Largas conversaciones en espera de una muerte feliz
EL DISTANCIAMIENTO
En su juventud, Y vestía trajes de cheviot inglés. Sobre todo, le gustaba el género a cuadros, y “en general, era un dandy”.
Pero también era capaz de hacer lo siguiente: un día se presentó a una tertulia en casa del escritor Méyer Yelin85 vistiendo una vieja chaqueta deshilachada.
– ¿Por qué lo hiciste, Yasha? – le preguntó su esposa.
– Quería que enseguida se fijaran en mí.
Esto, claro, no hace más que subrayar su pasado interés por la manera de vestir.
Y ahora, en la vejez, casi siempre le veo vistiendo el mismo jersey color marrón claro, una gruesa chaqueta de punto parecida a una de mujer, o un batín azul afelpado.
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¿LOS OBJETOS NO TIENEN UN VALOR MATERIAL? Igual que el dinero, son “nimiedades”. Pero, claro está, no puedo tomar las palabras de Y con total seriedad. Hace muchos años ya que es la doctora Sideraitė quien mantiene a la familia, trabajando doble jornada desde joven (el ambulatorio, el hospital, las urgencias). Y llegando a la vejez, se añadieron las consultas particulares.
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ES UN DESINTERESADO. Sin embargo, a los otros no les permite serlo. Ha estropeado del todo sus relaciones con el profesor J.P. Éste – “un portento, un alma noble, amigo de la familia” – le envió desde Moscú, como regalo, una edición de Nietzsche en dos tomos – tan deseada por Y. En respuesta, Y le envió el dinero. J.P. se lo devolvió enseguida. En una palabra, el servicio postal tuvo mucho trabajo. ¿Cuánto gastaron ellos tan sólo en los giros postales?
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Esta historia puede tener otra explicación. A Y no le gusta aceptar regalos. Y él mismo casi nunca regala nada. Casi.
– ¿Qué me ha regalado él en este medio siglo? – trata de recordar la doctora Sideraitė. – Tres foulards de seda… Uno negro, sabe usted, lo llevo siempre… Y una camisa de dormir. Parece que es todo.
EL HOMBRE Y EL TIEMPO
“Son pocas las personas que saben ser viejos” (La Rochefoucauld). Para Y, el talento de ser viejo significa lo siguiente: acercarse a la muerte, permaneciendo joven.
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EL ARCHIVO. ¿Para qué va reuniendo Y todo esto durante años? Diversas versiones de sus obras teatrales, prosa, diarios personales, recortes de diarios – ¿para qué? Una respuesta evidente, aunque no exacta: supuestamente, Y aprecia altamente su obra creativa… Para ser más exacto, es otra cosa:
– En el archivo, el tiempo pasado sigue siendo el presente.
Y más:
– Es importante ver el camino.
Y entiende que ha deambulado a oscuras, se ha extraviado más de una vez, ha dado muchas vueltas, a veces ha dado marcha atrás… Pero, una vez destruidas las huellas de los errores, ¿qué queda? Es como si no hubiera habido nada. Sólo un vacío. Sólo un tiempo muerto.
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“Imagínese, creo que me resulta útil releer cada tantos años mis artículos y críticas literarias de finales de los cuarenta. Estos escritos no me permiten olvidar que en aquella época yo me encontraba bajo una fuerte influencia de los discursos de Zhdánov86. ¿Qué contenían estos discursos, aparte de dogmas? Ahora, francamente, no sé qué responder. Pero en aquellos tiempos, me parecía: ¡He aquí los horizontes del nuevo arte! ¡Esto era mi Biblia!” (19 de noviembre de 1992)
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O aquella novela suya, La vigilancia. Durante el proceso de trabajo, reconoce que él mismo se dejó llevar por la trama. Un día… Y se creyó su propio argumento, en el que realmente había que desenmascarar los manejos de un sionista clandestino… (14 de noviembre de 1992)
Son historias de sus deslumbramientos literarios.
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En el transcurso de siglos y siglos nuestra cultura elaboró un respeto colosal hacia el producto del pensamiento humano que es una obra de literatura. ¿Pero, respetamos el pensamiento mismo? Hoy en día los científicos han probado que incluso se puede pesar el pensamiento. Pero ¿sabemos mirar con atención dentro del proceso de su nacimiento, sus saltos repentinos y sus paradojas?
Y me enseña sus apuntes para la pieza Un salto a lo desconocido. Estos apuntes parecen no estar relacionados con la trama. Se refieren a la estructura de la materia, al modelo único del Universo…
Todavía estoy aprendiendo a pensar – dice Y (octubre de 1991)
Veo las cartas de Y, clasificadas según los decenios y los destinatarios. Éstas dejan una constancia directa de ideas y sentimientos – precisamente aquello que el tiempo borra sin piedad.
