herbačiauskas (crítico y ensayista lituano a cuyas conferencias Y asistía aún antes de la guerra).
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EL BAÑO. Es un proceso de larga preparación y de complicado transcurso.
Este otoño, como el Ayuntamiento no ha emitido todavía la disposición de proceder centralizadamente a la calefacción de las viviendas, este proceso transcurre de la siguiente manera. En primer lugar, la doctora Sideraitė calienta el aire en el cuarto de baño, donde el calor tiene que ser intenso, y mantenerse durante una hora y media. Luego, llena la bañera con agua caliente. Seguidamente, hace venir a Y, le desviste y le coloca lentamente en el agua, indicando el mismo Y el orden consecutivo de las etapas de la inmersión.
Tan sólo esta primera etapa ocupa como mínimo media hora…
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“ODIO MI CUERPO: Mi piel en las últimas dos semanas se ha vuelto muy sensible. Me cuesta afeitarme, lo cual hago superando la pereza y el asco. Me cuesta exponer mis dedos al chorro de agua”.
”A veces tengo la sensación de que soy igual que todos los viejos. Como aquellos de los cuales solía apartarme, percibiendo su olor a humedad”.
”Los dolores no cesan nunca. Intento entender su naturaleza. Voy adentrándome mentalmente en el dolor: luego me percato que con los dolores se puede convivir”. (13 de octubre de 1995)
EL FUNDAMENTO
Y sigue contándome su vida.
“Desde hace mucho, me ha intrigado el misterio de mis orígenes familiares.
¿Cómo aparecieron en Kalvaría mis antepasados? ¿De dónde vinieron?
Lo único que sabía es que nuestro apellido, Yosade, no era propio de judíos lituanos. La raíz de esta palabra es hebrea: yesod significa “base” o “fundamento”.
Por fin, después de la guerra, oí que en Moscú vivía un tal Pribluda108, un estudioso, crítico y ensayista judío, quien, entre otras cosas, se dedicaba a estudiar los orígenes de los apellidos judíos. ¡Qué emocionado me sentía enviándole la carta, igual que leyendo la respuesta! Decía: El apellido Yosade sólo existe entre los judíos originarios de España. Lo más probable es que uno de mis remotos antepasados, efectivamente, fuera el creador o el inventor de algo. O quizá incluso ponía las bases de los edificios.
Después de que los judíos españoles fueran expulsados de su país, algunos se dirigieron a los países de Europa Central, y otros, los más numerosos, llegaron al Imperio Otomano, desde donde algunos de ellos – o más bien sus descendientes – prosiguieron hacia al norte, hasta llegar, a través de Crimea, a Ucrania. “Lo más probable es que su familia venga precisamente de Ucrania”, – decía la carta. ¡El genealogista judío había dado en el clavo!
¿Sabe usted qué historia existía en mi familia? Mi bisabuelo era cantonista. Así se llamaban los judíos obligados a hacer el servicio militar en el ejército zarista, que solía ser larguísimo, de veinticinco años, y durante el cual a la mayoría de estos reclutas los bautizaban en la fe cristiana. Mi bisabuelo se cansó de aquello y se fugó.
Fue capturado y llevado a juicio, allá en Ucrania. Luego le enviaron a la famosa prisión de Kalvaría109.
¿Qué hacen los judíos de una villa al saber que en la cárcel local ha ingresado uno de los suyos? Deciden rescatarlo. ¡Un judío no debe estar en la cárcel! Hicieron una colecta y entregaron el rescate al alcaide. El preso liberado se quedó a vivir en Kalvaría. Allí mismo se casó.
No sé muchos detalles sobre aquel hombre tan valiente. Sé que su nombre era Avrom.
En nuestra familia, todos los varones llevan nombres bíblicos. A Avrom le siguió Shmúel, luego, Moishe (mi padre), y luego yo, Yánkev. Mi hijo se llama Yósif.”
Sin embargo, es posible otra explicación de los orígenes de este apellido tan poco común. Y nunca llegó a conocerla.
La Cábala, que nos desvela el origen de las cosas y el sentido oculto del Universo, afirma: todo sucede y existe en el Universo gracias a la luz que emana del Creador. Con ayuda de canales o recipientes especiales, las sefirot110, la luz llega al mundo de los humanos. Una de las principales emanaciones se llama Yesod – “fundamento”.