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Por supuesto, el tiempo también borra, como elemento innecesario, las palabras y los hechos… Cuando, a petición mía, Y intenta trazar a lo largo de decenios un tema determinado, a menudo resultan estar borrados sin rastro no sólo días o meses, sino años enteros.
Así casi se ha “perdido” el tema del sacrificio. “Llevaba pensando en ello desde joven”. Sin embargo, la única cosa que recordó fue su relato de antes de la guerra.
Es un relato sobre un artista, un socialista convencido, que pinta el retrato del Presidente Smėtona. Lo pinta con la única finalidad de quemarlo luego públicamente en Kaunas, materializando así su protesta contra el dictador.
Lo que pasa es que el autor pone en su cuadro tanta inspiración y tanto talento, adivina tantas cosas dentro del alma de su personaje, que este trabajo se convierte en su propia confesión y su mejor obra.
Y tenía dos versiones del final. El primero: el artista quema el cuadro, sacrificando su arte a la revolución. El segundo: el artista conserva el cuadro y abandona el partido, sacrificando sus ideales en aras del arte. (5 de noviembre de 1990, 9 de agosto de 1995)
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LAS RELACIONES DE Y CON EL TIEMPO tienen un carácter peculiar.
“A los quince años yo era un anciano. Lo era por la misma razón de siempre: por la mañana no sabía qué haría al mediodía o por la tarde. El tiempo se me escurría de las manos. El tiempo, cual un río, me llevaba con su corriente”. (23 de febrero de 1994)
Cuando nos conocimos en 1990, vi a un joven de setenta y nueve años.
Él densificaba el tiempo, lo llenaba con su trabajo (“Sé perfectamente cuándo el trabajo marcha bien: entonces no me doy cuenta del paso del tiempo…”).
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LAS REDES. Y está mirando hacia abajo, como si observara el suelo. Me dice lo que no esperaba absolutamente de él, y lo que normalmente suele ocultar:
– Nací en el tiempo equivocado y escribí en la época equivocada. Si tan sólo hubiera sido dos decenios antes – o después…
Y se da cuenta de mi asombro:
– Es verdad, nunca nada me sabe mal, pero no puedo dejar de pensar en cómo se hubieran desplegado mis capacidades.
De todos modos, Y se muestra con más naturalidad en otra ocasión, cuando me lee un pasaje del Eclesiastés:
Porque el hombre tampoco conoce su tiempo: como peces atrapados en la red traicionera, y como aves apresadas en la trampa, así son atrapados los hijos de los hombres en el tiempo malo cuando éste cae de repente sobre ellos. Eclesiastés 9:12
Puede ser que justamente en este versículo Y encuentre consolación.
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¿Cómo vencer a la vejez? Le digo: LA MUERTE ES SIEMPRE UNA CLASE DE ERROR en una persona a quien la naturaleza le había predestinado a vivir una vida muy larga. Para vencer a la vejez, hay que superar una de las principales contradicciones de la existencia, que es la contradicción entre nuestro entendimiento de la temporalidad y corruptibilidad de todo lo que es, y nuestra fe espontánea en la inmortalidad. En esencia, es la contradicción entre el alma y el cuerpo.
– Se puede abordar la misma cuestión desde otro lado – dice Y. Uno tiene que excluir de su conciencia los conceptos de ayer y mañana, dejar de lamentar lo pasado, y dejar de engañarse con las ilusiones.
La filosofía oriental, por la cual Y nunca se ha interesado, afirma lo mismo.
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LA JAULA. Cuesta captar enseguida la actitud de Y hacia uno u otro período de su vida. Tomemos por ejemplo Kaunas, durante el último decenio de preguerra.
Y trabaja en la prensa judía. Sea como corrector de textos (“…yo era el primero en leer el diario por las noches, con la mirada fija sobre las húmedas galeradas”.) O reportero (…he estado en los lugares más diversos: los juzgados, comisarías de policía, antros, hospitales para los pobres, manifestaciones, el parlamento…). También, crítico literario y teatral (“…me enteré de la invasión alemana mientras estaba preparando, para la edición del día siguiente, un reportaje sobre la inauguración del teatro judío juvenil en Vilnius”).
¿Qué es lo que define esta etapa de su vida? Muchas cosas:
Su afición por las ideas socialistas.
Sus tempestuosos romances.
Sus lecturas, también tempestuosas: Nietzsche, Schopenhauer, Marx, autores anarquistas, obras clásicas de la literatura mundial, poetas judíos…
Sus estudios (según parece, caóticos) en la Universidad de Výtautas el Grande, en Kaunas87.
Su creatividad literaria.
Sin embargo, Y me dice: “Yo estaba como enjaulado. La vida pasaba de largo, volando…”
¿Es cierta mi suposición? Mirando retrospectivamente aquellos años, Y está descontento consigo mismo: hace comparaciones. Ahora llena su tiempo con el trabajo del alma, mientras que en aquella época estaba demasiado absorto en sus propias pasiones. Las pasiones le cerraban el mundo. (8 de septiembre de 1994)
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De una carta del filósofo ruso Florenski88: “… El secreto de la creatividad radica en saber conservar la juventud.” Y lo dice de otro modo: “Conservar en uno mismo la creatividad significa conservar la juventud”.
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¿Cuándo entonces comienza Y a envejecer realmente? También delante de mis ojos. Para él, de repente el tiempo comienza a disolverse y se vuelve viscoso:
“Tengo la sensación de que en mi cabeza, en esta “cajita”, se ha producido un cortocircuito. Esta mañana he tomado en las manos el periódico. Lo he sostenido un tiempo, sin leerlo. Luego me he dado cuenta de que esto ha durado cinco minutos enteros”. (23 de marzo de 1995)
LO MÁS DE LO MÁS
Tardo bastante en adivinar por qué Y considera que su pieza Un salto a lo desconocido también es autobiográfica. Por supuesto, aquí el tema del futuro de los judíos es, para él, una especie de confesión; es el dilema que Y formulará de la siguiente manera: “¿Qué camino escogerá nuestro pueblo? ¿Qué seremos mañana – israelíes o judíos?” A él mismo le da miedo hacerse israelí; él seguirá siendo judío. ¿El último judío? ¡Aunque así sea!
Por supuesto, estos pensamientos están presentes en la obra aunque, como ya he dicho, han sido desplazados por otros. Ahora la pieza trata de genética. El protagonista, un judío lituano llamado Jonas Sákalas, quiere actuar sobre el gen de la agresividad en los humanos. De esta manera, pretende transformar el mundo.
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Más de una vez oigo a Y decir:
“Esto es el no va más… Por lo visto, es por esto que le cuesta tanto convertirse en drama”. Las palabras “el no va más” no se refieren en primera instancia al problema de la agresividad humana, de que Y habla constantemente en los últimos meses, sino al tema de rehacer al hombre, que ha preocupado a Y durante los últimos decenios.
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OTRA “LÍNEA VITAL” de Y. Aunque no sea la única, es realmente importante. Abarcando años, tormentos, esperanzas, autoengaños, revela su interés en la existencia de la carne, la muerte, las metamorfosis del espíritu. Por supuesto, aquí tan sólo cito algunos de mis apuntes.
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6 de noviembre de 1991. “El carácter del hombre normalmente está condicionado por su genética. Pero uno puede desarrollar su propio carácter. Así también yo me he apartado mucho del punto de partida”.
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“Me recuerdo muy joven, con unos quince o dieciséis años. Era un chico muy jovial, muy alegre. Cuando estaba con gente de mi edad, enseguida me convertía en el centro de atención.
¿Qué otro rasgo tenía? Impulsividad. Sentía en mí una enorme fuerza vital. Pero esta vitalidad me arrastraba tras de sí sin ninguna lógica aparente.
Nunca planificaba nada. Nunca sabía de antemano cómo pasaría la tarde o la noche, qué diría, con quién bailaría… Más de una vez pasó que, al ver a una chica bonita en una fiesta, olvidaba a aquélla con quien había venido. Y ni siquiera pensaba si ésta sufría o no.
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Nadie nunca me enseñó a trabajar. Sólo podía hacer aquello que me gustaba.
Recuerdo el período cuando cursaba los grados superiores de la gymnasia89. ¡Eran caros, los estudios! Mi padre, cuando quebró, a menudo tenía que pedir dinero prestado para pagarme la matrícula mensual. Yo, mientras tanto, era el último de la clase. De sentido de responsabilidad, no tenía ni pizca. Pasaba las noches leyendo a Dostoievsky. Las malas notas no me preocupaban para nada. Abría la primera página de una novela de Dostoievsky – y durante varias semanas no veía a nadie excepto a sus personajes.
Así pasaban los años, pero yo no cambiaba. En vísperas de los exámenes de fin de curso, en vez de estar con el manual en la mano estudiando, fui al concierto de alguien muy famoso que estaba de gira. Suspendí el examen, pero no me supo mal.
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Y no es sentimental. No está aficionado, como muchos ancianos, a los instructivos “cuentos sobre el pasado”. Él vuelve a su pasado siempre para indagar en la misma cuestión: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Adónde he ido caminando todos estos años? ¿He podido cambiar mi vida y a mí mismo?
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“Yo era igual de impulsivo escogiendo amigos. Nunca los escogía conscientemente, pero siempre, al encontrarme con una persona nueva, me escuchaba a mí mismo: ¿Me siento atraído por mi interlocutor?
Por suerte, lo que me atraía no era el imán de la riqueza o de una gran carrera, sino el imán de la espiritualidad.