La Cábala nos habla de dimensiones místicas del Tiempo que fueron perdidas por la Humanidad; sin embargo, su energía está a nuestro alrededor. El camino hacia esta energía también está relacionado con la sefirá Yesod. El Universo y la Humanidad tienen una construcción semejante. En el organismo humano, Yesod corresponde a los órganos reproductores.
Sí, aquí Y habría encontrado un vasto campo en el que reflexionar. Su apellido, en efecto, está relacionado con los fundamentos, las bases del mundo.
FRAGMENTOS DE VIDA
“UN HOMBRE QUE NO SE PARECE A SÍ MISMO” – ¿no serán estas palabras la clave para descifrar su manera de ser? Es el título del libro de Z. Paperny sobre el poeta Mijail Svetlov. Una especie de intuición me impulsa a repetírselas a Y. Éste queda entusiasmado:
– ¡Es justamente sobre mí!
“Le voy a contar un caso rocambolesco. Pero primero, le leeré lo que yo mismo una vez publiqué en mi autobiografía:
Mi vida está rodando cuesta abajo; no encuentro el sentido en el entrelazado de los diversos sucesos que me acontecen. No les veo ni lógica ni orden de secuencia. Nuestro trágico siglo me ha ido arrojando ora a un lado, ora a otro, – y lo más frecuentemente, adonde no hubiera preferido yo.
Un crítico rebatió: ¡Por qué! Sí que hay una lógica en la trayectoria de Yosade. Está avanzando hacia la futura sociedad comunista.
Al encontrar a este crítico en la calle, le estreché la mano:
– ¡Es un escrito excelente!
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En el marco de la familia, Y ha trazado SU IDEAL incluso sin haberse dado cuenta. Como, por ejemplo, cuando habla de su nuera, Nelė. – Con ella, tengo una conexión anímica perfecta. ¡Es una esposa modélica! Una mente brillante: domina la lengua francesa a la perfección. Tiene un fino gusto estético. Ahora, incluso gana bastante dinero. Siempre preocupándose de las niñas y de su esposo. Al esposo, nunca le dirige una palabra en contra. En casa todo se hace únicamente de acuerdo a lo que él diga.
Como siempre, Y mezcla conceptos diferentes, sin dejar espacio entre ellos. Cuando este “espacio” finalmente aparece (al hacer Y una pausa), me pregunto: ¿Acaso tiene envidia de su hijo?
LAS OLEADAS DEL MIEDO
Y ha decidido, finalmente, llegar a la raíz de sus miedos. Para despedirse de ellos, como también de todo lo otro. Esto me lleva a volver a analizar el tema.
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“LA LIBERTAD DE NO TENER MIEDO”. Esto, como uno de los principales valores de la vida humana, les prometía a sus conciudadanos el presidente de los Estados Unidos, Franklin Roosevelt. Aquí surge una vieja pregunta: ¿quiere el individuo mismo acercarse a esta libertad? No, no ha sido un lapsus linguae. Parecería que en lugar de quiere debería figurar puede. Sin embargo, se sabe que los esclavos a menudo son reacios a abandonar sus celdas, – incluso con las puertas abiertas.
Después de la guerra, Y no pudo abandonar la URSS (esto se permitió sólo a los antiguos ciudadanos de Polonia). Pero, tampoco lo hizo a principios de los setenta, cuando empezó la repatriación de los judíos soviéticos111.
LA ELECCIÓN DE SU ESPOSA
– Yo siempre había soñado con la tierra de Israel; en mi alma, siempre he sido una sionista, –me cuenta la doctora Sideraitė, recordando aquella situación de hace un cuarto de siglo. – Después de que marcharan Asia y mi hermano, fui presa de una gran angustia. Yasha, en cambio, se negó rotundamente a ello: ¡ni pensar en la repatriación! Claro está, yo no podía marchar sola: él estaba gravemente enfermo. ¿Traicionar a mi esposo? ¡De ningún modo! Sin embargo, yo sabía que él tenía miedo de que yo cambiara de decisión. Una vez hizo una especie de espectáculo relativo a ello. En presencia de unos amigos, declaró con un trágico énfasis: “¡Ya verán ustedes! Pronto Shéinele me abandonará. Yo me quedaré solo y enfermo.” Quedé asombrada –no había tenido ni la sombra de una duda.