Ahora me doy cuenta con asombro: siendo un muchacho alegre, yo mismo buscaba en gente también alegre algo más, una especie de segundo piso. Pongamos por ejemplo a mi amigo Moishe Ayérov. Él no solamente era portador de un humor muy especial, sino que veía el mundo de una manera diferente a los demás. Y mi primer amigo, Rojlson, me descubrió a Goethe. Era un chico sencillo, hijo del relojero de nuestro shtetl, en quién nadie se fijaba. Un día me quedé asombrado al verle leer un libro en alemán.
– ¿Quién es? ¿Goethe?
Por supuesto, este autor figuraba en el programa de estudios de la gymnasia. Pero lo que era obligatorio según el programa, me parecía aburrido. Rojlson me leyó en voz alta un verso de Goethe en alemán. Entendí cerca de la mitad –y me quedé boquiabierto.
A partir de entonces, yo iba a su casa cada día”.
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Y ES ENEMIGO DE LO ESPONTÁNEO:
– La civilización y la cultura son, en su esencia, una constante superación del caos, que va operando de día en día, de siglo en siglo.
Para él no tiene importancia que, yendo a la deriva, este mismo caos le haya echado a veces al litoral de la espiritualidad.
Los años pasados son para Y años de autoconocimiento, y de un rigurosísimo autocontrol. Ahora, ya veo el resultado de todo eso: unos horarios escrupulosos de trabajo; pilas de borradores; “guiones” mentales, o incluso escritos, de sus relaciones con la gente.
Los críticos encuentran estructuras racionales en las obras de teatro de Y. Es cierto que esto no siempre mejora las piezas.
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Él, sin mostrarme la más mínima vergüenza, disecciona su “yo” interior en sus diversos componentes. Son imprescindibles las preguntas: “¿Qué ha originado qué? ¿Cómo está ello relacionado con la genética?
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“…Una atracción por la espiritualidad. ¡Claro que la he heredado del abuelo!
Mi abuelo materno fue profesor particular de alemán en nuestro shtetl. Le invitaban a dar clases en familias ricas. (En aquella época era bastante frecuente que las niñas, en vez de ir al colegio, estudiaran en casa, principalmente lenguas y música). Mi abuelo no se dedicaba a educarme; yo, sin embargo, siempre me esforzaba por imitarle.
Por el contrario, hablando de la familia donde crecí… No, ¡nadie tenía intereses espirituales!
Mi padre apenas tenía estudios. Sabía entrar los gastos en un libro especial, apuntar quién le debía y cuánto, a quién y cuánto debía él mismo, escribir una carta comercial… De hecho, esto es todo. Nunca vi a mi padre leer un libro. Como mucho echaba un vistazo al diario por la noche.
A diferencia de mi padre, mi madre sí leía libros, no sé qué historias sentimentales y cuentos.
Y nunca oí de ellos ninguna conversación abstracta, filosófica”.
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“De aquí – de los genes – vienen también las pasiones que tanto me atormentaron.
Mi otro abuelo, el paterno, era molinero. Él y la abuela procrearon dieciocho hijos. Le recuerdo viejo, en un traje manchado de harina. Viene a casa, y la abuela le reprocha:
– ¡Otra vez te has revolcado con una chica sobre los sacos!
Yo, chiquito, no entendía nada y le preguntaba a la abuela: “¿Por qué hay que revolcarse con chicas sobre los sacos de harina?”
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¡Es tan atractiva para él la idea misma de la pieza! Es la idea de una actuación sabia sobre los genes humanos. “Rehecho de una vez – y ya está”.
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Recuerdo las palabras de Scott Fitzgerald, en las cuales está reflejado a su manera el camino de cualquier talento: “La capacidad para la resistencia vital no es una simple capacidad de aguante, sino la capacidad de empezarlo todo desde el inicio”.
El problema, sin embargo, reside en entender qué significa “empezarlo todo desde el inicio”.
Y, en los últimos quince años de su vida, “empezó desde el inicio” a modelar su imagen creativa. Pero aún antes, “empezó desde el inicio” a modelar su propia vida.
– ¿Quiere usted un ejemplo? He aquí el más reciente. En 1985, en mi historial médico apareció un categórico “pronóstico desfavorable”.
Para vencer a la muerte, él encontró una nueva imagen y un nuevo ritmo a la existencia. El 18 de noviembre de 1991 intentamos “reconstruir” juntos este camino.
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– COMENCÉ A CANTAR POR LAS MAÑANAS. No sé cómo me salió esto… Me vino desde arriba. Una mañana me levanto, miro por la ventana: ¡Qué día tan magnífico! (Y el día, hay que decirlo, era nublado, sombrío – ¡un asco!). Salgo a la terraza – y vuelvo a exclamar en mi interior: ¡Qué hermoso! ¡Descubro con asombro que vivo en un lugar maravilloso! Nunca antes me había fijado…
– ¿Y qué cantaba usted?