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LA FÓRMULA DE ZÓSCHENKO. La lógica de Y parecía evidente. ¿Qué sería él en Israel? Un hombre de letras indigente y totalmente desconocido. La lengua yídish no goza allí de gran respeto. Una existencia miserable es lo que obtendría. A Y le gusta enseñarme los libros de sus amigos residentes en Israel. Tienen una tirada minúscula, con una página entera llena de nombres de los patrocinadores, a quienes el autor suele agradecer sinceramente su modesta aportación de unos cien, doscientos o trescientos shékeles. Recuerdo lo que me contó Y sobre un encuentro dedicado a la obra creativa de Hirsh Osheróvich en Tel Aviv. Le molestó un detalle: a la entrada en la sala, encima de una mesa, había una cajita especial para los donativos en favor del poeta. “¡Nadie se daba cuenta de lo humillante que era aquello!” Para seguir siendo un escritor, Y renuncia a su propia libertad. ¿Se puede, acaso, separar estos dos conceptos? Muchos escritores judíos de la ex-Unión Soviética hicieron lo mismo. Se engañaban con que supieran engañar… al sistema. Sus esfuerzos estaban condenados al fracaso, no sólo por la censura o por el KGB. La causa principal era la que formuló en su diario el escritor Mijaíl Zóschenko112: “Un escritor con el alma acongojada, sufre una pérdida de su nivel creativo”.
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LA COTIDIANIDAD DEL MIEDO. Siendo joven, Y intentaba penosamente superar la timidez.
– ¿Era una enfermedad? A cada rato me ruborizaba. Si tenía que hacer gestiones, aún antes de entrar en la oficina me daba cuenta de que me ardía el rostro y estaba bañado en sudor. Cuando quería conocer a una chica, me pasaba lo mismo. Este tipo de situaciones se daban en todo momento. Hasta que por fin me di cuenta de que me tenía que escudar en mi jovialidad. No, no solía contar chistes. Pero aprendí a empezar cualquier conversación con una broma. Mi timidez se disipó, y mientras tanto conservé mi sentido del humor.
¿Tenía Y sus “mecanismos” o artilugios para superar el miedo? (9 de noviembre de 1990)
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El tema de la superación de los miedos le ha preocupado siempre. A veces, de manera subconsciente (escribiéndole la carta a Asia en 1973), a veces, como se les ocurre con frecuencia a los escritores, transfiriendo el problema a la obra creativa.
Con respecto a esto, es interesante un guión cinematográfico que nunca fue escenificado, La marea alta. Su protagonista, igual que el autor, va reflexionando sobre la muerte. Martirizado por pesadillas, se despierta bañado en un sudor frío. Siente una necesidad, cada vez más fuerte, de fusionarse con el mar – ¿por qué? Él se da cuenta de que, fusionándose con el mar, deja de ser un solitario grano de arena en el universo. Llega a ser parte de un monolito, parte de la Naturaleza, la cual desconoce el miedo.
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…Este control tan estricto y minucioso sobre sí mismo: el cuidado con decir algo inapropiado, con dejar escapar una palabra que le pueda destruir. Una mirada recelosa al teléfono. Amonestaciones a su esposa e hijos: “¡Basta de darle a la lengua! En los días que corren, seguro que se escuchan las conversaciones de todos los intelectuales, y sobre todo, de los escritores. Y aún más, si son judíos”.
Otra réplica: “Si quieres hablar sinceramente con alguien, apártate lo más lejos posible de la habitación donde tienes el teléfono. Incluso el auricular no descolgado representa un peligro, ya que puede hacer la función de un excelente micrófono, que el KGB conecta cuando lo necesite”.
Sus interminables explicaciones sobre las astucias del KGB: “Intencionadamente, te desconectan el teléfono, para luego aparecer bajo el disfraz de electricista con el fin de arreglar el aparato. De hecho, te instalan un dispositivo de escucha”.