– Principalmente, melodías de mi juventud. Valses… Trink trink – bruderlein – trink… Canciones populares judías. Arias de no sé dónde. ¡Cantaba! Y, fíjese, no por lo bajito, sino a plena voz.
Le propongo en broma:
– ¿No podría cantar algo ahora?
– No, qué va, no soy un Kozlovski90.
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Al principio le viene como una intuición. Luego…
– Reflexionando, llegué a entender este proceso. Y comencé yo mismo a introducir correcciones en la vida de mi organismo decrépito. Así, poco a poco, aprendí a cantar y reflexionar simultáneamente. Canto – y al mismo tiempo estoy pensando en mis obras teatrales y mis personajes. Canto en la calle. La gente pasa a mi lado y se gira: ¿se ha vuelto loco ese viejo? Comprendo sus miradas y me digo: “¡Entra en razón!” Consigo contenerme cinco o diez minutos, y… vuelvo a cantar.
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Estamos a principios de noviembre. Son las diez de la mañana. Voy a su casa por un asunto y veo la puerta de la terraza abierta. Y está vestido con una zamarra y calza botas de fieltro. “¿Que qué estoy haciendo?” Me enseña cómo, agitando las manos, marcha por la habitación al son de la música de Beethoven.
A menudo me comunica por teléfono:
– Hoy he subido tres veces al segundo piso. ¡Cómo no – es un paseo!
O:
– Me he paseado por la habitación, quinientos metros. (6 de diciembre de 1993).
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Le cuento que, según las investigaciones de los científicos, las personas más longevas son los directores de orquesta. La música clásica no simplemente armoniza a los humanos, sino que les transporta a una nueva dimensión del Universo. Y asiente batiendo las manos:
– ¡Yo lo he sabido siempre!
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Beethoven, Mozart, Chopin. Es el disco que hoy Y escucha con una vieja grabadora. ¿Será la música más eficiente que las pastillas? Para Y, es una pregunta retórica. El torrente de energía espiritual fluye fácilmente, penetrando en su alma.
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Ésta es tal vez la confesión más horrorosa de todas las que me ha hecho: “Yo ya no soy el Yosade de siempre… Mi voluntad está quebrada”. (4 de diciembre de 1993)
¿Es que de verdad ha acabado para él esta experiencia de “construir una persona”?
EL CÍRCULO
Mientras tanto, ha aparecido la película de los cineastas lituanos Diana y Kornélijus Matuzévičius91. Con Y como protagonista.
La película, sin duda, tiene que ver con el verdadero arte (no en vano fue premiada en diversos festivales de cine). ¿Pero qué tiene que ver con el Y de hoy?
Hay que pensar. Aún más interesante sería discutirlo con Y mismo.
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El título de la película se podría traducir como “Lo ilusorio”, o más bien “Espejismos”. Las secuencias que siguen confirman este título:
Los peldaños de una enorme escalera – con igual frialdad se abren delante del hombre los peldaños de la vida.
Una niña que toca el violín – ella todavía cree en la armonía de la existencia.
Una calle de noche. Un trolebús, donde todos están totalmente enajenados los unos de los otros; las caras de personas que se han perdido a sí mismas; las ventanas solitarias de las casas…
Y aparece en la secuencia hablando de lo mismo – de sus propias ilusiones interminables seguidas de desengaños. Todo esto lo he registrado mil veces, incluso grabado en cinta…
El hecho de que Y no reconozca ninguna patria (la patria para él es el Universo); que la vida sea para él un mosaico compuesto por los pedazos más diversos, entre los cuales no hay conexión alguna; que él abandone la vida sin haber descubierto aún su sentido.
Y, siempre la misma cantinela: “Estoy solo. Estoy muy solo”. Nadie le entiende, y si parece lo contrario, sólo son ilusiones…
En la película hay muchos símbolos del destino de Y. He aquí uno: los patios y las callejuelas del Casco Antiguo, donde en otros tiempos residían los judíos. ¿Qué ha quedado de aquella vida desaparecida para siempre? ¿Puede ser tan sólo un rótulo en yídish que ha aparecido fugazmente en una escena? ¿O tan sólo este anciano dramaturgo cuyas obras, según sus propias palabras, no interesan a nadie?
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Y me pide que vea la película. Me recuerda varias veces cuándo será emitida por televisión.
Inmediatamente después de haberla visto, le llamo por teléfono. Le repito los adjetivos: inteligente, ingeniosa, clarividente.
Y está de acuerdo con mis calificaciones, pero no persiste en la conversación. Más tarde, volveremos varias veces al tema de la película. ¿Le ha gustado a Y?
Por lo visto, la pregunta se debería haber formulado de otra manera: ¿Está contento Y? ¡Sí, sin duda! ¡Y mucho! Hay llamadas telefónicas. Hay prensa. De repente, parece que el hielo de su soledad ha comenzado a derretirse.
Sin embargo, nosotros tres (Y, la doctora Sideraitė y yo) nos damos cuenta de que algo importante sobre Y ha sido omitido en la película. ¿Qué, precisamente? Lo que podrían parecer nimiedades: su esperanza matutina, sus tentativas diarias de superar el olvido y el caos.
Y todavía no se ha reconciliado con la situación. Todavía cree que él mismo, o incluso otra persona, desmentirá su monólogo en la película, demostrando que todo lo vivido no ha sido en vano.
EN BUSCA DE LA LIBERTAD PERDIDA (comienzo)
La carta a la hija. Fecha: 15-20 de marzo de 1973.
Por supuesto, Y no contaba con que la carta fuese publicada. Lo que necesitaba era librarse de sus miedos. Purificarse. Soltar lo que guardaba dentro. Intentar entender: qué hizo aquella época con él y qué hizo él consigo mismo. Si no, la vida habría sido insoportable. Igual que antes, Y no se veía con fuerzas de contárselo a nadie. En cuanto a grabarlo en una cinta, Y no lo habría consentido por nada del mundo (“esto sería el colmo de la estupidez”).
La carta, titulada Mi arqueta secreta, fue publicada en Pérgalė en 1988. Según la opinión de muchos, es la mejor obra que ha creado Y.
¿Qué había pasado? Un milagro del arte, nada más. Y había escrito la Arqueta con fines “terapéuticos”. Y de paso, casi por casualidad, encontró su propio género en la literatura.
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Encontrar el género propio es lo esencial para la autorrealización de uno como escritor. ¡Y esto es lo que siempre cuesta tanto! Se me ocurre ahora el ejemplo de Krylov92, autor ruso de numerosas y muy populares fábulas. Sabía lo que valía su talento, y sin embargo, consideraba que su género auténtico era… la tragedia.
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Y también se había equivocado. Comenzó con la prosa. Más tarde, se hizo crítico literario. Luego, durante largos años escribió drama. En cambio, su auténtico género literario es la confesión (sea en forma de diario personal, de memorias o de “cartas”).
Es por lo que durante toda su vida ha sentido atracción, lo único que actualmente le interesa de verdad. Le atrae el autoanálisis, la investigación de los detalles y de los matices de sus propias sensaciones.
Y nunca se cansa de hablar de sí mismo. “¡Sí, soy egoísta! – declara, en respuesta a los reproches de sus familiares. – Pero es un egoísmo de índole especial – tan sólo concentrándose en sí mismo, el escritor puede entender a la Humanidad.”
A diferencia de muchos, Y no teme una confesión en público. Incluso el hecho de que el teatro le sea tan próximo es porque en escena se confiesa. Nuestras conversaciones le aportan alegría por la misma razón.
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¿Se da cuenta Y de su terrible mala suerte? La época en que le tocó vivir la mayor parte de su vida se caracterizó por un especial desprecio a la personalidad.
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Un signo de aquellos tiempos: la destrucción de diarios y cartas.
Otro signo de la época: una gris mediocridad, en la que cada individuo era un insignificante engranaje del sistema.
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21 de noviembre de 1994. “Yo mismo sé que no hay salida”, confiesa Y haciendo referencia al laberinto de sus problemas.
EL LABERINTO DESAPARECE cuando Y comienza a escribir prosa autobiográfica. La creación literaria siempre es una nueva realidad. Aquí, todos sus problemas, dudas y temores cobran vida propia, sin que éstos entren ya en discusiones entre sí. Y el mismo creador de esta realidad armoniosa no puede ser infeliz. Para él llega la purificación, la catarsis.
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Normalmente, Y escribe pesadamente, con dificultad. Sin embargo, un ensayo bastante extenso, de 78 páginas, lo compuso en seis días. Por supuesto, cuando lo preparaba para imprimir, lo retocó y pulió. De todos modos, en el texto se percibe el aliento ligero y libre del autor.
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Su prosa autobiográfica está desprovista de la violencia sobre los caracteres de los personajes, cosa que sí encuentro con frecuencia en sus obras teatrales. Aquí, en cambio, la gente vive con asombrosa naturalidad. Claro está que a menudo se equivocan y se extravían. ¿Pero es que puede ser de otro modo?
Como casi siempre, los actos de la gente son contrarios a sus objetivos, y sus sueños e ilusiones contradicen a las convicciones.