Reconstruyo estas conversaciones en familia, en la década de los cincuenta-sesenta-setenta con ayuda del mismo Y, la doctora Sideraitė y Yósif. “¿Que qué solución había? – especifica Y – Primero, el silencio. Ignorar totalmente el teléfono. Pero esto precisamente podía provocar sospechas. Mejor era proporcionarles intencionadamente una desinformación, a veces sutil y mezclada con medias verdades, y a veces, burda, con “confesiones” de un fiel adepto del régimen. ¿Y qué? Que intente el KGB demostrar que no lo soy”…
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La vida viene en oleadas. Como también lo hace el miedo, ora aproximándose, ora retrocediendo. Y no puede vivir constantemente como un muelle encogido. A ratos se endereza para respirar libremente. Y luego, todo se repite…
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¿PUEDE SER QUE LAS OLEADAS DEL MIEDO ESTÉN RELACIONADAS CON LA GEOGRAFÍA? Hay ciertos lugares, incluso dentro del imperio soviético, donde Y parece liberarse de su miedo. Viaja constantemente a las casas de la creatividad 113 de la Unión de Escritores, pasando de tres a cuatro meses al año en las encantadoras localidades de Koktebel, Dubulty, Pitsunda o Maléyevka… Los conocidos cenáculos de los intelectuales soviéticos. Yo también recuerdo aquella atmósfera, y su ilusión de libertad. Allí Y no tiene ganas de pensar en las escuchas. “Las grabadoras, que graben lo que quieran – luego, de todos modos, se confundirán todas las grabaciones, ya que las palabras subversivas suenan en cada una de las habitaciones”, – comentó una conocida mía.
En las casas de la creatividad, Y se siente relajado. Tiene aquí su propio papel bien calculado de europeo experto en todas las facetas de la vida. Ello le permite mantener la postura de hereje.
¿Por qué se deleita tanto en contarme una serie de episodios parecidos entre sí? En su tiempo, los consideró victorias suyas.
– Hace una década, en Yalta, me burlé sarcásticamente de dos escritores judíos. El tema de discusión era el de siempre: la situación de la cultura judía en la URSS. Lo sabían todo, hacía tiempo que lo habían entendido, igual que yo – eso se les veía en los ojos. Sin embargo, discutían contra mis argumentos. Insisto en lo mío, y ellos, a dúo, en lo suyo. Para que conste, por si acaso, por si uno de nosotros tres resulta ser un soplón. Al final, se lo dije en su cara y punto.
Y sigue:
– En general, los escritores judíos (los que aún han quedado en la Unión Soviética, después de todas las purgas) están mortalmente espantados. Una vez, llamé por teléfono a Kíev, a un amigo. Nos saludamos e intercambiamos algunas frases. Le pregunté, “¿En vuestra ciudad, estáis bien abastecidos de alimentos?” Me contestó, “eso no es un tema para hablar por teléfono”.
Y colgó el auricular.
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Y luchaba contra sus propios miedos, burlándose de los miedos de los otros.
A Y se le clavó en la memoria el conflicto con el famoso poeta ruso Serguéi O. En la casa de la creatividad, les tocó sentarse a la misma mesa del comedor.
“Ya nos conocíamos, pero sólo superficialmente. Así que en el primer, segundo y tercer día nos intercambiábamos frases de poca importancia, nos husmeábamos mutuamente. Luego, comienzan unas acaloradas discusiones. Yo hablo mal de la política soviética; él la defiende. ¡Y así, a diario! Por fin, un día O. no pudo más. Se marchó a otra mesa con su plato, declarando en voz alta para que le oyera toda la sala: “¡No quiero estar sentado junto a un antisoviético!”
¿La reacción de los demás? Nada de especial. Alguien se rió, alguien giró la cabeza. Muchos ni se inmutaron. Esto pasó en Maléyevka, en el año 79”.
Así se creó Y la imagen de buscador de la verdad. Casi un héroe. Casi un disidente.
NOTA PARA EL LECTOR
El miedo sentó las bases del país del cual Y fue ciudadano durante medio siglo. De todos modos, con el paso de los años iba cambiando la “calidad” de sus miedos. En la década de los 40 y 50, era el miedo al encarcelamiento, a los trabajos forzados, a la destrucción física. En los años 60, 70 y 80, fue el miedo a perder el confort anímico y la posibilidad de escribir.
De todos modos, ahora no vale la pena hacer el registro de los miedos de Y, los cuales se entrelazan y se sobreponen.
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Desgraciadamente, el miedo es una realidad de la vida, y no una excepción de la regla. El miedo, como una fuerza motriz de la conducta humana, siempre ha sido tomado en consideración por los psicólogos, pedagogos y políticos.
Más de una página de la Torá habla del miedo ante el Todopoderoso. Pero ésta es una variedad diferente de miedo, el cual no humilla, sino que ensalza a la personalidad, ayudándoles a los humanos a seguir siendo humanos.