He aquí al padre del autor. Teniendo una fábrica de tinción de tejidos, un secadero y un ahumadero, quiere ser un gran industrial y crear una empresa que sea conocida en toda Lituania. Con todo, no presta atención a la contabilidad y firma los cheques apenas sin mirarlos. Cree que a su alrededor toda la gente es honrada y que nadie le engañará… Este extraño fabricante vive a partir de los sentimientos, mientras que su esposa se guía por la razón. Ella le da consejos útiles, que él desprecia absolutamente. Es eso (y no tan sólo la traición con otra mujer) lo que los va distanciando cada vez más. Al final, el padre de Y, al igual que él mismo más tarde, va a parar a un laberinto. La desesperación le ahoga. Comienza a maltratar a su familia. (“Mi padre es el señor feudal, y nosotros los esclavos”, deja constar Y, sin darse cuenta de que más tarde él construirá el mismo esquema de relaciones en su propia familia).
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Pero, por supuesto, el mayor acierto de la prosa autobiográfica de Y es la imagen del narrador. “Me pierdo en la jungla del yo interior”…
El enigma atrae al lector.
EN BUSCA DE LA LIBERTAD PERDIDA (final)
En este género Y tiene criterios inamovibles.
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Por desgracia, durante largo tiempo le pareció que lo principal para un escritor era narrar grandes acontecimientos: los que tienen lugar en períodos de cambios históricos decisivos. En su archivo Y guarda el manuscrito de una novela suya en yídish, no publicada, titulada Trabajo honrado. El autor se dedicó a ella al acabar la guerra, escudriñando los destinos de unos judíos que trabajaban en la construcción; eran personas que habían estado en el frente o en el gueto y habían perdido a sus familias; sin embargo, creían en el día de mañana… ¿Por qué no fue publicada la novela? ¿Por qué se quedó en la fase de manuscrito? Porque el autor no se atrevió a mirar dentro de las almas de sus personajes.
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Hoy en día, en cambio, Y formula de una manera muy diferente cuál es la tarea del creador literario. Sí, hay que escudriñar dentro de uno mismo; “UNO TIENE QUE ROMPER SU PROPIA CÁSCARA DE NUEZ y llegar a sentir su propio corazón”.
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Aquí late la misma idea que durante decenios le ha atormentado: ¿por qué he hecho tan poco en el campo de la literatura? ¿Quién tiene la culpa de ello?
Y, en mayúscula, recalca lo más importante: “YO NUNCA HE TENIDO LIBERTAD ESPIRITUAL”. Me confiesa: “Desde la temprana infancia, he tenido la sensación de que mi libertad estaba limitada por una fuerza hostil. Sentía detrás de la espalda su frío aliento”.
Lo más sencillo y cómodo sería relacionar la ausencia de libertad con el KGB o con algún otro organismo de la sociedad totalitaria. Pero Y ve que la causa no está aquí, sino que radica en las profundidades de su propio ser. ¿Otra vez la busca en la genética? Esta idea no ha acabado de cristalizar del todo en su propia conciencia; tan sólo se deja entrever en una carta suya.
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Un día le digo: “Nuestras conversaciones se podrían titular, imitando a Proust, En busca del tiempo perdido”. Y añade: con igual razón podríamos llamarlas En busca de un alma perdida.
Y ahora, cuando estoy leyendo las cartas de Y a su hija y a su hermana, se me ocurre otro título más preciso: En busca de la libertad perdida. Ésta es la razón por la que él escribía.
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EL BISTURÍ. ¿Qué atrae a los lectores de sus cartas, entrevistas y memorias? El tono, tranquilo e impasible. Su mirada desde el palco de la vida. De cara a la muerte, Y lo cuenta todo. No tiene piedad de nadie, y aún menos de sí mismo. A muchos, esto les parece el colmo de la autoflagelación y del desnudamiento espiritual. “Duele leerlo y duele ver cómo el autor está indagando sobre sí mismo. Es como si él se hiciera un corte con un bisturí en su propio cuerpo” (comentario de un lector, médico de profesión).
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¿Por qué este bisturí es vivificante para Y? Encuentro la respuesta en un libro de nuestro contemporáneo Adin Steinsaltz, místico y matemático, estudioso de la Cábala y el Talmud: “El arrepentimiento permite a uno elevarse por encima del tiempo, le da la posibilidad de dirigir el pasado y de cambiar su significado para el presente y para el futuro”93.
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He aquí tan sólo un ejemplo extraído de la Arqueta secreta. Un episodio: “EL ESPEJISMO”.
“…Mientras tanto, la campaña contra los asesinos de batas blancas adquiría cada vez mayor envergadura. Los días aciagos transcurrían penosamente. Tan angustiadamente como los días, las noches en vela se escurrían como envueltas en una densa niebla. Una semana pasaba tras otra, saturadas por el miedo. Hasta que…
De repente, en la redacción sonó el teléfono. Era Justas Paleckis (se pronuncia Paletskis – Ed.), el Presidente del Presídium del Soviet Supremo lituano94.
– ¿Yosade? Ven al Presídium. Tendrás preparado el salvoconducto. Ahora son las nueve y pico; te espero a las once en punto.
Pasada una hora o algo más, yo me encontraba sentado en el despacho del Presidente, ante una enorme y brillante mesa escritorio (la recuerdo bien; no sé por qué razón me pareció que era de marfil).
“He aquí dos relatos que he escrito, – dijo él, como si continuara una conversación ya en curso. – Tienen seis páginas cada uno. Te lo ruego, léelos, y con mucha atención. Yo, mientras tanto, saldré por diez minutos.
Los leí. Con mucha atención. De un tirón… Se me nubló la vista. Tenía delante de mí dos escenas de la vida del gueto. Vi niños hambrientos. Oí disparos, gritos. Gente aterrorizada corriendo no se sabe adónde, tratando de esconderse… Una acción de exterminio95. Las lágrimas y los tormentos de los judíos.
Pronto Paleckis volvió al despacho y se sentó delante de mí. “¿Lo has leído?” – “Sí”. – “¿Cómo está escrito?” – “Umm… impresionante”. – “Yosade, te lo ruego encarecidamente, haz que los relatos sean publicados en Pérgalė. Sé que tú eres el dueño, allí. Tú podrás… ¿De acuerdo?”
Querida Asia: al salir del despacho, tardé mucho en volver en mí. A lo que más me parecía yo en aquel momento era a un epiléptico que no lograba recuperarse de un ataque.
‘¿Es que Paleckis es tan ingenuo que no entiende que ahora esta herejía no se puede publicar?’ – me preguntaba yo, pero al mismo tiempo… Aunque conocía desde hacía muchos años a este lituano honrado, un verdadero intelectual, reconozco que surgió en mí una sospecha nauseabunda: será una provocación…
Por supuesto, la revista no publicó aquellos relatos sobre el gueto. Me parece que los enseñé al redactor… o quizá no se los enseñé… ya no me acuerdo.
Más tarde, en diversas ocasiones, coincidí con nuestro Presidente en la Unión de Escritores, pero nunca, ni con una palabra, él hizo alusión a aquel encuentro.
Poco después, el 5 de marzo de 1953, moría Stalin.
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Y confesó en su Arqueta secreta: “Esto lo recordaba luego como un espejismo.”
A mí me comentó este mismo episodio de una manera más tajante: “Una ofuscación, como tantas otras. Y como resultado, no dejé que Paleckis se pronunciara en defensa de los judíos”.
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LOS DETALLES. Son precisamente los géneros con carácter de confesión –diarios y cartas – los que revelan profundamente, a veces de manera inesperada, la psicología humana. Esto lo asegura Lev Gínzburg, un destacado crítico literario soviético.
Esto mismo lo comprueba también, a su manera, el autor de la Arquilla secreta.
Aquí hay muchos detalles con múltiple sentido. Me ha costado mucho tiempo llegar a creer que Y compartía sinceramente la fe en los dogmas comunistas. De todos modos, encontré en la Arquilla un detalle que difícilmente se habría podido inventar. Por las noches Y conversaba mentalmente con Antanas Sniečkus, el Primer Secretario del Partido Comunista lituano. ¿Sobre qué? Sobre toda clase de temas; entre otros, sobre escritores y personajes literarios…
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CARTAS SIN RESPUESTA. Más tarde, ya después de 1988, Y creará unas cuantas cartas más, dirigidas a su hija y a su hermana. Ahora, escribir esta clase de cosas ya no representa ningún peligro. Tampoco es peligroso enviarlas, e Y sí las envía a sus destinatarias. Su hermana a veces le contesta: “admiro tu sinceridad”. Su hija no las responde, como si nunca hubieran existido. Como si no hubieran sido escritas para ella (de hecho, así fue). De todos modos, el silencio de Asia le irrita.
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“MI ARMA ES MI TOTAL SINCERIDAD” – ha dicho hoy. Esto se refiere ante todo a su prosa autobiográfica. Es una lástima que él no sepa disparar su arma en los demás géneros. En general, si hablamos de literatura, Y dispara con poca frecuencia.
Es una paradoja: Y ha encontrado su género literario. Esto lo confirma la crítica lituana, que recibió con entusiasmo la publicación de la Arquilla secreta. Sin embargo, algo le impide concentrarse únicamente en la confesión. ¿Qué es?
¿Puede que sea la inercia? ¡Qué va! Él es dramaturgo, él ha decidido escribir un ciclo de piezas sobre el tema de los judíos, él tiene que demostrárselo a sí mismo y a los demás… Además, puede que le perturbe una falsa comprensión de la jerarquía de los géneros literarios: en primer lugar van los géneros mayores, es decir, novela, narración y drama, mientras que las memorias, diarios y cartas se quedan supuestamente al margen… Y en los últimos años Y destina las últimas energías que le quedan a las obras de teatro. La confesión, en su forma directa, queda relegada a nuestras conversaciones (1 de octubre de 1994).