LOS RITUALES
“Nunca he estado sentado en la presidencia. Nunca he hecho un discurso oficial. No he asistido a las reuniones solemnes de rigor ni a la celebración de los aniversarios de personajes importantes.
Tampoco he permitido que se celebrara mi propio aniversario redondo: cuando se aproximaban los de los 50, 60, 70, u 80 años, solía marchar de Vilnius.
Por eso, me consideraba con el derecho moral de no felicitar a los otros con motivo de sus aniversarios. Todos, según parece, ya estaban acostumbrados a ello.
¿Cómo explicaría los motivos de mi conducta? La URSS, como cualquier estado, tenía sus rituales. De la esencia, ya les quedaba poca cosa. Así que me los suprimí”.
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¿Ponderaba Y la medida de su audacia, el límite de lo permitido? Sin duda. Aquello todavía era tolerado.
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“Una vez, poco después de la guerra, en no sé qué elecciones, me encargaron dirigir un colegio electoral, el cual se encontraba en la sede de la Unión de Escritores. Una gran mesa con tapete rojo, folletos, periódicos, retratos de los dirigentes comunistas… Por la tarde, venían los activistas electorales, para hacer listas de electores, y luego ir a precisarlas a las direcciones indicadas…
Muy pronto, sin embargo, me di cuenta de que todo aquello era falso: gente adulta jugando a sus juegos. ¿Y por qué tengo yo que participar en eso? Comencé a dedicarle menos tiempo a esta tarea. Un día marché antes de la hora, otro día, simplemente no fui…
Finalmente, se celebraron las elecciones. El resultado, como solía ser, ya había estado predeterminado. Respiré aliviado: ¡El juego se había acabado!
Resultó que no. Un día me citaron a la reunión del Presídium de la Unión de Escritores de Lituania. Un punto de la agenda estaba dedicado a Yosade, que había saboteado la campaña electoral.
Mientras escuchaba a los oradores, me di cuenta, horrorizado, de lo serio que se había vuelto el juego. De todo lo pronunciado, la conclusión era patente: ¡un miembro de la Unión de Escritores había tomado una postura antisoviética!
Pedí la palabra, tratando de convertirlo todo en una broma:
– No entiendo por qué tantas preocupaciones. ¿Cómo que he saboteado la campaña electoral? Si ha sido todo un éxito, con el 99,99 por ciento de los electores votando por el Bloque de comunistas y simpatizantes.
Mi réplica, sin embargo, no hizo más que exacerbar la tensión:
– ¡Aún se está burlando de nosotros! Yosade tiene que ser expulsado de la Unión de Escritores.
Quien me salvó fue Petras Cvirka114:
– Compañeros, no debemos olvidar que Yosade combatió en el frente, derramó su sangre; tiene condecoraciones militares. Ahora trabaja con éxito en Pérgalė… Esto es la primera vez que le ocurre… Deberíamos confiar en él.
Hace medio año, me recordó esta historia el famoso crítico literario, Výtautas Kubilius. Completando la antología de los documentos de la vida literaria de la Lituania soviética, encontró en los archivos la transcripción de aquella reunión”. (19 de noviembre de 1991)
LA MAGIA DE UN NOMBRE
Un día, comentando los rasgos particulares de la memoria, hablamos de la magia de los nombres.
“Zosia. Éste es el nombre que di a un personaje mío, una prostituta. Luego entendí que me había equivocado. ¿Por qué? Este nombre, Zosia, vivió en mí durante muchos años. Así se llamaba la mujer que yo amé antes de la guerra. Ella tenía dieciocho años. Su marido se había marchado a los Estados Unidos, en busca de trabajo. Zosia se quedó sola, y es cuando nos conocimos. No tengo intención ahora de contarle la historia de nuestro amor. Al fin y al cabo, Zosia marchó también, para reunirse con su esposo, y tuvo dos hijos. Pero, tampoco quería hablar de su vida…
Hace unos diez años, Zosia visitó Lituania. No sé cómo sucedió que vio aquella obra de teatro mía. “¿Por qué, por qué le diste mi nombre a la prostituta?”, me preguntó ofendida. Zosia, naturalmente, entendía que no había nada en común entre ella y el personaje. Sin embargo, se sentía dolida. ¿Por qué? Supongo que por la misma razón que yo la había recordado durante todos aquellos años”.